Al hablar de tarot se nos suele venir a la cabeza siempre la misma imagen. La de la pitonisa en una caravana de cíngaros que, tocada con un pañuelo en la cabeza y un gato negro en el regazo, despliega su arcana sabiduría ante un cliente aprensivo, con las cartas sobre la mesa camilla que los separa.
Algo queda de todo eso en las actuales formas de consultar el tarot, aunque cada vez menos. Aún vemos en algún anuncio del periódico o en uno de esos programas de la tele para noctámbulos a algún tarotista de aspecto estrafalario o alguna bola de cristal arrinconada tras el número de teléfono de rigor.
Ojo, que esto no es un alegato porque el tarot esté perdiendo todo su romanticismo ni nada parecido. Es una reflexión de media tarde acerca de cómo el tiempo, y en este caso la tecnología, cambian nuestra realidad sin ningún respeto por la tradición. ¿Vamos hacia un cambio de paradigma en la lectura del tarot?
La racionalización y la democratización del tarot
El tarot, como cualquier práctica adivinatoria (y como muchos oficios medianamente técnicos, en realidad), era en su origen un ámbito bastante hermético: pocos conocían el secreto de cómo leer el futuro, el presente y el pasado de un completo desconocido en las cartas. Que era cosa de magia se daba por sentado, para bien o para mal.
El primer paso para racionalizar el tarot lo dio el psicoanalista Carl Gustav Jung al relacionar las mancias con su teoría de la sincronicidad: dos eventos con un mismo significado pueden ocurrir al mismo tiempo y estar relacionados de manera no causal (es célebre su ejemplo del escarabajo de oro). Para Jung el tarot era, simplemente, una forma de conectar con el inconsciente colectivo.
Por otro lado, el acceso al tarot se ha facilitado enormemente con las nuevas tecnologías. Las caravanas cíngaras siempre han sido tan difíciles de encontrar… El teléfono (el invento del señor Bell fue en su día una nueva tecnología) está mucho más a mano, y del crossover entre ciberespacio y adivinación han surgido distintas variantes de tarot online, tarot por videoconferencia, hasta tarot en aplicaciones móviles.
El salto al do it yourself
Es decir, que el acceso al tarot es cada día más sencillo y económico para cualquiera. Al familiarizarnos con él le hemos perdido además el poco respeto que pudiéramos tenerle todavía: no es magia sino, en todo caso, una forma de analizar nuestra vida (que buena falta nos hace). Probablemente eso explica el nuevo auge que está viviendo el tarot telefónico y online.
A mayor demanda, mayor oferta. Cosas del mercado. Hoy todos podemos encontrar más información que nunca sobre el tarot, su historia, variedades, principios, tiradas, lectura… Los costes para abrir un gabinete de tarot telefónico (o sea, para comprar una línea 803) han caído en picado. O sea, que cada día vemos más y más personas lanzarse a la lectura del tarot.
Hoy, tener un ‘don’ se ha convertido en lo de menos para leer las cartas. Se trata de “tener mucha psicología”, como dice la sabiduría popular. Eso abre ante nosotros un horizonte completamente nuevo. ¿Llegará un día en que cada uno nos leamos las cartas a nosotros mismos? ¿Una especie de autopsicoanálisis místico masivo es posible?
En marcha hacia el autotarot
Casi podemos verlo: nos descargamos una App con varios mazos de tarot (que si el de Marsella, que si el de Thot) y posibles tiradas para elegir (que si la cruz céltica, que si la pirámide). Damos acceso a la aplicación a nuestros datos (esos que vende Facebook) y mediante un potente algoritmo… listo, a leernos el futuro a nosotros mismos.
Los escépticos dirán que echarse las cartas a uno mismo, siguiendo con la comparación con el psicoanálisis, es inviable, que si pudiéramos analizar nuestra vida para tomar decisiones sin ayuda el tarot no nos haría falta para nada. Seguramente tengan razón, pero normalmente nimiedades como la verdad no se interponen en el avance de la humanidad hacia la felicidad.
Hay quien dice que el tarot telefónico es un negocio con futuro. No está tan claro. Sí, la inseguridad personal (el factor determinante) sigue ahí y al alza, pero nuestro narcisismo y la tendencia a establecer vínculos exclusivamente virtuales son más potentes. El teléfono ha sido sólo el primer paso. Si la pitonisa y su gato levantaran la cabeza… DIARIO Bahía de Cádiz