Sospecho que están ganando. Lo están logrando, están consiguiendo que el tedio, la apatía, la indolencia, la abulia, la pereza se apoderen de mí (y de ti), y la rutina alienante me lleva de acá para allá, de ayer a mañana, de hoy a ningún lado. Bueno sí, a la mar manriqueña…
Me aburre volver a empezar, me aburre la cotidianeidad, sobrevivir con el piloto automático puesto; me aburre la felicidad prefabricada retratada y expuesta, las felicitaciones, condenas y pésames a pelú, la droga-móvil en la palma de la mano, los twitti y los facebú embobantes y ya convertidos en principal fuente de información/investigación de demasiados ¿periodistas?, me aburre la pornografía familiar, me aburren las vacaciones (de los demás, ni recuerdo qué es eso); me aburren los que hacen negocio de todo, con lo de todos, y los que no se dan cuenta de nada. Me aterra esa ‘nada’ novelada por Michael Ende, cuando está a punto de engullir lo que queda del reino de ‘fantasía’: “las personas que no tienen ninguna esperanza son fáciles de dominar, y quien tiene el dominio, tiene el poder”.
Me aburren los loros, los borregos, los argumentarios de parvulario, los retuiteos y likes, me aburre la unidad, me aburren los rabiosos desde púlpitos, salas y notas de prensa, plasmas, periódicos, radios, televisiones públicas y privadas, baches, tabancos y güichis, me aburren los cuñaos y me empalagan los que saben más de Catalunya, Venezuela e Irán que lo que sucede en su barrio o en su misma cama; me aburren las cifras, y más todavía las exactas e impersonales. Me aburre el odio, lo odio.
Me aburre la “normalidad” (en todos sus sentidos), no tener caña de pescar ni paciencia, me aburre ser de carne y no tanto de pescado, me aburre envidiar a los que saben andar en chanclas; me aburre que no llueva cuando tengo el cuerpo de chapotear, de bailar, de cantar, me aburren las películas no-musicales y el cine que es mera industria de clichés, valores, capitalismo y sentimientos taladrando tu cabeza subliminalmente, me aburren las series en serie, me aburre la música que entra por las orejas pero no por los oídos, me aburre tener libros apilados en la mesilla y no encontrar un rato ajeno del mundo e intramundo para tumbarme a leer concentrado; me aburre añorar la adolescencia cuando gastaba horas tocándome el ombligo, mas no encontraba libros, los que necesitaba. Me aburre y avergüenza escuchar que Niebla, del maestro Unamuno, está “sobrevalorada”.
Me aburren la burocracia, las matrículas que acaban en cinco, los “hilos virales”, el utratumba de Toni Garrido en el micrófono de la Gemma Nierga, las plagas de ratas pre-electorales, y el fútbol moderno que huele a tatuaje, colonia y parné; me aburren los bolardos callejeros y los virtuales, me aburre la seguridad, me aburren los ejércitos con piel de ONG humanitaria, los policías y ladrones, los terroristas y los aterrorizados, y los que monetizan el terror, me aburre el pre-crimen, me aburre perder el tiempo con tanto parche, antivirus, vacunas y actualizaciones y no encontrar reposo para nadar libre, despelotado, en el fondo, en el contenido.
Me aburre la mediocridad en alza, el heteropatriarcado y todo lo contrario, los y las talibanes contra el uso genérico del masculino; me aburren los que no piensan ni se enteran, los que creen que piensan repartiendo basura masticada de otros, me aburren los que piensan como yo y los que piensan como tú y como tú y como tú; me aburren los que no escuchan y hablan a gritos, los que no te miran a los ojos o lo hacen a través de las gafas de sol de moda, y escupen obviedades de sentido común, su sentido común; me aburren los borrachos sin alcohol, los bares sin humo, las prisas sin urgencias; me aburren los que presumen de carné, de tener más grande y gordo el socialismo, los que van poniendo etiquetas sin caer en que uno “es” sin tener que ser “de algo” o “de alguien”.
Me aburren los que preguntan “¿a dónde vas?”, cuando ni yo lo sé; me aburren soberanamente los que alardean de democracia en una timocracia que hunde sus raíces en una dictadura en blanco y negro, y tienen pavor a las urnas libres y emancipadoras, lliures i emancipadores. Me aburren tu banderita impuesta, la ley y la legalidad cuando te conviene y tu Constitución atrofiada. La revolución nunca se hizo pidiendo permiso, acatando sus normas, consumiendo su cultura-basura, tragando su educación sin cuestionarla, durmiendo la siesta.
Me aburren los inconformistas que no quieren cambiar el mundo, me aburren las pamplinas de las minorías de taifas, y tener que respetar a las mayorías, equivocadas, a las masas amasadas por lo hegemónico. Me aburre el anodino siglo XXI, hecho de menos el XX, ese que vivo en documentales. Y me aburren los que se jactan de contar a ‘diario’ un siglo y medio de Historia local y esconden sus miserias presentes entre las páginas ya impresas en Sevilla, con cómplices ‘voceros’.
Están ganando. Lo están logrando. Me aburro, y me abochorna admitirlo… me entretiene aburrirme, sí. Pero no quiero entretenerme y que todo siga pasando sin pasar; quiero diversión, y que lo que tenga que pasar, pase. Si pasan cosas, es más fácil derrotarles. DIARIO Bahía de Cádiz Dany Rodway