Navantia, con tres de sus astilleros en la Bahía de Cádiz, ha hecho balance de su ejercicio 2020, en el que asegura que mantuvo “el rumbo y los hitos” fijados en su Plan Estratégico 2018-2022, a pesar del impacto de la pandemia del Covid-19 en la actividad mundial y en el negocio de la propia compañía pública.
De hecho, debido a las restricciones impuestas en marzo, en los albores de la crisis sanitaria, Navantia se vio obligada a detener sus actividades de producción, pero continuó realizando “tareas esenciales”, como el mantenimiento de buques de la Armada española. Además, se contribuyó a la lucha contra la pandemia donando 20.000 pantallas protectoras realizadas con impresión en 3D en su Centro de Excelencia de Fabricación Aditiva (Cefan) del astillero de Puerto Real.
La compañía, participada al cien por cien por la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), asegura que afrontó la situación inédita de suspensión y reanudación de la producción poniendo en marcha protocolos novedosos y aplicando el trabajo en remoto en aquellos puestos en los que resulta viable. En este contexto pandémico, incide en que se ha tenido como prioridad “la salud de su plantilla, clientes, proveedores y otros interlocutores”, pero a la vez, gracias a la “implicación de los trabajadores y de su representación” se ha perseguido “minimizar el impacto económico y social y al mismo tiempo mantener el cumplimiento de los contratos”.
De este modo, en la nota remitida a DIARIO Bahía de Cádiz, calcula que el impacto del coronavirus en el resultado de 2020 ha sido de 78,4 millones de euros, teniendo en cuenta tanto sus efectos en el negocio como los costes laborales y las medidas de prevención.
En el conjunto del año pasado, el importe neto de la cifra de negocio de Navantia ha sido de 1.129 millones frente a los 1.237 de 2019. El ejercicio ha tenido así un resultado negativo de 137,7 millones de euros, de modo que, aun incluyendo el efecto de la pandemia, “se ha mantenido en una senda de mejora, del 6% respecto a 2019, por tercer año consecutivo”. La empresa recibió de su accionista único, la SEPI, 160 millones de euros en préstamos participativos netos, frente a 344 millones en 2019.
Por otro lado, ha mantenido la senda de inversión prevista en su Plan Estratégico, destinando 68 millones, “muy por encima de los 39 millones de 2019”, principalmente a proyectos enmarcados en su plan de transformación digital.
Además, se subraya que la empresa naval ha continuado también con la aplicación del plan de empleo y rejuvenecimiento de plantilla previsto, para compensar en parte las jubilaciones igualmente contempladas en ese Plan Estratégico. Navantia y sus filiales cerraron 2020 con un aumento neto de plantilla de 22 personas; en la sociedad principal se realizaron 314 nuevos contratos, siendo el 64% menores de 35 años y el 27% mujeres.
Navantia, empresa estratégica para la defensa nacional, recuerda que ejerce un destacado papel tractor a la hora de orientar la actividad económica y crear empleo en las comarcas donde se asientan sus astilleros.
CUMPLIENDO CONTRATOS EN CURSO Y BUSCANDO NUEVA FAENA
En este balance del pasado ejercicio, se resalta que Navantia redobló esfuerzos para cumplir con los programas en curso y para cerrar nuevos contratos. Cerró 2020 con una cartera de pedidos de 7.851 millones de euros, frente a los 8.305 de un año antes, “ya que, mientras las contrataciones se han ralentizado, se ha mantenido la ejecución de los contratos”.
En julio de 2020 dio un paso importante en su apuesta por la energía eólica offshore, al recibir, junto a su socio Windar, el encargo de Ailes Marines, filial de Iberdrola, para construir 62 cimentaciones fijas para un parque eólico en Saint Brieuc, en la Bretaña francesa. Es el mayor pedido de energía eólica offshore logrado hasta la fecha por la empresa estatal “y está plenamente alineado tanto con su Plan Estratégico, que prevé incrementar la actividad en el ámbito de las energías verdes”.
En este apartado, ya en 2021, se han sumado nuevos proyectos como el acuerdo con Windar e Iberdrola para fabricar monopiles XXL para parques eólicos marinos y la presentación de diversos proyectos a la convocatoria de fondos europeos NGEU para impulsar la eólica offshore y el hidrógeno verde.
En el ámbito naval militar, en 2020 la compañía continuó con una actividad comercial “intensa”, si bien no ha habido demasiada faena nueva: un contrato con Noruega para la adaptación de una fragata a aguas más cálidas y negociaciones con diversos países. Se lamenta que este mercado se ha visto afectado por la incertidumbre económica y que varios gobiernos han frenado o retrasado programas previstos.
Por otro lado, la caída del tráfico marítimo internacional ha impactado de lleno en los planes de mantenimiento de las flotas y, como consecuencia, en el sector de reparaciones navales. Este impacto ha sido mayor en las áreas relacionadas con el ocio, como los grandes cruceros (donde el astillero de Cádiz es clave) y yates, una actividad que ha comenzado su recuperación en 2021, aunque de momento son trabajos más de mantenimiento que en profundidad.
En julio y noviembre de 2020, se botaron en el astillero de San Fernando las dos primeras corbetas construidas para Arabia Saudí, un programa (de cinco buques de guerra en total) que se ha mantenido con un “ritmo exigente” que ha permitido que en 2021 se hayan botado otros dos, quedando sólo uno por tocar el mar. Mientras la factoría de Puerto Real (donde no han faltado las movilizaciones) continúa todavía esperando para comenzar la construcción del prometido BAM-IS para la Armada española, después de que el pasado junio el Ministerio de Defensa diera luz verde al respectivo expediente.
Más allá de la Bahía gaditana, tras entregar a la Real Marina Australiana un tercer destructor AWD, NUSHIP Sydney, en septiembre partió desde Navantia Ría de Ferrol hacia Australia el NUSHIP Supply, el primero de los dos buques logísticos (AAOR); en mayo de 2021 partió el segundo, NUSHIP Stalwart. Y en Cartagena, finalizaron con éxito las pruebas finales de desarrollo del sistema de Propulsión Independiente del Aire (AIP) de la clase de submarinos S-80 para la Armada española y se avanzó en la construcción del primero, el S-81, puesto a flote en 2021.
DOS DÉCADAS PARA ALCANZAR LA “NEUTRALIDAD DE CARBONO”
Por otro lado, estos días la compañía ha anunciado que ya está elaborando una estrategia para alcanzar la “neutralidad de carbono” en su actividad en el año 2040, para así contribuir al objetivo, fijado en el Pacto Verde Europeo y en la Ley de Cambio Climático española, de descarbonizar la economía no más tarde de 2050. Encargará (a una empresa externa) un diagnóstico de sus necesidades energéticas y una hoja de ruta con hitos concretos; para ello tiene reservada una partida de 300.000 euros.
La apuesta por la neutralidad en las emisiones de carbono se enmarca también en el Plan Estratégico de Navantia 2018-2022. Está vinculada, asimismo, “a las exigencias regulatorias nacionales e internacionales, a los requisitos de sus clientes y a una creciente conciencia social”.
Para contribuir al cumplimiento de esos objetivos, ha dado ya los primeros pasos para dotarse de un modelo energético basado en el ahorro de energía, en la eficiencia energética y en la generación distribuida de energía a partir de fuentes renovables en instalaciones individuales o colectivas localizadas en puntos cercanos a su consumo y con un modelo de negocio complementario con esta estrategia.
Así, el compromiso por la sostenibilidad se traduce en nuevas líneas de negocio para impulsar las energías verdes (principalmente la eólica marina) y en una apuesta por el ecodiseño de productos y la economía circular. En 2020, Navantia valorizó el 81% de sus residuos, por encima del nivel de 2019 (66%).
Además, la compañía cuenta con una política de medio ambiente y una política de responsabilidad social corporativa que incluye como compromiso explícito la reducción la huella de carbono y la promoción de iniciativas para su compensación. En 2020, la energía eléctrica consumida en los núcleos geográficos de Bahía de Cádiz, Ría de Ferrol y dársena de Cartagena fue de origen renovable. El consumo por hora trabajada se redujo a 5,37 kilovatios hora.
Navantia mide sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) desde 2018 y en 2020 se inscribió en el Registro de huella de carbono, compensación y proyectos de absorción de dióxido de carbono del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico. Ahora, quiere dar un paso más y realizará un diagnóstico detallado de sus necesidades energéticas, analizando los distintos usos y combustibles, así como sus instalaciones y procesos generadores de gases de efecto invernadero.
A partir de ese análisis de las necesidades energéticas actuales y futuras, el potencial de las energías renovables y medidas de eficiencia energética y compensación, Navantia establecerá una hoja de ruta de descarbonización en el año 2040.