La Universidad de Cádiz, pese a no ser de las más grandes ni prestigiosas del Estado español, un año más es de las universidades del país que más alumnado foráneo recibe: a lo largo del presente curso 2024/2025 será el hogar temporal de cerca de 1.000 estudiantes internacionales, entre Erasmus y visitantes.
De cerca de 40 nacionalidades, la mayoría procede de países europeos como Italia, Alemania y Francia, y desde el otro lado del charco, desde México. ¿Pero qué hace que este rincón del sur de España sea tan sugerente para los jóvenes de medio mundo durante su periodo de formación? Sin duda, es una combinación perfecta de historia, cultura y clima, entre otros atractivos más mundanos (el pescaíto frito, la seguridad, los carriles bicis, las fiestas…) la que hace que se planten con sus maletas en Cádiz. Y claro, antes de cualquier viaje es básico contar con más información sobre equipajes.
Y es que la capital gaditana (y su provincia, ya que la UCA se distribuye en cuatro campus en la propia Cádiz, Puerto Real, Jerez y Algeciras) ofrece una serie de fortalezas que destacan entre otras ciudades españolas y europeas: su rica historia (presume de ser la ciudad más antigua de Occidente), su inigualable patrimonio (con vestigios fenicios, romanos, musulmanes, de la época del comercio de Indias…), y su singular ubicación privilegiada rodeada de mar y un clima suave (ni mucho frío ni mucha calor, obviando las jornadas de levante tres palitos).
Además, en comparación con otras capitales, Cádiz resulta ser una opción algo más asequible para vivir que Sevilla, Madrid, Barcelona, París o Berlín, lo cual representa un aliciente clave para estudiantes con presupuestos ajustados; pese a que la imparable turistificación que también está sufriendo la ciudad va reduciendo las opciones de alojamiento de temporada e incrementando el precio de los alquileres.
Sin embargo, más allá de estos aspectos prácticos, lo que realmente hace especial a Cádiz, aunque suene a tópico, es su gente. Los gaditanos, sí, cada vez menos y más envejecidos (la gentrificación va expulsando a los vecinos de toda la vida de sus barrios, obligándoles a mudarse a otras localidades vecinas de la Bahía donde la vivienda es más asumible) son reconocidos por su cercanía, amabilidad y sentido del humor, una idiosincrasia (“la procesión va por dentro”, ya se sabe) que invita a muchos estudiantes-guiris a querer integrarse en la vida del gadita.
Cinco experiencias para “integrarse” en Cádiz
Para los Erasmus y visitantes que buscan vivir la “experiencia gaditana” plenamente durante su semestre de clases en la ciudad, hay ciertas vivencias que los sumergirán de lleno. Aquí te contamos cinco de las experiencias imprescindibles.
El Carnaval de Cádiz
Considerado de Interés Turístico Internacional (de hecho, tiene como reto que la Unesco lo declare Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, como ya lo logró el flamenco, las Fallas de Valencia o la fiesta de los patios de Córdoba), el carnaval gaditano más que por sus disfraces (llamados tipos, cuanto más caseros, mejor, nada de comprarlo en el ‘chino’ de abajo) o por derivar, como cualquier festejo popular masificado en un macro-botellón, despunta por su creatividad, por ser una fiesta viva en la que el gaditano (sea médico, juez, panadero, soldador en astilleros o parado) crea cada año una ‘obra’ distinta en base a músicas, letras, denuncia, ironía, sarcasmo, humor.
Todo ello reflejado en el carnaval más sinvergüenza, el callejero, y en el mediático y más constreñido Concurso de Agrupaciones en el Teatro Falla. Una celebración colectiva donde todo el mundo participa, y por supuesto, los Eramus también.
La Semana Santa
La Semana Mayor de Cádiz, como en casi toda Andalucía, es otra experiencia cultural esencial para la experiencia del estudiante foráneo. Las calles del casco antiguo sirven de escenario para la representación de la Pasión de Cristo.
Las hermandades que procesionan (más allá de los debates alrededor de los modos de carga, y de la fe o agnosticismo de cada uno) atesoran un incalculable patrimonio artístico, convirtiendo la ciudad en auténtico museo al aire libre. Es hoy día fiesta de Interés Turístico Nacional.
El Cádiz Club de Fútbol
Si se quieres ser un gadita más, además canturrear de memoria los pasodobles de Antonio Martín, Juan Carlos Aragón o Martínez Ares, y de quejarte por cómo va ‘muriendo’ la Madrugá cada Jueves Santo, tienes que sufrir cada domingo en las gradas del estadio Nuevo Mirandilla o ante la tele. El Cádiz CF es más que un equipo de fútbol (y un negocio, pese a sus dueños), es un sentimiento de pertenencia colectiva, un estado de ser/estar en el mundo.
Una pasión en Primera, Segunda o Segunda B que inunda toda la ciudad, que irradia felicidad con sus victorias, y con sus derrotas cabreo y malcuerpo pero también mucha guasa resignada. No es raro que el estudiante de más allá de los Pirineos vuelva a casa tras su paso por la UCA con su camiseta amarilla en la maleta.
Su patrimonio e historia
Cádiz es una de las ciudades más antiguas de Europa occidental, con una historia que se remonta a más de 3.000 años, cuando los fenicios fundaron Gadir. Su arquitectura, monumentos y museos ofrecen a los estudiantes una lección constante de historia y cultura, desde el Teatro Romano hasta la Catedral barroca-neoclásica, pasando por sus torres miradores, sus murallas, castillos, baluartes (¿quién no identifica sus Puertas de Tierra?), su barrio medieval del Pópulo, su Parque Genovés, su Pirulí, pero también su veterano puente Carranza o su moderno e impresionante puente de la Constitución de 1812.
Todo ello va contando la evolución de una ciudad trimilenaria, que además se complementa cada año con citas culturales-deportivas de primer nivel: Cádiz en Danza, el Festival Iberoamericano de Teatro, Alcances, el South Series, el NoSinMúsica, la Media Maratón Bahía de Cádiz o el gran premio español de la fórmula uno del mar, la SailGP.
La idiosincrasia del gaditano
Pero el verdadero ‘monumento’ de Cádiz, lo que acaba recordando todo Erasmus cuando regresa a su país de origen, es al gaditano de a pie. Esta ciudad rodeada de mar y de luz es la que es (y quiere seguir siendo, si el turismo invasivo no la mata de éxito) por la personalidad de sus habitantes, su habla, sus playas, sus claroscuros (no todo es bonito e ideal).
Integrarse en la vida local significa una charla sin móvil en un banco de una plaza cualquiera comiendo pipas junto a un litro de Cruzcampo y una guitarra, asumir el humor y retranca (sin pedir chistes sin venir a cuento ni espetar “qué graciosos sois”), comprender que trabajar (y la profesionalidad) no es incompatible con el cachondeo, y aprender a sobrevivir el día a día con una visión aparentemente despreocupada y alegre. Y aceptar que cada vecino es único, no ese simple tópico que te venden más allá de Despeñaperros.
Sin duda la relativa popularidad de Cádiz como destino académico internacional refleja el atractivo que este coqueto rincón español, su universidad y sus gentes ejercen sobre aquellos que buscan algo más que una educación formal. Cádiz es, para muchos, la puerta de entrada a una experiencia cultural y social inolvidable, en la que el aprendizaje y la vida se entrelazan en un entorno único y particular.