Si visitas la ciudad de Cádiz una vez, siempre acabas volviendo. Me pasó a mí. Llegué buscando esas playas de las que todo el mundo habla y me quedé atrapada en su encanto. Sus callejuelas son laberintos donde perderse es un placer. Plazuelas escondidas, casas con fachadas desconchadas por el salitre, la ropa secándose en los balcones. Te sientes un poco intruso, espiando la vida real de la ciudad.
De repente, desembocas en la Alameda Apodaca, con sus vistas al mar, y ahí te cambia el humor. La luz parece más intensa, y el olor a sal y a pescaíto frito te abre el apetito. Te recomiendo seguir el paseo hasta la playa La Caleta y caminar descalzo por la orilla. Eso sí, no te puedes perder el tapeo, que en mi opinión, es lo mejor de esta ciudad. Te sientas en cualquier terracita de La Viña, pides una caña bien fría, y a disfrutar de las delicias del mar.
No te vayas sin probar las ortiguillas, ¡son un vicio! Y si dejas hueco, un poco de cazón en adobo. Eso es Cádiz, sabor y alegría a raudales.
La Catedral como la principal maravilla arquitectónica de Cádiz
La Catedral de Cádiz podría ser tarjeta de visita de la ciudad. No importa dónde estés, siempre la ves asomando con sus cúpulas doradas. Es como un faro, desde la playa la distingues brillando al sol. Y te cuento, tiene su historia: empezaron a construirla allá por el siglo XVIII y resulta que tardaron un montón, ¡más de cien años en terminarla! Por eso mismo tiene una mezcla de estilos, un poco de barroco, otro poco de neoclásico. La verdad es que se armó un buen lío de influencias arquitectónicas.
Pero eso sí, al final quedó imponente. Aunque yo a veces pienso, ¿sabes que tenían pensado hacer una torre más alta que la Giralda de Sevilla? ¡Imagínate! Al final no se pudo, problemas de dinero, pero a mí me gusta pensar como hubiese quedado con esa torre gigante. Hubiera sido un espectáculo.
Lo mejor de todo es adentrarse en las callecitas y colar la mirada en los patios interiores de las casas. Ahí sí que ves la verdadera Cádiz: fachadas de colores suaves, macetas por todos lados, los vecinos que todavía no han sido expulsados en su día a día. Es el tipo de arquitectura que no te deja boquiabierto desde abajo, sino que te invita a meterte en ella y sentir su ritmo.
Las torres vigía también me fascinan. Es increíble como las ves por todas partes con sus diferentes alturas y formas. Unas más redonditas, otras casi cuadradas. A veces están encaladas de blanco y destacan muchísimo y otras son más austeras, como de piedra gris. Lo que tienen en común son esas siluetas tan características.
Respecto a los baluartes y las murallas, es brutal lo imponentes que son. Vas caminando y de repente te encuentras con esos muros altísimos, con arcos, garitas. A mí me transportan a otra época, cuando eran imprescindibles para la protección de la ciudad. Y me gusta mucho el contraste de esos muros de piedra contra el mar, el perfil de Cádiz a lo lejos, es súper pintoresco.
Y ya centrándome en la Iglesia de Santa Cruz, me llama mucho la atención la sobriedad de su arquitectura. Nada de grandes ornamentos como la Catedral, es mucho más simple. Pero no te confundas, esa sencillez tiene fuerza, con arcos tan puros y la piedra vista. Es una joya para los que disfrutamos de verdad esos detalles.
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Cádiz también tiene una cara más moderna. Se nota en su animada vida nocturna y en los servicios orientados al turismo que encontrarás por toda la ciudad. Incluso hay varios casinos modernos que dan fe de esta transformación.
Grandes marcas mundiales de casinos están presentes, ofreciendo juegos en vivo en HD a través de internet. Los avances tecnológicos en los juegos en línea están acercando al público responsable la experiencia de los casinos online a la de los casinos tradicionales. Esto permite a las marcas globales competir con los establecimientos locales. Cádiz, al final, va mucho más allá de sus edificios.