No se tiene más frío en el alma que con una derrota aplastante. No le han servido a Trump ni las parafernalias, ni los voceos, ni las escenificaciones para otra cosa que para compungirse triste y solo como siempre había estado. No hay mayor conspiración que una mente disparatada y loca. No hay mayor tragedia que no te quieran.
Estamos en una nueva época en la que las relaciones sociales llevan aparejada la distancia. No es el virus que colea, es la indiferencia. Nos da igual todo lo que no nos toque directamente… el vagabundo en su caja de cartón a la salida de nuestro portal, el alcoholismo encubierto de la madre del antiguo compañero de nuestro hijo o las colas del hambre saeteando las calzadas. Todo nos es indiferente como la estupidez de Trump o su mal perder.
Las noticias que se suceden son sino privilegio de algunos, porque la mayoría desayuna mediocridad y rutina de tal forma y en tan grandes cantidades que cuesta hablar de algo que no sea insustancial y absurdo. En algunos años Trump quedará para vestir santos televisivos o ni siquiera eso porque dos tetas tiran más que dos carretas y habrá-cómo no-chica guapa con hombre listo (o gracioso) que nos alegre las futuras campanadas entreteniéndonos con chascarrillos de lo que fue este año que ahora comienza.
Si lo ven con la perspectiva de los dioses la vida les parecerá aún más patética, porque pueden rebobinarla o echarla a andar sin que importe nada. Supongo que de todas formas al ser inalterable -ya saben por las complicaciones del tiempo -espacio y cosas por el estilo- nos hacen que siempre veamos la misma versión que nos llegaría a cansar un huevo. El indio blanco de mantequilla que salió en todas las rotativas adornando el Capitolio en su magnitud de raza supremacista de la idiotez , no nos importará absolutamente nada igual que los muchos que murieron y morirán antes y después que nosotros mismos.
No hay nada que nos salve de esta rueda de ratón de laboratorio sin científico loco, ni alienígenas malvados al mando de esta gran nave. Solo estamos nosotros y Trump para repartirnos hostias como panes, para salvar al planeta o condenarlo a la plasticidad de irse por el abrevadero de la miseria , la iniquidad y el desprecio de siglos de historia venidera que no leeremos en ningún libro de texto porque está tan muerta como la virtud, la lealtad o la honestidad.
Tenemos lo que nos merecemos, porque ya no hay buen vasallo pero sí mal rey que se evade a otros lares para que no estropeemos una dinastía que se fraguó con guerras santas y conversiones forzosas. DIARIO Bahía de Cádiz