Hace tiempo que, a modo de editorial-reflexión, quiero confesarme, con ánimo casi de volver a empezar o casi de todo lo contrario. No recuerdo si lo escribí en alguna servilleta, si sólo lo comenté en la barra de algún bar o si acaso únicamente fue parte de ese inagotable diálogo conmigo mismo. Prometí que si todo seguía igual de gris y la “monotonía de lluvia tras los cristales” (producir, consumir, que no pare… y muchos compatriotas masoquistas votando mal y los poderes fácticos moviendo sus hilos haciendo el resto), buscaría el macuto, dos mudas y me exiliaría lejos, muy lejos, “donde podamos vivir de verdad”. Pero aquí sigo, achantado, dándole vueltas y vueltas y vueltas a una dicotomía: ¿persistir o pivotar? O echar la persiana.
“Si no creyera en lo que creo”, embelesa Silvio Rodríguez con uno de sus versos. Se lo tomo prestado otra vez. Cuando henchido de juventud fundé DIARIO Bahía de Cádiz en el verano de 2004 de la nada y con el apoyo de naide (ni económico ni partidista ni institucional ni moral, no se crean), eso de los periódicos digitales era todavía novedoso, un terreno curioso donde estar por estar, sin ser, desdeñado por el resto del oficio/profesión y de plataformas-industrias mediáticas tradicionales (prensa papel, radio y televisión) que ahora se ven, con plantillas esqueléticas y en situación de semiesclavitud, desnortadas por tanto online incontrolable, donde las audiencias y el negocio se dispersan.
Yo, un mindundi sin carné ni familia, creía hace casi trece años en ese proyecto libre e independiente (embrionario, aventurero, ajeno a la moda-institucionalizada reciente del “emprende y búscate las papas por tu cuenta, qué chupi guai”), y lo creaba como algo más que un mero ‘escupidor’ rutinario de noticias desde y para este rincón gaditano mancomunadamente hablando de alrededor de 700.000 vecinos con el que sobrevivir (vital y materialmente, o viceversa) siendo dueño del rumbo y del tiempo (qué iluso), sin presiones ni gritos de un jefe cabrón irracional y trabajando además en lo que a uno le gusta y le llena: contar e interpretar la realidad, la local, la que de verdad duele y conmueve. Aunque tantas veces, asqueado, den ganas de evadirse e inventarse esa realidad y pasarse a la literatura… e igual morir de hambre en prosa o verso.
“Lejos de fomentar el pasotismo y la comodidad de la vida moderna, nuestra labor editorial promoverá la libre opinión, el debate, y si es preciso la acción. Nuestro fin último, como medio de comunicación social es contribuir, de alguna manera, al progreso y desarrollo de esta castigada área metropolitana. Una sociedad bien informada es una sociedad inconformista y más justa”. Es parte de nuestros principios editoriales, redactados para el número cero, con vigencia para ayer, hoy, mañana. Con alguna cana incipiente, sigo suscribiéndolos, y por eso asumo avergonzado que demasiadas veces uno vacila, tropieza, cae en el escepticismo, en el hábito desinformativo (que ya procura el sistema para que nada ni nadie lo cuestione) y se empantana en una ilusa zona de confort, por muy frágil que sea esta. Y tengo que parar el balón, releer dicha parrafada, y reiniciar la jugada… y así lo hago de nuevo hoy, mirando la portería contraria, siempre.
“Si no creyera en el delirio, si no creyera en la esperanza”, canturrea Silvio. Uno quiere volver a creer cada vez que salta de la cama, aún legañoso. Cuesta… Creer para crear otro mañana más colorido, no para ennegrecerlo. Y la información (también desde su misión formadora y de entretenimiento) es poder, por eso mismo el ‘poder’ busca su control directo o indirecto y que adormecidos con tanta banalidad, sensiblería y breaking news interioricemos que estamos al día, que sabemos mucho de todo (que se traduce en no tener ni idea de nada), sin pensar demasiado (no está de moda y además es gratis). Sueño con que todavía hay (¿lo hay?) quien demanda otra manera de comprender qué pasa más allá del repaso del barato corta-pega de propaganda gabinetera y del análisis de videos virales de famosotes y gatitos, del atosigante qué está pasando ahora (de la pura comunicación de hechos y cruce de declaraciones) y de relatos panfletarios, forofos, manipulados, sensacionalistas, colmados de opinión y de odio extremo hacia quien te cierra el grifo gordo de la publicidad institucional, en ocasiones al dictado del que hasta ayer te llenaba la nevera con euros de todos. Pon un despectivo ‘Kichi’ o un ‘clítoris’ improcedente en el titular de portada, y a sumar polémicas, visitas y clics, mientras pierdes la credibilidad, si te queda, a chorros. Ahógate con la corbata de funeral y créete que haces periodismo…
Sí, se encuentran excepciones, modestos medios sin cadenas y compañeros íntegros sin metralletas ni tanques, pese al olor a pólvora y naftalina que se escapa del despacho de algunos mandamases. En ese lado de la trinchera, sin ruido retroalimentado y rencor, tengo claro que seguiremos batallando, con más o menos acierto, con más o menos influencia y notoriedad. Sin prostituirnos por millares de visitas puntuales de más, que no volverán a la jornada siguiente. Malviviendo, sin dinero, plantilla de más ni horas en el reloj, lo que complica la cruzada, ya. Sin bullas ni urgencias, con rigor, espíritu crítico, pedagógico, reflexivo, contextualizando, y si hay que posicionarse, siempre junto al que no tiene voz frente al que grita, al que da órdenes y sus títeres lacios, para que nada cambie. Sonriendo, que eso les jode. Aceptando la evidencia: nunca nos contratará una campaña de publicidad un banco-ladrón o instituciones regidas por seudopolíticos que se suponen que el dinero público está para influir o acallar.
No creo en eso de la crisis del periodismo, que, como todo, evoluciona y se adapta, para mal, a su tiempo. La crisis es de este tiempo insulso de la Historia que nos toca digerir, y la crisis es del negocio alrededor de su periodismo: si hay money money, me temo, no hay periodismo académicamente hablando, hay otra cosa; es otra cosa el periodismo presente y ya veremos el futuro, porque el periodismo pasado ya pasó, ya fue, aquel de cigarros, whisky, calle, máquinas de escribir y tipómetros que tanto se añora con nostalgia. Hoy es impensable, no hay tiempo y todo es libre de humo.
“Si no creyera en quien me escucha”, añade el cantautor cubano. Paso de ser hipócrita: no es que crea, me apena la profunda crisis del que oye, ve y lee (crisis de la que no nos salvamos los que hablamos, escribimos, interpretamos y opinamos), que en definitiva es reflejo y producto de esta sociedad mojigata que no te deja concentrarte en nada con estímulos variopintos y que huye de la pausa, esta sociedad que te prepara y lanza para correr, desear y consumir, aunque no tengas un puto duro, ya sean hamburguesas basura, ropa basura, muebles basura, cachivaches tecnológicos basura, ocio basura, sexo basura, política estiércol o información bazofia (por no decir de mierda, que suena feo).
Con todo, igualmente tengo claro que todavía hay lectores que leen (también en nuestra Bahía), no meros números en el balance de audiencia que pinchan, miran la negrita del título y algún destacado y se reescriben su propia noticia dependiendo de sus fobias hacia la izquierda o la derecha, arriba o abajo; lectores que leen (repito), no visitas/usuarios (clientes, a fin de cuentas), que exigen otra manera de comprender qué pasa en su entorno, en su ‘mundo’. Una minoría crítica y empoderada en la que sí creo; la minoría que no se escandaliza con un ‘clítoris’, que aborrece los ‘Kichi’ a mala leche, y a la que, a estas alturas de peregrinaje no debemos defraudar mucho más, convencidos (soy realista, o conformista, no sé…) de que, desde nuestra humildad, nunca llegaremos a esa mayoría persistiendo en lo que hacemos y en cómo lo hacemos. En lo que me/nos motiva seguir creyendo y madurando, con momentos de flaqueza y borrones, que los tengo/tenemos, pero con decencia y profesionalidad, con la obsesión de aportar mi/nuestro granito para que la minoría pase a ser mayoría en esta partida.
No nos sale amoldarnos a los demás, a lo que se lleva, y publicar churros (breves, amarillistas y light, encima) que atraen masa y posiblemente más ingresos. No nos sale. No me sale. Y derrotado pero digno (más pronto o más tarde) echaré la persiana del periódico antes de sucumbir a lo convencional; antes de que este proyecto, revolucionario y transformador en el fondo, se anude la corbata al cuello y encima presuma de ello frente al espejo del baño.
“Si no creyera en mi camino, si no creyera en mi sonido, si no creyera en mi silencio” me canta al oído Silvio Rodríguez. Asiento, reilusionado, con las pilas recargadas. Dany Rodway
Interesante, si
ánimos, hay que seguir, no sois precisamente el medio q debe desaparecer en Cádiz. Todo es mejorable, claro, pero no vais mal. Menos toros todavía, eso sí.
Qué bueno. Esto quién lo ha escrito??
Adelante, con pasos pequeños pero firmes. Creo q lo hacéis bien, mejorable pero sois dignos e íntegros