En el mundo aparentemente moderno en que vivimos, en pleno siglo XXI, siendo protagonistas de la llamada “era de la globalización”, donde todos tenemos acceso a la información y somos hombres y mujeres de mundo, donde abrimos la mente para viajar, aprender idiomas y conocer diferentes culturas y costumbres… paradójicamente padecemos una censura inconcebible en muchos aspectos… Entre ellos, la libertad sexual.
Parece que en el ámbito sexual estamos dando pasos hacia atrás. Todavía persisten tabúes y prejuicios anacrónicos en nuestras sociedades occidentales. Parece que hemos abierto nuestra mente, pero en torno a la sexualidad sigue existiendo un inmenso universo en la sombra. Paradójico. En Estados Unidos, en Europa, hay un pensamiento puritano muy fuerte. ¿Cómo es posible que con el boom de las nuevas tecnologías y la interconectividad se haya restringido y limitado la libertad sexual que comenzamos a reclamar el siglo pasado?
¿Por qué, por ejemplo, se censuran determinadas partes de la anatomía humana por obscenas, pero no se censura la violencia obscena de las noticias y las películas americanas? Quizás interesa generar miedo… Pero no olvidemos que nuestro cuerpo es nuestra esencia y el sexo forma parte de nuestra naturaleza, de nuestra identidad, de quiénes somos, y la necesidad de mantenernos políticamente correctos, incluso en los ambientes más informales, resulta terriblemente hipócrita.
Hace 30 años vivimos el destape, el comienzo de la reivindicación de la libertad sexual para las mujeres y se dieron los primeros pasos también en defensa del colectivo LGTBI. Sin embargo, en 2020 nos enfrentamos a casos mediáticos y no tan mediáticos generalmente ligados a episodios de violencia contra mujeres y personas LGTBI. ¿Por qué damos tanto protagonismo a la violencia? ¿Son las sociedades puritanas y represivas en las que vivimos una de las causas de tanta violencia en el mundo?
Porque, en definitiva, la desnudez es parte de nuestra esencia. Nuestros cuerpos desnudos somos nosotros, sin estigmas sociales, al natural, sin aditivos. El cuerpo desnudo es maravillosamente imperfecto. Y puede resultar excitante, sí, forma parte de nuestra sexualidad también. La desnudez es un estado y el sexo una transformación que nos permite ser mejores, nos reconforta y alivia, nos conecta. El sexo nos une y debería ser siempre una experiencia gratificante que nos ayudara a comulgar con los demás y con el mundo. El sexo libera y nos arranca de la cruda realidad… sea cual sea. Es vital para sobrevivir.
En este sentido, es tal la censura social que sufrimos, que son muchas las personas que recurren a recursos alternativos en los que sentirse libres y desarrollar su sexualidad con total normalidad, sea cual sea su orientación o deseo. Hay personas que acuden a locales de intercambio de parejas buscando un ambiente desinhibido y otras personas que buscan una satisfacción más inmediata, de forma proactiva. En este caso, en el sector se habla de un repunte de los llamados teléfonos eróticos.
El sexo telefónico gratis puede ser un recurso muy valioso para aquellas personas que viven con remordimiento y en silencio sus fantasías, que socialmente podrían ser tachadas de obscenas o perversas. En las líneas eróticas los juegos de rol son protagonistas de las situaciones más creativas y excitantes que podamos soñar. Porque cada persona es un mundo y nuestra imaginación no conoce límites. Por ello, las líneas calientes son cómplice habitual de los hombres insatisfechos, del morbo, del vicio inconfesable… Son llamadas eróticas de solo unos minutos en los que podemos, al fin, ser nosotros mismos sin miedo a ser juzgados ni culpados.
Porque, tristemente, la boca y los oídos se nos llenan de palabras de “libertad”, pero somos víctimas de nuestra propia hipocresía.