CRÍTICA. Es inevitable que la primera secuencia de la película No me contéis entre vosotros –un hombre mayor, tranquilamente recostado sobre una barcina, de las muchas que la siega ha dejado sobre el campo, y escuchando la retransmisión de un partido de fútbol- recuerde los trabajos pictóricos de los impresionistas Pisarro y Millet, con la mies como motivo y con la naturaleza como metáfora. La referencia es importante, a mi juicio, para destacar el valor del documental como pieza artística. La opción deliberada por el blanco y negro ajusta la mirada al interior de la persona -¿tiene color el alma?- y la cámara se posiciona como ventana abierta al mundo cerrado, libre e hipnótica de Manolo Bueno, un hombre de campo “condenado” a enclaustrarse entre las paredes de una residencia.
La secuencia inicial recorre el último eslabón de una cadena perdida que unía al agricultor con su campo –con todas sus dependencias-, sustituida por otra de reclusión, impersonalidad y subsistencia entre otros ancianos con sus facultades físicas y mentales en franco declive. De ahí el arte de la fuga de Manuel que comienza en el mismo momento de su ingreso: sus recuerdos ya se han reducido al mínimo -no recuerda el nombre del presidente del gobierno, ni le importa saberlo, ni siquiera la edad que tiene Manuel- tanto como su relación con los asistentes y compañeros de la residencia de ancianos donde le reubican. La inexpresividad de Manuel es una consecuencia de su escudo contra la amargura, su protección ante la soledad. Él casi no habla, las escapadas de su imaginación lo hacen por él.
A partir de ahí, la película fluye alternando el relato de la vida de Manuel, entre la rutina en la residencia –triste y real- y la imaginada vida fuera de las cuatro paredes de la residencia, en la que Manuel se reencuentra consigo mismo reubicando trastos viejos en una casa abandonada que retoma como hogar, caminando sin cesar, reviviendo el trabajo del campo en la rebusca de ajos, aceitunas…, reiniciando nuevas amistades, tomando para sí la compañía de perros y gatos… Manolo Bueno es, en esa vida, esencialmente un ser libre y el campo para él es el medio de su libertad.
El cineasta descubre ambas vidas de forma diferente: miradas breves, como anécdotas, de la residencia; casi obligadas para fijar la conexión de la historia a la vida en ella, porque las fugas de Manuel ejercen una irresistible fuerza centrífuga cuando la cámara lleva al espectador a acompañar a Manuel en su retorno al campo. La mirada del cineasta descansa entonces de vez en cuando con espectaculares planos abiertos, cuyas marcadas líneas hacia el punto de fuga se acompasan a los pasos de Manolo hacia la lejanía, imposible de alcanzar. Libre.
La narración se marca con un vigoroso ritmo interior y progresa en general de forma lineal, pero bastan tres escenas a contrapié para que el relato tome aroma y sabores nuevos y excitantes: una pincelada de metacine cuando Manuel regresa a su pueblo, tras años sin pisarlo –escena que se abre con un plano bellísimo del pueblo desde una colina- y las catafóricas señales de un final predecible –plano de sus pies cubriéndose con una sábana y la onírica y simbólica quema nocturna de enseres sobre la carretilla que usaba Manuel en sus huidas- rompen la monotonía en la película que comienza a surgir al hilo del reconocimiento y cotidianeidad en las fugas de Manuel. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA:
Alcances, Festival de cine documental de Cádiz.
Sección Oficial Largometrajes.
‘No me contéis entre vosotros’ (España, 2015, 80 min). Isidro Sánchez; dirección, guión y fotografía. Carlos Vives, montaje. Juan Pedro Artero, sonido.
Proyección: Cádiz, Multicines El Centro, martes día 8 de setiembre, 22 h.