Estamos en una peli de terror con la televisión vomitando miedo. Si hasta ‘Sálvame’ se ha acogido a dar información, díganme qué nos queda. Pero nos salva la visión angelical del Guardia Civil buenorro, desnudo y pletórico, del Supervivientes que saca paga extraordinaria del formato reality.
No lo critico. No debe ser fácil ejercer. Nunca lo fue en esta selva en que ganamos poco y trabajamos mucho. No solo ellos, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, sino también los sanitarios, los dependientes de supermercado y las madres abastecedoras a dos pechos de todo lo que les haga falta a los nuestros. En pocas líneas les he puesto en antecedentes de los protagonistas de esta nueva crisis que todos vamos a pagar, aunque no de igual manera. Nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena y de los sanitarios en cuanto estamos malos, pero no de sacar plazas de oposiciones en su momento, ni de invertir en hospitales, ni de abastecerlos. Si quieres formarte, conseguir trabajo o sacar unas oposiciones restringidas lo haces a modo MacGyver y que la fuerza te acompañe.
Lo ha dicho el gurú de Telecinco, lo van a petar emitiendo y nosotros comiendo basura del televisor y de la nevera. Los ancianos son los que lo tienen peor, pero no solo porque el virus se ceba en ellos, sino porque la sociedad siempre les ha ninguneado, porque no nos hemos dado cuenta de que ninguno de nosotros somos decisivos para la especie humana, ni que cualquiera puede hacer nuestro trabajo.
Quizás por eso, muchos ya se han atrincherado, las calles están vacías y reina el miedo como moneda de cambio. No nos podemos permitir los que tenemos hijos a cargo y padres mayores, propagar la enfermedad. No nos lo deberíamos poder permitir nadie, pero a la vista está que no es así porque se cierran fronteras, pero no se restringe el paso de una ciudad a otra. Eso está dando lugar a que los forasteros de Madrid, esos que siempre han sido tan bien aceptados, retornen a su patria chica llenándonos de contagiados y saturando una sanidad que ya iba cortita y justa de medios y personal. No digo que no lo entienda, sino que es así. Uno de mis hijos está fuera y en primera línea y daría algo porque estuviera con nosotros. Me sentiría más tranquila teniendo a todos los pollitos bajo mi techo, aunque algunos tengan ya espolones y sepan más de esta crisis que yo. Pero ya saben las madres somos así de pavas e inseguras. Al menos yo lo soy, tecleando como gallina decapitada, pensando en los que están solos porque la soledad les acucia y son vulnerables y no tienen quien les ayude.
La solidaridad, la compasión y esa generosidad que al ser humano no le es tan ajena en épocas de miseria y desgracias, ojalá nos acoja bajo su manto para que ningún ser humano nos sea ajeno y el dolor de los demás lo veamos como propio. Sería la forma de acabar con esto y con casi todos los males que nos acechan… pensar en el bien común.
Mientras quedaremos confinados, los niños enlatados y la puerta de la calle cerrada a cal y canto que ya no hay entrenamientos, ni cole;ya no hay paseos al sol, ni supermercados abarrotados a hora punta, ni corrillos a las puertas del cole, ni cumpleaños en el parque de bolas. El ser humano ha rizado el rizo de nuevo y estamos en una tómbola con las papeletas cargadas de bacterias.
Que sepan que pienso en cada uno de ustedes, aunque no les conozca porque me son más afines que el guardia civil buenorro o la Belén Esteban. Nos conocemos de líneas y párrafos, de aguantarnos las dichas y las penas, de vernos en los espacios en blanco y los tipos de letras. ¡¡Me han acompañado por este trasiego durante años!! ¡¡Cómo no les iba a apreciar!! Así que pertréchense y aguanten el tirón que somos profesionales de ponerle paso firme a la vida. Superaremos esto igual que hemos hecho en muchas cosas antes, que ya está aquí el verano, el sol, el sabor del mar en los labios y esas risas que nos echamos para convidar a la vida. DIARIO Bahía de Cádiz