Desde que las chicas de fútbol lo petaron hasta mi padre ha entrado en razón de que las mujeres existimos. En días aciagos donde se retiran carteles de igualdad, bien nos vendría creer que existimos porque respiramos, estamos y pensamos.
Pero ya ven en baloncesto, no. Esas impresionantes mujeres que representan a la roja o a los mejores clubes de baloncesto de este país nuestro; esas que nos hacen disfrutar a mares desde una grada o una pantalla, no son reconocidas como profesionales aunque ejerzan.
La FEB ha rechazado abrir la puerta a la profesionalización del baloncesto femenino, diciendo Jorge Garbajosa que “no está contemplado como tal en la Ley del Deporte”. No crean que me extraña porque hay mar de fondo que va más allá de ver a las mujeres como inferiores a los hombres, aun practicando los mismos deportes con idénticas reglas.
Lo femenino no vende, o hasta ahora no vendía entre otras cosas porque las mismas mujeres somos bisturí de precisión para las arrugas de las otras. Nos han enseñado a martillazos en plena jeta, con vendajes imperiales de compresión para anularnos la voluntad y el entendimiento como antes reducían pecho o pies o pensamiento a golpe de autoritarismo.
El Estado ayudaba a esto por la propaganda y el buen ver, que nos “protegían” como especie en extinción con normas no escritas por clero rancio y maestros de escuela, con varas de medir que se incrustaban en los nudillos. Pero aun así hemos sobrevivido porque nos plegamos a nosotras mismas y -cuando nos dan un poco de respiro- despegamos y ya nos vuelven a coger por mucho que se pongan las botas de siete leguas.
Hay quien se cree que nos puede amenazar como el neandertal que el otro día quería amedrentarme partiendo muebles a patadas delante de mí que solo se llevó deprecio y el espejo de su propia inutilidad. Eso es lo que más jode, esos imbéciles que nos barrenan el camino, esos que no hacen del baloncesto femenino lo que ya es… espectáculo, deportes a secas y mujeres haciéndonos disfrutar de lo que tanto nos gusta.
Cómo les decimos a las niñas que entrenan, que se esfuercen y que lo den todo, si no les ofrecemos un futuro que ya es malo de por si para los deportistas, en un país en que terminan trabajando en Decathlon con medallas empolvadas en su casa incluso de oro olímpico. Qué podemos hacer para que nuestros niños vean el deporte como algo a profesionalizar, como algo que destaque en sus vidas y sea futurible como estudiar ingenierías o aprender inglés. Cómo si encima son niñas y vemos que las que destacan, las que se parten las nalgas por estar en esa selección femenina absoluta no son profesionales, sino algo que no sé bien cómo catalogar jurídicamente porque la ley no las ampara.
Garbajosa, póngase las pilas ya. Estamos y hemos venido a quedarnos. ¡Profesionalización, ya! DIARIO Bahía de Cádiz