Lo de la proclamación fue pictórico, con las calles engalanadas y las niñas puestas a juego. No es la Miró, como en las bodas reales, pero se notan las ganas de agradar y convencer para que no los nominen, que la audiencia anda díscola y hay que hacer sustento. Como a muchos, me da incongruencia y asombro, porque no sé bien en qué tiempos estamos, ni a qué jugamos. Sé que hay muchos -y los respeto- que creen en los cuentos contados, muchos que siguen a los que dicen medias verdades, que parecen enteras y muchos que les gusta meter la cabeza, bien profundo.
No es que sea antisistema, sino antihipocresía, que se viste por los pies y echa a caminar como nosotros todos los días, vía metro. La gente va a lo suyo, que le parece que prospere, que saque o que aligere el peso, que es nuestra perpetua mortalidad. Y la realeza deslumbra y una chica divorciada, revenida Reina por la gracia de la Constitución, más, que son nuevos tiempos para que un Príncipe elija pareja y para que una adolescente tenga un rollo con uno, que podría haber sido su padre.
Perdónenme pero les llamo incautos, porque de ahí no paso, de los roles establecidos, de la mujer madura casquivaneando con el chico, pero el maduro bien macho, porque me cansan, como me cansa el chicle sin azúcar, dando vueltas entre los empastes . Lo mismo un día aparezco empinada en las alturas como mi persa, que se relame el rabo a dos lenguas, en la cima de la cornisa, que da a una ventana traslucida.
Lo de la proclamación grandioso, excepto porque en los mundiales la gente aclamaba con ganas y lloraba y esperaba al fuego del verano, porque eran los héroes del momento y se les notaba que querían o creían, que con ellos, subía la esperanza media de vida. Pero Felipe ha tenido mala estrella, porque le crecen los aduladores y le fallan los mundiales, que los chicos de la roja por mucho que diga Felipe González, ya no son lo que eran, más que contratos con patas. Flaco favor le ha hecho el destino a Leonor que ya es adoctrinada, llevada y traída, porque lo pide el protocolo, el mismo que te hace esperar con los dedos echándote fuego y la cara impasible, mientras gente que te importa un pito, te tiende la mano.
Un día no muy lejano dije que no envidiaba a Letizia, por los malos ratos, por los tacones altos, por la pleitesía y cortesanía, que yo llevaría a cuadros. Pero hoy Reina, veo que lo ha asumido, que se ha quitado la ciudadanía del óleo del cuerpo y se ha transmutado en institución, en presencia dual de un monarca, que se lleva la mano al corazón para que le quieran y ovacionen. El coche no me gustó, pero a quién le gustaría, salvo a las miles de personas que se emocionaban al paso de él y prendían los móviles a la imagen de subirla, lo más rápido que fuera, que la tecnología es lo que tiene y el selfilismo más. Todo debe contarse, todo debe saberse hasta la saciedad y Leonor estaba muda y pensativa, quizás preguntándose cuándo eligió ella toda esa solemnidad.
Mis hijos – ese mismo día- fueron al colegio, hubo examen de conocimiento y las olimpiadas escolares. A la vuelta me dijeron que les salió bien y que César había ganado una medalla. No saben que hemos cambiado de Rey, porque solo les preocupa el colegio, el verano y la playa, sobre todo la playa, que tiene el ranking junto con los videojuegos. Leonor en cambio, me parece que le ha vendido el alma a la institución y el continuismo y me temo que nadie puede cambiar eso.
El Rey puesto estaba tristón y el Rey autodepuesto, compuesto y evasivo, corriendo para llegar a una libertad individual, que quizás lleve esperando toda su vida. Ayer abrazaba a Leonor, quizás sabedor de lo que se le cae a la niña encima, quién mejor que él, para saberlo, que pasó su infancia al lado de un dictador, que solo sonreía cuando estaba con su familia. Corría anunciando, “nosotros nos vamos”, pero la Reina depuesta no lo siguió, sino que le besó levemente, aún enamorada, porque la magia no se destruye si la ayudante del mago, sigue, amando al mago.