Hablar con Sergio Torrecilla, o mejor, escuchar todo lo que tiene que contar, es una auténtica delicia, un placer. Él es de esas personas que atrapan con su forma de explicar y afrontar la vida, narrando cada una de sus experiencias, incluso las más cotidianas, como si de pequeñas ficciones se tratasen, cuentos verdaderos. Y nosotros, no podemos evitar embobarnos solo con el tono de su voz.
Buena gente a rabiar. Humilde, a pesar de contar con el reconocimiento de su labor, con creces, e ir recogiendo los frutos de su esfuerzo y talento. Sin ir más lejos, en el Carnaval de Cádiz de este año, junto a su compañero Calixto Revuelta, consiguió el primer premio del concurso de romanceros, en la final celebrada en el Teatro del Títere La Tía Norica.
‘Al pan, pan y al vino… de cabeza’ se llamaba este romance. Buena muestra de su ingenio. Y seguirán los éxitos y los premios.
Él es actor. Romancero. Historiador. Pero sobre todo, contador de historias, a las que aporta un exquisito sentido del humor, genuino de Cádiz.
Y así pasó la tarde, volando.
– Preséntate.
Me llamo Sergio Torrecillas, nací un dieciséis de febrero de mil novecientos setenta y cuatro en Cádiz. Según el horóscopo chino soy tigre. La gente se pregunta por qué me llamo Sergio.
Y mi nombre se debe a que a mi madre le gustaba un cantante de ópera llamado Sergio De Salas, y le gustaba en concreto por dos razones. La primera porque era muy guapo, y la segunda, obviamente, porque cantaba muy bien, y entonces pensando en que yo podría salir o muy guapo o artista, o las dos cosas, pues me puso su nombre. No sé si alcanzó su objetivo, eso lo dejo a criterio del personal.
Hay que añadir que el nombre de Sergio en ese año era un nombre exótico, como por ejemplo llamarse a día de hoy Kevin. De hecho hay muy pocos Sergios de cuarenta y un años.
A día de hoy soy Licenciado en Historia, animador sociocultural y profesional del cachondeo, porque escribo romanceros de Carnaval.
Soy guía en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando desde el año 2005.
Aparte de eso colaboro en un programa de Onda Cádiz Televisión, ‘El Farol’, que se dedica a difundir la historia, las curiosidades, las anécdotas referidas a la ciudad de Cádiz, por la que siento auténtica pasión, porque Cádiz, que es una ciudad muy pobre, es muy rica en historia, y como yo soy un apasionado de la historia, me apasiona Cádiz.
Por eso entre mis aficiones está darme una vueltecita gaditana, sin rumbo fijo, además de sumergirme en la lectura y estar con los amigos.
Disfruto yendo a conciertos, conferencias etc. Y además, me encantan las chicas… si son de un equipo de vóley playa femenino, pues mejor.
Además, trabajo en De Ida Y Vuelta, empresa turística que se dedica a la animación y a la difusión del patrimonio. Hacemos visitas teatralizadas por Cádiz, vamos a eventos, exposiciones, etc.
– Me interesa mucho tu trabajo en De Ida y Vuelta, una empresa que considero puntera en el panorama turístico y cultural de Cádiz. ¿Nos cuentas en qué estáis?
Nos hemos embarcado en el Cádiz Oculto, leyendas y misterios de Cádiz, en la casa Aramburu, todos los viernes a las ocho y media de la tarde, donde ponemos sobre el tapete aquellas historias paralelas que corren al lado de la historia oficial.
Nuestro amigo José Manuel Serrano Cueto es el autor de los dos libros con ese nombre, ‘Cádiz Oculto’ y ‘Cádiz Oculto II’, editado por la empresa gaditana Ediciones Mayi. Él permitió utilizar este título, y nos cedió junto a algunas historias, aunque otras son fruto de nuestra investigación, como una de Germán Caballero muy bonita sobre Gertrudis Oreley, que era una poetisa gaditana del siglo XVIII y la única monja casada conocida.
– Sergio Torrecilla es “romancero”, ¿por qué? ¿Qué te ha llevado a escribir romances?
Eso me lo preguntaron un día en una conferencia del CAL. Yo diría por dos razones, una particular mía y otra exterior a mí. La personal es que la primera semana popular carnavalesca de agosto del año 1981 en La Salle Viña vi al famoso Gómez, muy joven, caracterizado como un revisor de autobús, y el cartelón representaba una marquesina de las antiguas paradas. Eso me impresionó, y mi abuelo me preguntó qué era lo que más me había gustado. Ese fue el año del mítico coro ‘Entre Pitos y Flautas’, pero yo con ocho años, lo que más me gustó fue el romancero, por el valor que echaban esas personas ante el público.
La segunda razón es que yo salía en una chirigota donde está mi compañero de romancero, Calixto, que fue entrenador mío de baloncesto en los Salesianos, y en año 2001, estaba trabajando en Madrid, y bajé a Cádiz y me encuentro con Calixto en el autobús de la línea 3. Me preguntó si iba a salir en carnavales y le dije que no, porque estaba en Madrid, y que ya lo único que me faltaba por hacer era escribir un romancero, donde no hay que ensayar ni nada. Calixto ya había hecho un romancero para Juan Carlos Aragón, y me dice: Si tú escribes un romancero, yo salgo contigo. Dicho y hecho. Si no llego a irme a Madrid, dudo que jamás hubiera escrito romanceros.
– Y todo eso a un “guiri”, ¿cómo se lo explicarías?
Bueno, del carnaval ya casi siempre vienen con la idea de lo que es. Como decía Carlos Cano, Cádiz es un paréntesis dentro de Andalucía, con una personalidad muy marcada y muy diferente al resto, y es la única capital de provincia que no tiene feria, porque la fiesta grande es el carnaval. Además en las ferias hay que disponer de un recinto ferial que se desmonta una vez que acaba y en muchas, si no tienes invitación de una caseta no puedes entrar. Sin embargo el Carnaval de Cádiz es una fiesta pública que tiene como escenario la propia ciudad y donde además las agrupaciones buscan interactuar con el público.
Yo les explicaría que es una fiesta abierta, liberal, de hecho en Cádiz, la figura del señorito andaluz no se dio, porque no había terratenientes, porque no había tierras. Lo que había era una burguesía comercial y liberal.
Cádiz no se parece a nada y su Carnaval tampoco. La gente busca interactuar unos con otros y es una fiesta interclasista, donde en una misma agrupación puede haber abogados, médicos o fontaneros, incluso desempleados
Y el romancero se lo explicaría como la modalidad más antigua del Carnaval de Cádiz, que hunde sus raíces en Edad Media con los romances de los ciegos que iban por las calles y que también recibían el nombre de pregones. Es un juglar que cuenta una historia en verso con un cartel con viñetas donde señala lo que está narrando, siempre con un carácter jocoso.
– Cuando estás frente al público, ¿qué es lo que más temes?
Yo soy de espirito contradictorio, me defino como un cobarde valiente. A mí me da miedo subirme a lo aviones y me subo. Me daba miedo sacarme el carnet de conducir porque no llevo un coche, yo llevo un arma homicida, pero me saque el carnet. Me da mucho miedo enfrentarme al público de Cádiz, porque cada vez hace más ruido y sabe escuchar menos. Pero el pánico hay dos maneras de superarlo, o lo rodeas o lo atraviesas. Yo lo atravieso. Hay algo morboso y masoquista en mí, pero es verdad que aunque me acobarda muchísimo, siempre hay algo que me mueve a hacerlo, no sé, quizá las ganas de reírme o de pasármelo bien. Yo el carnaval ya solo lo entiendo desde el punto de vista de un actor. Como espectador, me iría de Cádiz
También os cuento que cuando yo empecé con el romancero, había muy pocos, no como ahora que hay un boom. Incluso hubo una época en la que estuvo a punto de desaparecer y yo quería contribuir para conseguir que no se perdiera.
– Has dicho, que como espectador, te irías de Cádiz. Sabemos que el público, de Cádiz, es complicado. Cádiz, como ciudad, tiene su dificultad, ¿te sientes, pues, reconocido en Cádiz?
Sí, mucho. Fui pregonero en las Fiestas de Tosantos en el mercado de Cádiz y fue una de las experiencias más bonitas de mi vida. La gente confió en mi, sin apenas conocerme, porque presenté un libre de Julio Molina Font, el tercer volumen de la ‘Historia Pequeña de Cádiz’ (Mayi), y gustó mucho. Entre el público estaba Mario Luis Saucedo y me propuso hacer el pregón del año siguiente de los tosantos, y aunque no dije que sí y pensando que se iban a olvidar, al año siguiente me llaman, y me sentí abrumado. Es una fiesta puramente gaditana, y para mí, todo lo que tiene que ver con Cádiz y es diferente, supone un plus. Se hizo en el salón de plenos del Ayuntamiento, que es la casa de todos los gaditanos y gaditanas y fue una oportunidad que me dio la vida para hacer algo por Cádiz, y ver allí a toda tu gente fue emocionante. Quedó redondo. En el transcurso del romancero que elaboré, me transformé poco a poco en san Germán, patrón de Cádiz. Cuando la gente al final se levanta a aplaudirnos, te das cuenta de que el aplauso no es un formalismo, es verdadero. Si eso ocurre, solo piensas en la gente que quieres, en la alegría que se va a llevar mi madre, mi padre, los padres de Calixto… que siempre nos están aguantando.
– Eres feliz con lo que haces, cosa que hoy día es muy complicado.
La verdad que enfrentarse a un folio en blanco sin saber si va a gustar o no es complicado. Lorca decía que escribía para que le quisiesen. En la carrera, el catedrático de Historia Medieval, Alfonso Franco Silva nos decía: “cuando yo os pida un trabajo, no lo hagan bien porque yo se lo pida, no porque les vaya a evaluar, ni por compararse con los compañeros, háganlo bien porque ahí van a volcar todo su talento y empeño, y demuéstrense a ustedes mismos lo que valen, no me lo demuestren a mí”. Eso hago con mis romanceros
– Y una pregunta incómoda, ¿te has encontrado con algún “malaje”?
Claro, y además tienen todo el derecho a ser malajes. Siempre tengo el temor de que los romanceros no gusten, y todos los años conforme escribes el romancero vas viendo si va fluido y bien, y te atascas, claro.
Juan Carlos Aragón siempre dice que se aprende a escribir escribiendo. Antes de terminar siempre has tirado muchos folios a la basura, y te asaltan dudas. Piensas que quizás haya cosas que has tirado, que le habrían gustado al público y viceversa.
– ¿Qué sueños tienes, en qué proyectos te gustaría embarcarte?
Me gustaría tener una casita de campo con un huerto y una burra. Igual unas cabritas y unas gallinas…
Tengo amigos que crían agapornis, pero no, eso no, ni perros. Mi trabajo en el Panteón es único, por lo tanto yo soy único, y me gusta investigar, me gustaría hacer una ruta literaria por el Cádiz romántico. El Romanticismo entró en España como corriente literaria por Cádiz y Barcelona. El Duque de Rivas iba a las tertulias literarias de Margarita López de Mora. Había varias tertulias lideradas por mujeres. Me gusta investigar, y si es relacionado con Cádiz, mejor, pero a nivel personal, mis aspiraciones están más que satisfechas. DIARIO Bahía de Cádiz Rosario Troncoso
Hay gente única, poca. Sergio es ùnico. Iría a cualquier visita de cualquier cosa en la que el guía fuera él.