Si hace veinte años nos hubieran dicho que los imprescindibles teléfonos de casa o de la oficina verían el fin de sus días, no lo hubiéramos creído. Más allá, nuestro país ha estado plagado de cabinas telefónicas por todas partes, desde las que todos hemos llamado en alguna ocasión (y hemos perdido dinero en bastantes ocasiones, todo sea dicho).
La llegada de la telefonía móvil fue toda una revolución. Que cada persona pudiera tener un terminal en el bolsillo, era una especie de fantasía más propia de la ciencia ficción que de la realidad, pero poco a poco sin darnos cuenta, los teléfonos móviles han ido copando espacio en nuestras vidas e incluso sustituyendo a otros aparatos para los que el mercado y la historia deparaban un eterno lugar. Entre otros damnificados por el teléfono móvil se pueden enumerar: el GPS, los reproductores de música, las agendas telefónicas,…
Desde luego que J.R.R Tolkien casi hizo una predicción a la altura de Nostradamus, en cuanto a la tecnología se refiere: “un solo terminal para controlarlo todo”.
¿Qué nos depara el futuro de la telefonía? ¿Hemos tocado techo?
Ni mucho menos hemos tocado techo en cuanto a la telefonía móvil se refiere. Todavía existen retos tecnológicos que están por llegar y que ampliarán los servicios. La asignatura pendiente de la revolución tecnológica pasa por hacer llegar a todos estas nuevas prestaciones y aplicar lo que se ha venido a llamar “la democratización de la tecnología”. Esta democratización tecnológica pasa por que todos los usuarios tengan la posibilidad de acceder a la tecnología y a las llamadas.
La limitación de este objetivo es sin duda, la infraestructura. Desde hace unos años se viene señalando por expertos que, la llegada de estos servicios a medios rurales o de compleja localización pasa por la llegada de los llamados operadores virtuales que se sirven de las redes ya creadas y que las implementan para ofrecer los servicios ya existentes, pero posibilitando su acceso a más personas, bien por su precio o por la implementación de la tecnología.
De la misma manera que el teléfono móvil ha enterrado al fijo, las operadoras de telecomunicaciones se enfrentan al reto de adaptarse a la llegada de las operadoras virtuales que pueden ofrecer mejores precios por las mismas prestaciones. Este es el caso de Lebara, el principal operador virtual de nuestro país.
Según las opiniones de la operadora Lebara, de aquí a cinco años la extensión de los servicios de fibra óptica y de telefonía móvil se habrá multiplicado por dos en el territorio. Una correcta red de comunicación, no solo facilita la vida de las personas, sino que mejora la competitividad de un país. Una obligación con el crecimiento y la evolución de la sociedad.
Como ejemplo, podemos tomar los países asiáticos de Japón y Corea del Sur, donde el esfuerzo de sus gobiernos y las operadoras de telecomunicaciones para “cablear” todo el territorio, ha tenido como consecuencia un impacto directo y positivo en sus economías. Economías que suponen una enorme parte del PIB mundial y que amparan sus crecimientos en el desarrollo tecnológico y en la aplicación correcta de políticas de comunicación.
Si bien es cierto que no podemos poner a la misma altura los derechos básicos como la educación o la sanidad a la altura de las comunicaciones, no podemos olvidar que los esfuerzos por favorecer y potenciar las telecomunicaciones en cada región son también relevantes en lo económico y en lo social. No es posible, ni admisible permitir “apagones” tecnológicos en determinadas zonas geográficas que limitan las posibilidades de comunidad enteras.
Un esfuerzo conjunto entre operadores, gobiernos y empresas tecnológicas, junto con el enorme potencial de las tecnologías de comunicación virtual, pueden ser la solución a los problemas y retos técnicos que todavía nos quedan por ver. DIARIO Bahía de Cádiz
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