FUERA DE CARTA
El guitarrista Wolfgang Weigel (Alemania, 1950) acaba de publicar su versión sobre parte de la obra de Antonio Ruiz-Pipó (Granada, 1934-1997), de quien interpreta en su álbum Obras para Guitarra nº 2, una cuidada selección de obras para guitarra a solo.
En la página personal del intérprete wolfgangweigel.de se indica que lleva más de cinco décadas comprometido con la guitarra clásica española. Su interés particular se concentra en la música española del siglo XX, especialmente desde los músicos de su generación a los compositores actuales. Su amistad con compositores como Antonio Ruiz-Pipó, Carlos Cruz de Castro, Tomás Marco, Zulema de la Cruz, David del Puerto y muchas otras figuras emblemáticas de la escena musical contemporánea, le ha convertido en un auténtico testigo del panorama musical español de la última época. Ecos de sus conexiones son las numerosas composiciones que los músicos españoles le han dedicado, entre ellas varios conciertos para guitarra y orquesta, música de cámara y piezas para guitarra solista.
La amistad de Wolfgang Weigel con Antonio Ruiz-Pipó comenzó en 1992 y duró hasta la muerte del músico español en 1997. Juntos, colaboraron en una revisión de las obras completas de guitarra de Ruiz-Pipó para una nueva edición crítica planificada. En 1995 Ruiz-Pipó compuso su Concierto de guitarra nº 3, dedicándolo a Weigel inicialmente, pero pocos meses antes de su estreno en 1997 murió el guitarrista español Narciso Yepes, por lo que la dedicatoria cambió a “En memoria de Narciso Yepes”. Desafortunadamente, la temprana y prematura muerte de Ruiz-Pipó en octubre de 1997, justo antes del estreno del Concierto nº 3, dejó sin terminar muchos proyectos de colaboración entre Ruiz-Pipó y Weigel.
Antonio Ruiz-Pipó obtuvo en 1949 la beca Manuel de Falla concedida por el Ayuntamiento de Granada, su ciudad natal, y estudió en Barcelona, donde se integró en el Círculo Manuel de Falla, grupo que caracterizó una época (1947-1957) importante en la historiografía musical española. El grupo se caracterizó por difundir una música renovada, diferente y divergente con la tradición nacionalista. El Círculo Manuel de Falla también se encargaba de ofrecer conciertos integrados por composiciones de autores extranjeros, organizar conferencias y debates en torno a la música. Ruiz-Pipó fue uno de los miembros más jóvenes de este grupo, del que se separó en 1951 para ir a estudiar a París, donde se afincó definitivamente -en 1979 consiguió la nacionalidad francesa-. Sus trabajos como intérprete de piano, musicólogo y como docente primaron sobre su faceta como compositor, por lo que su obra no es extensa. El catálogo del compositor contiene piezas para piano y guitarra, muchas de ellas con orquesta. A pesar de que era un pianista profesional con un amplio repertorio, cuando se trataba de componer su enfoque principal era la guitarra, por dos razones superpuestas: en primer lugar, pensaba en ella como una de las fuentes de la música española; y en segundo lugar, estaba muy familiarizado con el instrumento, que tocó en su juventud.
Andrés Ruiz Tarazona afirmó que Ruiz-Pipó poseyó siempre un claro dominio de la escritura instrumental, sobre todo en sus obras para piano y para guitarra, además de un claro sentido de la forma, y calificó de excepcional calidad las composiciones de Ruiz-Pipó de los últimos años de su vida.
Precisamente Otoñales, con la que se inicia este álbum de W. Weigel, es una composición de esta época, en la que integra pequeñas piezas dedicadas a sus amigos. Por su textura y connotaciones destaco Otoñales nº 2, dedicada a Domingo y Vicenta Tárrega, que en su breve desarrollo contiene claras referencias melódicas y técnicas a Recuerdos de la Alhambra de Francisco Tárrega y al Falla del Amor Brujo. Antonio Ruiz-Pipó fue un devoto de la obra de Albéniz y Falla, especialmente de este último, y también de la música antigua española, a la que tenía admiración y dedicó también composiciones-homenajes.
Otoñales funciona como cinco homenajes diferentes. El tema de los homenajes juega un papel destacado en la obra de Antonio Ruiz-Pipó. El acto de vincular una composición a una personalidad de su círculo de amigos, o del grupo de compositores que veneraba, parece que le estimulaba en su proceso creativo.
Canciones y danzas son también un homenaje a Federico Mompou y a su ciclo homónimo de piezas para piano. Como las del músico catalán, la composición abarca un amplio intervalo temporal; Ruiz-Pipó inició la serie en 1956 y dejó inacabada la última composición, por su muerte en 1997. En este álbum quedan registradas las primeras canciones y danzas, que se integran en el período más estrecho de composición de estas piezas, 1956-1960.
La Canción y Danza nº 1 de Ruiz-Pipó figura entre las obras indiscutibles del repertorio para guitarra de la segunda mitad del siglo XX y en cierta forma la fama de esta obra ha oscurecido el resto de sus composiciones para guitarra. Ignacio Yepes Szumlakowski ha revelado la inmensa colaboración entre Narciso Yepes y Ruiz-Pipó y ha proporcionado multitud de notas de revisiones que Yepes realizó a petición del compositor en sus obras para guitarra. Es singular el caso de Canción y Danza nº 1. De inicio estuvo escrita para piano, pero cuando Ruiz-Pipó tocó al piano para Yepes la “Canción y pequeña danza (ritornello)” que había compuesto al piano y dedicada “a Goran Rostad” (la Canción) y “al Excmo. Duque de Baena, embajador de España en Holanda” (la Danza), se dieron cuenta enseguida de que esa pieza tenía que ser para guitarra.
Las canciones y danzas siguen ancladas en el neoclasicismo de primeros de siglo XX y quizá por la distinguible base tonal. el contraste anímico entre las dos partes de la composición, y la exigencia interpretativa es una de las obras preferidas en los conciertos de guitarra a solo.
No puede decirse que Ruiz-Pipó sea un “rompedor” en términos de creación musical (no tiene nada que ver con la avant-garde musical), pero sus piezas entrañan complejidad en muchas direcciones. Se diría que es una obra poética en guitarra. Dicho en palabras de Tomás Marco: Ruiz-Pipó fue un artista altamente individual, riguroso, expresivo y capaz de desarrollar procesos armónicos y formales extremadamente complejos a la vez que les daba una apariencia de máxima simplicidad. A este respecto, Weigel expresa que Ruiz-Pipó exige un compromiso supremo y la concentración tanto del intérprete como del oyente. Cualquier intento de ejecutar sus piezas utilizando métodos virtuosos estereotipados, ya sean digitaciones particulares o técnicas de rasgueo, está condenado al fracaso. Cada nota, cada tema, cada frase necesita ser elaborada con herramientas especialmente seleccionadas para el propósito; cada articulación, cada elemento de fraseo, toda su retórica musical, de hecho, tiene que ser analizado y elaborado de acuerdo a su estructura y carácter individual, como la poesía. Esta es la única manera de resaltar el estilo característico del lenguaje musical de Ruiz-Pipó, para asegurar que sea escuchado y reconocido. Si se hace con éxito, se nos presenta una riqueza casi homérica de personajes, todos con sus propias historias que contar.
El álbum concluye con los Preludios a Obara, un ciclo de siete piezas escritas en los 70 y dedicadas al guitarrista japonés Yasumasa Obara (1914–1980), conocido también por su trabajo como profesor de guitarra. No es casualidad que un gran número de las obras de Ruiz-Pipó para la guitarra se escriban como preludios, es decir, piezas de fantasía libre con las que parece producir retratos musicales de sus amigos y compañeros y así expresar su afecto y estima por ellos. Entre los músicos homenajeados de esta manera se incluyen guitarristas como Narciso Yepes, Alberto Ponce y Yasumasa Obara, músicos cercanos al compositor, de quien regularmente interpretaban sus obras. Como se mencionó antes, Ruiz-Pipó incluso se atrevió a contar con la visión de Narciso Yepes en piezas dedicadas a otros guitarristas. Es el caso de los Preludios compuestos para el japonés Yasumara Obara que se los envió a Yepes con la siguiente confesión: “Sabes bien Narciso que, aunque Obara sea el dedicatario de estos Preludios, tú tienes siempre la majestad de todo lo que para guitarra, bien o mal, yo puedo [hacer] o haya hecho”. DIARIO Bahía de Cádiz
Ficha del álbum: Antonio Ruiz-Pipó – Obras para guitarra nº 2. Sello: Naxos. Intérprete: Wolfgang Weigel. Lista de títulos: Otoñales (1994): Otoñal nº 1 (dedicado a Olivier Chassin) (2:04) / Otoñal nº 2 (a Domingo y Vicenta Tárrega) (1:17) / I Otoñal nº 3 (a Eric Marchélie) (3:04) / Otoñal nº 4 (a Gérald Hugon) (2:22) / Otoñal nº 5 (a Mauro Storti) (1:54) – Canciones y Danzas (1956-1997): Canción y danza nº 1 (4:02) / Canción y danza nº 2 (4:52) / Canción y danza nº 3 (4:04) / Canción y danza nº 4 (5:41) – Preludios a Narciso Yepes (1976): Preludio nº 1 (1:51) / Preludio nº 3 (3:10) – Preludio nº 10 (1978) (3:11) – Preludios a Obara (1970-75): Preludio nº 1 (3:16) / Preludio nº 2 (2:32) / Preludio nº 3 (2:43) / Preludio nº 4 (2:56) / Preludio nº 5 (2:04) / Preludio nº 6 (2:09) / Preludio nº 7 (1:56)