La Casa de la Aduana, otra finca abandonada y degradada en pleno centro histórico de El Puerto junto a la ribera del Guadalete, ha sido adquirida por un grupo promotor privado para “devolverla a la vida”.
La nueva propietaria del inmueble, la empresa Palacio de la Aduana SL, ya cuenta con luz verde para acometer las obras de urgencia para frenar el deterioro de la finca y prevenir riesgos sobre la seguridad de las personas y la vía pública; de hecho, sobre la misma constan varias multas coercitivas de Disciplina Urbanística tras no haber atendido el anterior dueño la instancia de Urbanismo para que arreglaran sus fachadas y los elementos estructurales dañados.
Así, los trabajos inminentes consisten en desescombro, apuntalamientos, limpieza interior y limpieza de fachada y sus elementos y colocación de una red para prevenir desprendimientos sobre la vía pública. A partir de ahí, los nuevos promotores estarán en condiciones de elaborar el proyecto de consolidación estructural y la posterior y completa rehabilitación del inmueble, sin fechas orientativas de momento, ni su futuro uso concreto.
En un comunicado remitido a DIARIO Bahía de Cádiz, el alcalde Germán Beardo saluda esta iniciativa privada: “es sólo el inicio de un proyecto que suma en la recuperación de la ciudad de los Cien Palacios, poniendo en valor su patrimonio, adaptando el centro a las necesidades actuales para que se llene de actividad dejando atrás unas edificaciones en ruina para crear nuevos espacios de vida”.
UNA FINCA HISTÓRICA VINCULADA AL COMERCIO MARÍTIMO
Este edificio en concreto data de 1797 y se levanta entre las calles Micaela Aramburu de Mora, avenida de la Bajamar y calle Maestro Domingo Veneroni número 1, junto a la plaza de la Pescadería. Construido por un comerciante sevillano, Pedro Pumarejo, sobre la base de la Real Fábrica de Aguardientes y Licores; se concibe como “una de las mejores muestras del neoclasicismo portuense y de la Bahía de Cádiz”.
En su momento estuvo destinado íntegramente a aduana, manteniendo en su interior las viviendas de los funcionarios, mientras la planta baja estaba reservada para la producción y el almacenaje de mercancías, en amplios locales con bóvedas. “La Casa de la Aduana es reflejo de esa época, en la que se construyeron distintas infraestructuras portuarias vinculadas al comercio marítimo”, remarca el primer edil del PP.
Beardo apunta a colación de la futurible rehabilitación de la histórica finca que “estas actuaciones emblemáticas vuelven a constatar que el Peprichye supone un revulsivo importante en la dinamización del centro, marcando un antes y un después en el renacimiento del casco histórico”.