Hace unos días se oficiaba, muy posiblemente, la primera boda por el rito budista celebrada hasta hoy en la provincia de Cádiz, e incluso más allá. Una ceremonia en el hotel Sindhura, en Vejer, presidida por Nyari Tritul Rinpoche, maestro budista natural de la India. Nada de curas, jueces o alcaldes. Sin duda fue una jornada diferente, única e inolvidable para los contrayentes, Maika y Domi, y para el centenar de invitados. Pasada la resaca de la fiesta, la pareja “legalizaba” el matrimonio ante notario en San Fernando, otro acto igualmente pionero en la provincia.
Dicen que el amar a otro, y el querer compartir las alegrías y las penas, el cuarto de baño y la cama, una vida, toda una vida, e incluso probar a formar una familia, es lo más hermoso que le puede pasar a uno. Por tradición, costumbre, rutina, y por los papeles, esta unión/fusión de dos personas que poco a poco, durante el noviazgo y ‘rejuntamiento’, dejan de ser tú y yo para convertirse en primera persona del plural, en nosotros, se formaliza a través del matrimonio, por la iglesia o por lo civil. La boda (y todo el negocio que se mueve a su alrededor) es ese día especial que los novios buscan convertir en único e inolvidable tras meses de preparativos y estrés.
Y sin duda, único e inolvidable fue el enlace entre Mari Carmen Rodway y Domingo Chamorro, Maika y Domi, el pasado sábado 3 de octubre. Para la pareja y para el centenar de invitados, familiares y amigos, convidados a vestir todos de blanco, el color de la pureza La pareja, residente en San Fernando, sorteó el comparecer frente a curas, jueces, alcaldes o concejales, y certificó su amor ante Buda.
Se oficiaba así, muy posiblemente, la primera boda por el rito budista celebrada en la provincia de Cádiz, e incluso más allá. Una ceremonia trasladada al bucólico hotel Sindhura, en La Muela de Vejer de la Frontera, presidida por Nyari Tritul Rinpoche, maestro budista natural del sur de la India, aunque viviendo y ejerciendo en Sevilla desde hace más de una década. Con la colaboración de José Mari, del centro budista Ganden Chöeling (en la calle Las Cortes de La Isla).
Ritual en la piscina del hotel como apetecible escenario, ambientado con el acompañamiento musical de un trío de cuerda (una banda sonora que iba desde el Canon de Pachelbel, a sones de la película ‘Forrest Gump’ o de la serie ‘Juego de Tronos’), en el que el maestro de ceremonia, solemne a la vez que cercano, lanzó sus rezos y oraciones en tibetano y reflexionó junto a la pareja, acompañada de cerca por la madrina Toñi y el padrino Manolo, sobre la “compasión”, que en el budismo no tiene nada que ver con la lástima (tiene más un sentido de igualdad y de interconexión, el amor compasivo consistiría en el fortalecimiento del prójimo como ser humano y en ayudarlo para superar los problemas). Eso sí, no faltaron los anillos, el beso, el “vivan los novios”, las miles de fotos y posados, el arroz (y los papelillos, y el ¿alpiste?), el champán…
Las palabras sinceras y emocionadas, cálidas y conmovedoras, de dos grandes amigos de los contrayentes, Libi y ‘el gordo’, y de Javi, el hermano mayor de la novia, cerraron la primera parte del enlace, demorado más de una hora por dos circunstancias a sumar al amplio anecdotario de la jornada: el autobús que traía a parte de la familia se perdió buscando el lugar, y cuando lo encontró no pudo acceder hasta la misma puerta ya que el carril de acceso era inaccesible para el vehículo. Sí, el novio esperando a la novia… y la novia a los invitados. Innovando.
De la ceremonia casi experimental se pasó a la otra celebración, menos encorsetada, nada encorsetada. Tras un pequeño ágape, camarones y gambas, llegó la hora del almuerzo buffet libre; y pasadas las siete de la tarde, el simbólico corte de la “tarta nupcial”. Aunque los ya marido y mujer volvieron a sorprender a muchos de los presentes al reemplazar la típica tarta basta de merengue por cuñas de chocolate chiclaneras, el postre preferido de Domi y Maika.
También hubo hueco para la entrega de detalles de los novios para allegados significativos, más discursos particulares del padrino, del tío de la novia, de Irene ‘la travelo’ (amiga de ella y una de las sensaciones de la noche), e incluso de los convocados más internacionales: Valerie y Richard, matrimonio del Reino Unido que hace unos años siguiendo la pista de la familia Rodway inglesa se reencontró con los Rodway de Cádiz.
Pero aún habría más sobresaltos a la hora del ceremonioso baile, junto a la piscina, con el sol a punto de ponerse: un brioso y bizarro miniconcierto del letrista, guitarrista y últimamente también vocalista del grupo Detergente Líquido, Alberto Rodway, otro de los hermanos de la recién desposada, con Javi debutando al teclado. Y tras la música en directo, le tocó al dj Litri animar la noche y madrugada las locas horas de barra libre… esa tradición se mantiene también en el rito budista, ¿sí?
Unos días después de la imborrable celebración, olvidada ya la resaca, el 7 de octubre se “legalizaba” el matrimonio con otro acto igualmente pionero en la provincia gaditana. De forma íntima, con la familia más próxima de testigo, Maika y Domi oficializaban su nuevo estado civil, el de casados, ante notario. Dando fe, Ignacio Padial Gómez-Torrente, en su despacho de la Alameda en San Fernando. Con brindis, y hasta churros.
La feliz pareja, ya como marido y mujer, disfruta y “vive ahora” (hoy, ni ayer ni mañana, como aconseja el Dalai Lama) de dos semanas de “luna de miel” en Tailandia, país budista con decenas de miles de templos de esta doctrina filosófica y religiosa cada día más popularizada en Occidente. DIARIO Bahía de Cádiz Dany Rodway
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que guay esa boda, yo quiero casarme igual, es un día especial y no quiero que sea como las bodas de siempre. copio ideas
Muy guapos los novios y el buda