Se cumple ya un año desde el comienzo de una nueva devastadora ofensiva israelí contra el pueblo palestino ante un mundo ojiplático, pero incapaz de frenar tanta impunidad. Y en este contexto cada vez más caliente en Oriente Próximo, donde las víctimas son meros números deshumanizados desde la distancia, nace un libro que da voz a los más vulnerables y olvidados: los niños y niñas de Palestina.
Fermín Aparicio Sáez, junto con el prólogo de Yamil Mahmoud Abousada, presenta estos días ‘La infancia palestina. Hacia el final de las pesadillas. Relatos’, editado por Diwan Mayrit; una obra que se sumerge en la vida, sueños y sufrimientos de los menores atrapados en el fuego cruzado del conflicto israelí-palestino, ese eufemismo que te impone el relato mediático dominante para no llamarlo genocidio de un Estado sionista victimista amparado por EEUU que ocupa ilegalmente territorios, viola las normas más elementales del Derecho Internacional y los derechos humanos.
“Los medios, con el único fin de influir en el pensamiento de la sociedad, claro que nos condicionan, nos influyen, por eso debemos seguir hablando de los niños asesinados, denunciando que no estamos en una guerra, es un genocidio, es la consolidación del apartheid por motivos de raza y económicos que quieren disfrazar de guerra de religiones; es simplemente el quererse adueñarse de un territorio que no les corresponde para controlar el tráfico comercial de oriente hacia occidente. Lo disfrazan con la promesa divina de la tierra prometida, pero a su dios se le olvidó darles la escritura de propiedad”, reflexiona Aparicio para DIARIO Bahía de Cádiz, donde además es colaborador habitual.
DIECIOCHO RELATOS DONDE LA REALIDAD NO ES CASUAL
Así, el nuevo libro de este articulista residente en la capital gaditana no es solo una recopilación de historias, sino una puerta a las experiencias reales de más de una treintena de niños y niñas palestinos, cuyas vidas han sido marcadas por la guerra, la ocupación y la resistencia.
A través de dieciocho relatos conmovedores, Fermín Aparicio dibuja un mapa de emociones que invita a acompañar a Bara, Sana o Amal en su travesía por el norte y sur de Gaza en busca de una zona “segura”, un término que suena irónico en un lugar donde la seguridad es una ilusión distante.
Pero las historias no solo se limitan a los territorios ocupados. En esta obra también cruzamos fronteras físicas y simbólicas, conociendo como un niño palestino, como Hussein, puede nacer en Sudamérica, estudiar y crecer en Ramala y terminar licenciado en Cádiz; o a Karim y Kamal, niños nacidos en Madrid, nietos de un palestino al que una de las Nakbas trajo a España, que al cultivar tomates intentan saborear algo de la Palestina que les fue arrebatada a sus abuelos. Es en estos relatos donde la diáspora palestina encuentra una voz que resuena con el eco de la memoria.
Los relatos de Aparicio no se limitan a la tragedia. Aunque muchos transcurren entre la vida y la muerte, el autor ofrece también vislumbres de normalidad y cotidianidad. Murad y Zaid juegan al fútbol en Ein Samiya, mientras las estrellas caen sobre las montañas, y Najih, Iyad y Zahra bailan abrazados con la música de Omara Portuondo, mientras los ecos de un poema cubano resuenan en medio de la guerra. Estas imágenes, a pesar de estar rodeadas de violencia, se alzan como pequeños bastiones de esperanza, recordándonos que incluso en los escenarios más oscuros la vida sigue buscando su lugar.
Cada relato de ‘La infancia palestina’ está construido sobre hechos reales, documentados y arraigados en la verdad de sus protagonistas. Aunque algunos detalles han sido modificados por razones de seguridad, las historias conservan la autenticidad de las voces que narran.
Fermín Aparicio “consigue combinar la cruda realidad con elementos de ficción que permiten una mayor dramatización, logrando que el lector se sienta aún más cerca de esos niños, de sus miedos y sueños”, remarcan desde la editorial. De forma que “cualquier parecido con la realidad no solo es casual, sino que es intencionado”.
“LA SOLIDARIDAD SIGUE SIENDO LA TERNURA DE LOS PUEBLOS”
“Mi libro sin ser un libro de historia, si lo es de historias, historias de los perdedores, en este caso de niños y niñas palestinos, que viven, que luchan en condiciones como todo el mundo sabe al borde cada día de la muerte, pero que a la vez son testimonio de futuro. Solo por eso merece la pena ‘meterse en líos’”, anota el autor, admitiendo que “si fuera por ‘vender comercialmente’, ni yo escribiría ni seguro que tú serías periodista. No tengo nada contra la novela romántica, mientras sea buena, ni mucho menos contra la novela negra. Casi siempre la historia y las historias las escriben desde los vencedores, desde los ganadores, desde el poder”.
Y es que más allá de escritor y columnista (meses atrás publicaba ‘Boca a boca’ con la editorial Q-Book Cultura Integral; y hace una década coordinaba la publicación de ‘Sin somillas’ en Los libros de Umsaloua), Fermín Aparicio es activista, con la palabra, y movilizándose en la calle. Y tiene claro que desde Cádiz también “podemos hacer algo” por Palestina.
“Podemos hacer, podemos cambiar el rumbo de la historia, podemos denunciar y mostrar nuestra solidaridad tanto con la vecina del Pópulo que intentan echar de su casa para montar un piso turístico, como con un pueblo, el palestino, machacado desde 1947. No olvidemos que al final la vecina se quedó en su casa y aunque parece que nos pilla lejos en el tiempo, no hace tanto que EEUU fue derrotado en una guerra tan colonialista como el genocidio actual del pueblo palestino, en Vietnam. Y mucho tuvo que ver la movilización mundial al grito de ‘yankis go home’. Y es que, aunque parezca cursi, la solidaridad sigue siendo la ternura de los pueblos”.
“Claro que la suma de voluntades hace que las cosas cambien, que la historia cambie, y te lo dice alguien que lleva muchas ‘banderas rotas a la espalda’”, apostilla Aparicio, que con su nuevo libro ofrece un testimonio literario para quienes buscan entender una realidad compleja, devastadora y, sin embargo, llena de pequeños actos de resistencia y esperanza.