Hace un par de noches, mientras dormitaba bajo un libro en el sofá, creí oír en sueños, a una chica que invitaba a adoptar un tío. Se trataba de un anuncio de la televisión, que seguía encendida, de fondo.
Entonces, mis neuronas, más que conectar en sinapsis, se atropellaron, y excitada mi masa gris por un estímulo externo, emergí del aletargamiento de martes por la noche y lectura. Lo primero que pensé, es que se trataba de una broma. O que, quizás, era un movimiento político nuevo de ultrafeminismo radicalísimo. Pero no. ¡Ya es posible adoptar hombres! It´s raining men, aleluya! El progreso es esto, y no eliminar el hambre del mundo.
Por fin se puede seleccionar al candidato, como si se tratara de un libro o una prenda, en un catálogo. ¡Y con tarjeta de crédito! ¡Oh, Dios mío!
Como me daba miedo acostarme, no fuera a quedárseme impresa en el subconsciente semejante impresión, y me diera por visualizar en sueños, a muchachos desnudos, peludos, con la etiqueta colgando, y en escaparates a lo Alfredo Landa en la magistral (y actualísima) Vente a Alemania, Pepe, me tomé una valeriana con un chupito de anís, para el frío (y el susto), y me dispuse a investigar esa App tan molona que acababan de anunciar en la televisión.
Yo ya tengo un tío en propiedad, y perdí el ticket a propósito. Conste que soy feliz, oiga. Pero no miento si les confieso que me parece tentador jugar un ratito, y ver las categorías en las que se disponen los productos: hipsters, románticos, manitas, chefs, bohemios, pijos, culturetas (¿en serio?), etc.
Si hubiera una versión para adoptar tíos gaditanos, seguro que habría categorías la mar de castizas: adopta a un comparsista, a un chirigotero, a un “artista”, a un surfero, a un alcalde “kichitito” y #güenagenteershaváomeya, etc.
Sigo con mi sesuda investigación, que me pierdo.
En esta aplicación de contactos, se exige mimar al adoptado, y solo las mujeres pueden “comprar”, elegir, votar, en definitiva, adoptar a su mascota preferida, y llevársela a casa, no sé si en una jaula, o una caja de cartón. Espero que no. Lo que no sé es si en el contrato se especifica que el producto pueda descambiarse, si no cumple con las expectativas (imagino que los que tienen en stock, no se dejan los calcetines usados esparcidos por el suelo del salón).
De éstos y otros detalles, me enteraré, y lo comunicaré de forma muy profesional, a este periódico.
Aunque, sinceramente, no creo que el que está en casa, y es buena gente también, apruebe este proyecto de investigación exhaustivo, y no por temor a que lo entregue en adopción, qué va. Es que sabe que me obsesiono, y soy tan perfeccionista y trabajadora, que al final, puedo conseguir hacerme con el dominio absoluto del catálogo mundial de tíos adoptables, y además, editar un libro sobre el tema. Jeje.
Para que se me pase esta enajenación mental transitoria (que alegaré si me pide el divorcio), y con la excusa de que es para mi niña, me ha traído un conejito Toy, monísimo. De momento, me está haciendo el avío. DIARIO Bahía de Cádiz Rosario Troncoso