Una ópera con todos y para todos. Así se define la ópera ‘El diluvio de Noé’ de Benjamín Britten que se pone en escena este fin de semana, los días 20 y 21 de abril, en el Teatro Villamarta de Jerez. Esta producción del propio coliseo gaditano implica a colectivos educativos, culturales y de integración y aborda el título operístico del compositor con un enfoque más actual.
Es además el colofón a la temporada lírica del Villamarta, una obra que “acerca la ópera de una forma divertida y amena a todos los públicos pero, especialmente, a los jóvenes; un proyecto participativo e inclusivo que no sólo incluye a la faceta musical e interpretativa, sino que se extiende al ámbito creativo relacionado con la escenografía y vestuario”. De este modo, la obra se ha construido con la colaboración de los jóvenes, alumnos de música, danza, arte y miembros de formaciones corales de la ciudad.
Eduardo Aguirre de Cárcer, director de escena, explica que su puesta en escena propone “una vuelta de tuerca” al mito del diluvio universal. Así las cosas, su visión de la obra de Britten plantea una obertura inicial -de unos 20 minutos de duración- para presentar una realidad con los suficientes argumentos para suscitar el enfado divino. Esos argumentos se sustentan en la degradación medioambiental de la naturaleza, una degradación que también se extiende a las relaciones entre los seres humanos. “El Diluvio, como tabula rasa, regenerará a la humanidad y a la naturaleza”, añade el máximo responsable escénico en la nota remitida a DIARIO Bahía de Cádiz.
Ese nuevo enfoque fue trasladado a los colectivos participantes para que “cada cual aportara su perspectiva”, apunta Eduardo Aguirre de Cárcer. A este respecto, hace hincapié en el “grado de generosidad e ilusión tanto de los niños y jóvenes como de las instituciones involucradas”.
Este montaje “dejará un poso indeleble en espectadores y participantes”, además de servir de impulso “a nueva nueva generación de músicos, cantantes, bailarines, escenógrafos, etc.”, entiende el director de escena.
Sobre la partitura de Britten y los textos recogidos por el compositor británico, asegura que el resultado es “una obra de arte extraordinaria, de una gran efectividad musical y actoral”. Y rechaza la idea de que ‘El diluvio de Noé’ sea una ópera infantil, puesto que “su contenido es profundo”.
“DILUVIO DE SINERGIAS”
Por su parte, José Miguel Román, que debuta como director musical, señala que la puesta en escena de este título operístico lleva implícita la palabra “sinergia, un término que me encanta”. Sinergías que, en su opinión, han recorrido todas las direcciones posibles “en un proyecto con tantas patas”.
Desde el punto de vista musical, a los 14 profesores de música que forman parte de la orquesta se suman casi 40 músicos amateurs previamente seleccionados. “El hecho de tocar juntos ha generado un proceso de reatroalimentación. Cuando veo esto se me escapa una sonrisa: la música compartida es mucho más”, precisa.
Además de los cantantes solistas, los directores de escena y musical y el equipo técnico del coliseo jerezano, participan como grupo de animales alumnos de la Escuela de Música y Danza Belén Fernández, la Escuela de Música y Danza Musicry y el Conservatorio de Música Joaquín Villatoro; harán de Congregación miembros del Taller de Música Copad de Afanas y del Coro Teatro Villamarta, además de su formación coral joven; colaboran en labores de escenografía y vestuario alumnos de la Escuela de Arte de Jerez y el IES La Granja. A ellos se suma el centro de Upace, cuyos alumnos harán un mural photocall inspirado en esta obra operística, que podrá verse en el vestíbulo.
Los cantantes Ángel Rodríguez y Leticia Rodríguez, junto al actor Felipe García Vélez, interpretan los papeles principales. El elenco solista lo completan personas que han sido seleccionadas tras un proceso de audición.
Para la realización de esta ópera estrenada en 1958, Benjamín Britten se basó en uno de los misterios medievales puestos en escena en la ciudad inglesa de Chester. Estos misterios fueron interpretados por gentes sencillas. Las partes vocales infantiles eran cantadas por coristas de la iglesia local o la catedral. Cada gremio de artesanos realizó una obra del ciclo desde lo alto de un carro. El conjunto de carros, a modo de desfile, se desplazaba de un lado a otro de la ciudad, con el fin de que el público de todas las zonas pudiera contemplar las representaciones.