Cuando pensamos en un producto luminoso como las pulseras, barritas, gafas o pajitas solemos preguntarnos si al utilizarnos ponemos en peligro nuestra salud ya que en realidad no somos capaces de entender a ciencia cierta cómo se consigue ese color tan resplandeciente sin hacer uso de productos corrosivos. Además de que en muchos casos solemos asociarlos con colores similares a los de los productos radiactivos y es cierto que, pese a saber que en ningún caso se podrían en venta productos radiactivos, el color nos suele tirar para atrás al asociarlos con ellos.
Pues bien, para dejar claro que en muchos casos estos productos no son corrosivos es interesante entender cómo se consigue que el color de estos productos sea tan resplandeciente y dure durante tanto tiempo. Los productos de esta índole funcionan gracias a una reacción química denominada quimioluminiscencia. En materia científica esto hace referencia a una reacción exotérmica (que desprende calor) que se consigue gracias a la unión de dos o más sustancias, en este caso del peróxido de hidrógeno, que funciona como activador, y del éter fenil oxalato junto a un fluorescente que es el encargado de otorgar el color que buscamos.
En su aplicación en los productos luminosos esto se consigue gracias a la barrita que contienen en su interior, que a su vez guarda el líquido activador que al entrar en contacto con el éter y el componente fluorescente cuando se rompe la barrita, se produce la mezcla que hace que se iluminen. Es por eso que, si hemos utilizado alguna vez algún producto de este tipo se nos recomienda zarandear de manera efusiva durante unos segundos para conseguir que la reacción se produzca de la manera deseada y se consiga repartir de manera homogénea el color.
Estos componentes no suponen en ningún caso, siempre que el producto cumpla con la reglamentación requerida por los organismos reguladores del país en el que se vendan, un riesgo para la salud de quienes lo utilicen. En este sentido es muy importante tener en cuenta que si la barrita se rompe y el producto sale de su contenedor externo y toca nuestra piel o ropa, con un simple lavado con agua y jabón conseguiremos limpiar la zona manchada. Pero por supuesto, no hay que entrar en pánico sino que simplemente se han de conocer las recomendaciones para su uso. De la misma manera que con champús o con productos de limpieza no corrosivos ni tóxicos, si el líquido fluorescente entra en contacto con los ojos, limpiarlos con abundante agua es la acción más inmediata que pueden tomar, así como acudir al médico en el supuesto de que el picor o incomodidad no haya desaparecido.
Todas estas recomendaciones tienen un sentido, por un lado, es el de romper los mitos que hasta el momento vienen asociados con este tipo de productos, y por el otro, hacer entender que, pese a que este tipo de objetos tienen hoy en día un uso más normalizado, son conocidos por muchos gremios desde hace muchos años, con lo cual no son especialmente novedosos en distintos ámbitos.
En los años 70 fue cuando se empezaron a conocer las pulseras o barritas luminosas en el ámbito de la seguridad nacional y el ejército, especialmente en los EEUU. Éstos eran elementos fundamentales que facilitaban la geolocalización y la identificación de personas y miembros de las fuerzas en misiones en las que la luminosidad era escasa. Ya en los años 90 se empezó a normalizar su uso en ámbitos como el de las fuerzas armadas o los equipos de salvamento, ampliándose hasta inicios de este siglo, en los que se empezaron a aplicar en la pesca llegando hasta las aplicaciones más conocidas hoy en día, siendo elementos de decoración y atrezzo en fiestas y celebraciones. DIARIO Bahía de Cádiz
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