Nuestra Bahía de Cádiz despide un 2021 marcado, como en medio mundo, por una pandemia que se resiste a perder protagonismo, cada vez menos mortal (gracias a la vacunación que en una primera ronda ya ha llegado a alrededor del 85% de los gaditanos mayores de 5 años de edad) y parece que más naturalizada y asumida ante la relajación de medidas de la llamada ‘nueva normalidad’ y la explosión de contagios que ha traído consigo, como era de esperar, el mes de diciembre y sus aglomeraciones consumistas, festivas y familiares.
Pero más allá del bicho, se va un año con otros nombres y hechos particulares en nuestro ámbito de cobertura y obsesión, los siete municipios mancomunados de la Bahía, empezando por los trabajadores del metal, su lucha (mediática y criminalizada) por un convenio digno (o al menos, su cumplimiento), y la represión policial como respuesta (quedará para la intrahistoria la intimidante tanqueta paseándose por el Río San Pedro) y aviso a navegantes con detenciones a posteriori; el insalvable cierre de Airbus Puerto Real pese a los beneficios millonarios del gigante aeronáutico y con el beneplácito de sindicatos mayoritarios en Madrid y del Gobierno central planteando como alternativa asumir las instalaciones para crear un centro 4.0. (que en esencia es la misma idea que viene vendiendo la Junta de Andalucía con su CFA que nunca termina de concretarse); la cementera Holcim en Jerez presentando un ERE, quedándose reducida a fábrica de molienda; las botaduras en el astillero de San Fernando de las tres corbetas restantes para Arabia Saudí (monarquía absolutista que no respeta los derechos humanos con la que Navantia sueña con seguir firmando contratos), que además habría amarrado la construcción de un patrullero de altura para Marruecos, mientras Matagorda se queda casi sin faena propia a la espera de cortar chapa para el prometido y ya confirmado BAM-IS para la Armada española, y la factoría de Cádiz vuelve a llenar sus diques con la reparación de cruceros, tras reactivarse el sector paralizado durante los meses más duros de Covid-19. Una empresa naval estatal que ha rescatado del ‘naufragio’ el malogrado Parque de la Historia y el Mar en San Fernando (en el que se derrocharon unos 10 millones de dinero público), con el uso de las instalaciones como moderno centro de formación, inicialmente vinculado al programa de las corbetas.
VUELVE A HABLARSE DE LAS ALETAS
Un 2021 de cabalgatas de Reyes “estáticas”, sin carnaval en las calles (pero mucho contenido virtual; y el traumático anuncio de que el Carnaval de Cádiz de 2022 se aplaza a junio), sin procesiones de Semana Santa (aunque en cuanto ha decaído el estado de alarma han comenzado a salir santos de los templos con cualquier excusa), sin ferias de primavera, ni juanillos, pero sí con numerosos conciertos estivales (agrupados en festivales de cierto nivel), y un verano de estallido de turismo nacional en la zona.
Y con Amazon levantando una nave logística en El Puerto; Primark anunciando que abriría tienda en Bahía Sur (que sorpresivamente no ha estado lista para estas navidades), centro comercial en San Fernando que continúa rellenando los huecos que dejó la huida de El Corte Inglés, y que sospecha futura ¿competencia? en la entrada de La Isla por la capital, en los suelos de Janer, donde comienza a prepararse el terreno para la implantación de otra gran superficie comercial (donde se dijo que iría un polígono industrial…); el puerto de la Bahía de Cádiz sigue ganando músculo gracias al renacido tráfico de contenedores (mientras no termina de inaugurar su nueva mega-terminal) al tiempo que se resigna al estancamiento del trasiego de graneles en La Cabezuela; la Zona Franca de Cádiz presume de actividad comercial y de colmar de actividad sus equipamientos, aunque no sabe qué hacer con los suelos de Altadis incorporados al recinto fiscal, comprados en el pasado a la ligera; y otra vez suena el proyecto logístico de Las Aletas (rebautizado como Lógica, y redimensionado tras los varapalos judiciales), después de acordarse recientemente el pago de las expropiaciones que permitirá avanzar un pasito en esta eternizada idea que promueven sin prisas Junta y Estado (que prometen alegremente que generará unos 3.000 empleos).
También se recordará este año que se va como aquel en el que los principales partidos de la provincia ‘coronaron’ a sus nuevos líderes, cada uno con sus propias luchas internas, sobre todo entre los socialistas: el PSOE estrena a Juan Carlos Ruiz Boix como secretario general, el PP a Bruno García e Izquierda Unida renovó su coordinación con Jorge Rodríguez. Todo ello en un contexto en el que las elecciones andaluzas se sabe que serán en 2022 y muy probablemente unos meses antes de lo que deberían, y en el que mientras la derecha y ultraderecha (ya casi ni se distinguen) se adivinan fuertes (y Ciudadanos está en fase de estertores premorten), en el tablero a la izquierda del PSOE sólo hay división y recelos, después de que Podemos e IU se vengaran en el Parlamento de Teresa Rodríguez y sus diputados afines, de que esta refundara la marca Adelante Andalucía (al tiempo que en los ayuntamientos de la Bahía donde existía dicha coalición previa, concejales morados e izquierdistas han ido distanciándose de los anticapitalistas), y de que Más País (el partido madrileño de Errejón) haya bajado al sur para coaligarse entre otros con AxSí (los ex del extinto PA) y crear algo llamado Andaluces Levantaos.
CHICLANA Y EL PUERTO SIN PLAN GENERAL
Sobresale igualmente en este 2021 en el que el segundo puente sobre la Bahía vivió las primeras manifestaciones de su corta vida, coincidiendo con el Primero de Mayo y pese a los obstáculos del subdelegado del Gobierno tumbados por la justicia; y en el que el tranvía metropolitano tampoco entró en servicio (ahora la promesa se traslada a 2022, quizá poco antes de las elecciones andaluzas, quién sabe…); las nada sorpresivas anulaciones de los planes generales de El Puerto de Santa María (donde al fin ha salido adelante el Peprichye para “impulsar el centro”; y se ha enterrado el ruinoso parking de Pozos Dulces, con la obra a medias) y de Chiclana, mientras San Fernando ya piensa en actualizar el suyo para adaptarlo “a los nuevos retos”; el Ayuntamiento de Puerto Real ha logrado aprobar un presupuesto municipal siete años después; el Ayuntamiento de Rota ha vuelto a recibir una compensación económica por la servidumbre de la Base Naval (instalaciones que acapararon los focos durante días al acoger transitoriamente a más de 2.000 refugiados afganos tras la huida de EEUU del país y la vuelta de los talibanes); el Ayuntamiento de Jerez (el que, sobre el papel, parece estar exprimiendo mejor y con más agilidad que ninguno los fondos europeos de la EDUSI) sueña con un ambicioso Centro Tecnológico de Innovación del Motor al calor del circuito de velocidad; el Ayuntamiento de Cádiz, mientras sugiere que podría ser la sede perfecta del Tribunal Constitucional si saliera algún año de Madrid, continúa sin poder renovar su contrata de basuras entre adjudicaciones temerarias y recursos de las empresas licitantes; el Ayuntamiento de Chiclana saca pecho por ser de las pocas localidades de la comarca que crecen en población sin titubeos; y el Ayuntamiento isleño al fin ha podido reabrir (sin corte de cinta oficial) el rehabilitado Consistorio (al que ya se le está cayendo la pintura de la fachada) e inaugurar su “nueva” playa de Camposoto, y el perseguido Museo Camarón. Eso sí, la estatua franquista del caballo de Varela sigue presidiendo la plaza del Rey, y la obra de la “transformación” de La Magdalena para crear un parque gigantesco continúa demorándose sin explicaciones (se preveía comenzar los trabajos tras el verano).
Adiós a un año en el que el Hospital Puerta del Mar de Cádiz se llevó un gran susto por el incendio intencionado en una de las habitaciones, y en el que se han implantado tornos para “controlar” el acceso; año en el que se ha logrado regular de alguna manera la implantación desenfrenada de pisos turísticos en el casco histórico de la ciudad, y en el que se puso fin a la Corrala de la Bahía después de que la empresa propietaria de este bloque de viviendas en la capital ocupado desde 2015 pagara a las familias que todavía residían en el mismo para que se marcharan; año en el que la Ciudad de la Justicia de Cádiz se otea algo más cerca en el horizonte, allá por 2027, como pronto, tras veinte de dimes y diretes; año en el que se aplazó otra vez por la pandemia la Gran Regata pero sí se pudo celebrar, y con insospechado éxito, la SailGP, una competición de vela internacional novedosa y desconocida que Cádiz peleará por que repita en sus aguas cada temporada; año en el que el Cádiz CF de Cervera pudo celebrar quedarse en Primera, con holgura, con su presidente pensando en levantar un nuevo estadio propio que no cabe en la ciudad, y el Carranza, de titularidad municipal, rebautizado como Nuevo Mirandilla por votación popular (aunque participaron apenas mil vecinos). Cumpliendo igualmente las leyes de Memoria Histórica, la ciudad se ha liberado de muchas calles todavía con tufillo franquista, y le ha retirado honores a otros tantos, entre ellos a José María Pemán. Y claro, la derecha local y de más allá, ha puesto el grito en el cielo; de hecho, la Junta de Andalucía con dinero de todos llegó a organizar un acto en el Oratorio de San Felipe para blanquear su papel como promotor e ideólogo del golpe de Estado de 1936.
ASOMA EL TEMPLO DE MELQART
Se despide el año en el que las administraciones se han decidido a impulsar el prometido y atascado durante años nudo de Tres Caminos (otra vez…), la candidatura de Jerez a Ciudad Europea de la Cultura en 2031, y sobre todo, porque está más cercana, la candidatura de Cádiz a sede del Congreso Internacional de la Lengua Española en 2025, proyecto arropado además por el aliento de cientos de asociaciones, colectivos y entidades. También ha sido el año en el que ha estado de actualidad el mítico templo de Hércules Gaditano, llamado Melqart en tiempos fenicios, ante sendas investigaciones que tratan de localizarlo en San Fernando bien en el Cerro, bien en la Punta del Boquerón.
Y por supuesto ha sido un año en el que no ha decaído en Cádiz la lucha por la educación pública (no cesa el cierre de unidades con la excusa de la baja natalidad, mientras no se tocan los conciertos con la privada ni se bajan los ratios) y la sanidad pública (que acaba 2021 un poco más desmantelada, con profesionales contratados meses atrás en la calle, y con los centros de salud colapsados como nunca, convirtiéndose la simple solicitud de cita previa en toda una odisea; mientras el cinismo político de quien manda ahora repite como papagayo que se maneja un presupuesto “histórico”).
Un año también con nombres y apellidos, como los del puertorrealeño Gonzalo Hermida que en enero peleará en el Benidorm Fest con artistas como Rayden, Rigoberta Bandini, Sara Deop o Azúcar Moreno por estar en mayo representando a TVE en Eurovisión; el fotógrafo jerezano Emilio Morenatti, premio Pulitzer por sus fotografías de la pandemia; o el lebrijano Juan Cala, defensa cadista que tuvo que defenderse de un insulto racista que nunca profirió a un jugador del Valencia.
Y en el capítulo de despedidas, este 2021 ha habido que lamentar la muerte de carnavaleros como Paco Rosado y Antonio Cantos ‘Caracol’; de uno de los grandes luchadores por los derechos de los migrantes en la provincia, el cura Gabriel Delgado; y de escritores como el jerezano José Manuel Caballero Bonald o la madrileña (y casi roteña), Almudena Grandes. DIARIO Bahía de Cádiz Dany Rodway