En mi niñez he sido más de Espinete, don Pimpón y sobre todo de Ana (soy Aaaana, los chicos de este barrio quieren ya jugar con…) que de esa copia-secuela mala de Yupi y Astrako. No obstante, en esta reflexión-parida de hoy tomo prestada esa expresión popular de “vivir en los mundos de Yupi” para, en gruesos brochazos, esbozar esa otra realidad (sociedad, nación, estado, pueblo, colectividad… llámale como quieras) que, calladamente, maquino en mi cabeza.
Sí, también estoy muy muy muy hastiado de la mierda en la que nos han metido y en la que malvivimos desde hace años: nacer, comprar, morir…, rodeados de hipocresía, mentira y kilos de maquillaje, retorcimiento del lenguaje, ñoñería impostada y esnobismo, listas cremalleras y ridículas cuotas de género, igualdad sin igualdad, medios de manipulación masiva, infoxicación y miedo paralizantes, internet libre y universal (y nos lo creemos) para tenernos un poco más presos y vigilados, dominados, drogados con su droga, su soma, nepotismo, corrupción aplaudida y consentida, ladrones encorbatados y engominados, recortes y tijeretazos camuflados, competitividad (o neoesclavitud o te vas a la calle), emprendimiento (o autoesclavitud o el destierro), violencia y terrorismo institucional, represión social y cultural, pensamiento único (simple y simplón), diversidad y pluralismo estigmatizados, Historia enterrada en cunetas, nacionalismo-patriotismo rancio de macrobanderas y yo la tengo más grande, demócratas con cagalera que prohíben votar, oligarquía post-franquista bañada en transición sublimada, en un pacto cuasi-sagrado para trocearse la tarta del poder político-económico, crucifijos, alzacuellos y realeza insultantes, lucro, interés, beneficio y comisión, leyes que no sirven para servir, caridad y limosna, rutina gris y monotonía de la lluvia tras los cristales, borregos y zombies complacientes, egoísmo egocéntrico, sálvese quien pueda…
Algún día habrá que destruir todo, todo lo erróneamente construido, levantado por dos o tres pensando en ellos, dos o tres. La triste realidad es que nosotros somos (sin querer asumirlo) los corresponsables de esta su mierda, por acción u omisión, votando o no votando PP-PSOE PSOE-PP, en este sucedáneo de democracia (¿mafiocracia?), y tragando. De la misma manera, la ilusionante verdad es que nosotros, sí, nosotros, podemos tirar de la cadena. Podemos. ¿Queremos?
Mi “mundo de Yupi” se sustenta y cimenta básicamente en otra Educación, con mayúsculas. Pero no me quedo en el eslogan de reclamar una “educación pública y de calidad”. Se da por sentado que para que haya calidad, debe ser pública, y claro, mixta y laica, y con docentes implicados y estimulados. Lo privado sólo busca el negocio, el ganar más a toda costa, y a costa de cobrar por regalar sobresalientes. Y salen quienes salen. Así que habrá que prohibir y expropiar colegios, institutos y universidades privados y concertados, y con más razón aún los religiosos. Y amén.
Un sistema educativo donde lo importante no sean las formas, el contar con más o menos ordenadores y cacharritos, más o menos alumnos por aula. Que no sea una mera guardería-almacén donde tener a los críos recogidos toda la mañana. Que derribe sus muros, que no es una cárcel. Una educación sociabilizadora, donde el chaval deje de pensar en yo-mí-me-conmigo, y reconozca que existe el tú, el nosotros; que forme a seres únicos y diversos, nada de uniformar mentes (y vestuarios), tú no tienes que saber lo mismo que yo, no te tiene por qué interesar lo mismo que a mí; que apueste por la creatividad (y, por qué no, la genialidad), por el compañerismo y la solidaridad; que aporte recursos y herramientas, nada de alentar la memorización, ¡que todo está en los libros!; que fomente el espíritu crítico, el dudar de todo, el preguntar sobre todo, la curiosidad por conocer, por leer, por escuchar, por ver, por tocar, por sentir. Una escuela sin exámenes ni evaluación que valga, sin cateados ni aprobados; una escuela con deberes y obligaciones pero sin castigos (¿existe mayor penitencia que la propia conciencia?), que no haga distinciones, tú vales, tú no vales, donde el éxito no sea superar el cinco, sino crecer y madurar (sin dudas, la mayor responsabilidad con uno mismo y con los demás), sin dejar de jugar, de divertirse, de equivocarse, de experimentar, que ¡hablamos de niños!
Una escuela, una educación, ajena al cáncer-mercado, que no se conciba exclusivamente como la cadena de montaje de una fábrica sin humo que moldea futuros clientes y consumidores, futuros contribuyentes y defraudadores, futuros trabajadores explotados, desempleados subsidiados y excluidos, para que el engranaje de este sistema pestilente siga funcionando, enriqueciendo a veinte listillos. Una educación que deje de obsesionarse por cumplir temarios, que reflexione sobre vida y muerte, que enseñe felicidad y frustración, que lo importante no es tener y tener por tener más (pese a lo que subliminalmente te dicen anuncios, series, películas…), sino ser, estar satisfecho con tu ‘obra’ vital el día de mañana.
Si la educación de pequeños y adolescentes fuera por este camino (y no digo nada nuevo, todo lo expuesto lo ha verbalizado alguien antes, seguro) el blanco y negro en el que estamos instalados empezaría a colorearse. Una educación que “empodere” desde chico. Ayer me chirriaba este palabro, hoy me fascina. Empoderar, entendido como dar poder, o lo que es lo mismo (y así lo quiero interpretar) involucrar a uno en la gestión de lo que es de todos. Nada de delegar, de conformarse con que otros más siesos, más simpáticos, decidan por ti, nada de timocracia representativa con urnas cada cuatro años que solo ampara a banqueros, empresarios ricachones y familiares, y tiene a la Policía como guardia pretoriana; unos cuerpos y fuerzas de seguridad “del estado” que hay que reeducar para que sean “del ciudadano”: que tenéis que apalear y amordazar al de arriba, que es el que puede y abusa, no al de abajo, el violado y deshonrado desarmado…
Nada de partidos-políticos-sectas tradicionales con sus canteras-palmeros repitiendo como papagayos argumentarios de parvulario y acusando al otro de lo que no haces. Nada de líderes incontestables que no saben contestar sin un papel delante escrito por otro, que tienen pavor a contestar. Si la gente es instruida desde la escuela en que un país, un pueblo, es cosa de todos, no harían falta ni elecciones ni por supuesto estos seudopolíticos mediocres, aferrados al sillón, que padecemos. La gestión rutinaria y corriente de un estado, de un pueblo, es asunto de los técnicos y funcionarios independientes, y no hay que molestarles; y el resto de decisiones debe ser un proyecto colectivo (de todos los que estemos preparados, no todo ciudadano hoy día debería votar, suena como suena, pero es así…), asesorados por expertos, que los tenemos, sin intereses partidistas, siempre pensando en el bien común. Todos decidimos, y todos somos responsables, nada de echarnos después las culpas, y tú más y yo menos. Implica un esfuerzo, esfuerzo que merece la pena: el sentir de verdad tu país, tu pueblo, tu barrio, y que te duela. No tiene nada que ver con perder un partido de fútbol, ni catetadas de exhibir banderas e himnos. Con internet ya no es difícil abrir canales de participación y votación masiva. Lo está demostrando Podemos y tanto anti-sistema, de un sistema pringado de mierda.
Veras cómo así se acaba la corrupción sistematizada, cómo se persigue de verdad el fraude fiscal de las grandes fortunas, tanta mezquindad y palabrería gratuita, el despilfarro, los aeropuertos sin aviones, los desfiles y exhibiciones militaristas con cabra incluida, la manía de tener un hospital en cada barrio, la propaganda institucional en medios afines. Nos jorobará cada euro que gastemos, que invirtamos, porque seremos muy conscientes de que sale de nuestra cartera; cartera común sobre la que tenemos potestad.
Y me rebatirán que una sociedad-ensoñación así, en asamblea permanente es del todo ineficaz, inoperativa, que será imposible llegar a consensos (hablo de país, pero lo podemos aplicar también a ciudades-ayuntamientos; no me detengo en razonar el porqué ya he borrado, entre otros muchos gobiernos paralelos, las comunidades autónomas artificiales para joder a Catalunya y Euskadi y las inútiles diputaciones y mancomunidades desaprovechadas). No lo creo: si dejamos de pensar cada minuto en rentabilidad electoral, en ganar las próximas elecciones para seguir viviendo del cuento y del cargo y colocar a dedo a dos o tres allegados, en estratagemas para hundir al rival… en lo que es la política caducada actual, nacional o local, por el bien de todos, segurísimo que habría acuerdos, tras mucho debate, porfía y cavilación, sí, pero lo conseguiríamos. Más nos valdrá. Porque, además, desde chinorri estaremos adoctrinados para ello.
¿Es o no es primordial encauzar el sistema educativo para darle otra oportunidad a este decadente país-sociedad? Hay que empezar por los cimientos, no digo más… Yupi, ¿cuándo tiramos de la cadena? DIARIO Bahía de Cádiz Dany Rodway
tiremos de la cadena, sin mirar