Definitivamente, el mundo ha cambiado. Desde que la Pantoja entró en Supervivientes, se nos quebró el invento. Ahora se habla de todo, a la vez que se esconden grandes secretos. O tenemos más ignorantes que nunca con los mayores medios para no serlo. El sexo es cotidiano pero seguimos queriendo ese Amor de las películas románticas que nos inocularon en vena.
Eso nos hace peculiares, como ese juez de penales que dejaba a los apelantes penitenciando -en los pasillos de su Juzgado -a su libre albedrío.
El clítoris de las delfines no es sino época electoral, tener poco de lo que escribir y que pasamos de todo porque todo nos da igual hasta que medio Puerto salga ardiendo.
Doris Day se nos ha ido con 97 años, cumpliendo las consignas del clítoris de los años dorados de Hollywood… Amor enlatado de guionista, galán maravilloso de película que luego en la realidad estaba tan adobado de secretos que murió desahuciado por todos, afectado por el Sida. Eran la pareja perfecta, como tantos que vemos por la calle y luego nos descubren que se separan para darnos bofetada de realidad con olor a clítoris estomacal saliéndosele de las bragas.
No hay fumaderos de opio para olvidarlo todo, para perder al dolor o la fatiga, para hacerte bueno con la nada y desaparecer a intervalos de vida. No hubo alfombras rojas, ni amigos fieles para Rock Hudson cuando dijo la verdad de su vida, sí cuando mentía. Doris Day ha muerto anciana, años después de que su gran amigo y compañero cogiera a la verdad por las solapas y confesara de qué se moría. Dijo que era para ayudar a los que aún no la padecían y llevaba razón… la verdad abre ojos y descubre realidades, anuncia tapetes mohosos de croché y parejas que nunca se han querido.
Sabemos que las delfinas tienen un clítoris interior que sí está donde debería, al menos al modo masculino para que ayude a la introducción de esos apéndices que te mandan como modo de presentación cuando quieren ligar contigo. Porque el mundo ha cambiado y ya no hay una tarjeta metida en un ramo de flores, ni dos besos en las mejillas, sino esplendorosos penes que te hacen sentir, no como una diosa sino como carnaza. Es lo que traen estos tiempos. Parecemos de saldo, con tanto oulet. No nos queremos cuidar sino vernos bien, no alimentarnos con sabiduría sino no engordar, no ser gordos, sino obesos.
Si no tenemos Amor, tendremos sexo, si no charla interesante sí retuiteos. Amigos enlatados como las risas de felicidad de las comedias románticas de Day y Hudson. Besos de película para bocas secas de esperanza, corazones ciegos y mudos, gente que por no dar un paso se tira a la ciénaga.
Desde que la Pantoja entró en Supervivientes las palomas llevan cuchillos y las madres matan a sus hijos. La sinrazón se nos ha tragado con papas y no nos hemos dado cuenta porque los carteles electorales mandan. DIARIO Bahía de Cádiz