CRÍTICA. ‘Una cuestión de género’ narra la historia real de la abogada Ruth Ginsburg quien, tras acabar con honores sus estudios, se encuentra con el rechazo de los bufetes a contratarla por ser mujer. Relegada a un trabajo de profesora de derecho, y gracias al apoyo de su marido y colega de profesión, su vida da un vuelco cuando llega a sus manos un caso muy especial: la discriminación de un hombre por cuestiones de género.
Parece increíble que vivamos en un mundo en el que el apellido Kardashian sea más conocido que el de Ginsburg, pero la sociedad estadounidense (y el resto del mundo, al servir su trabajo de fuerza impulsora) tiene una gran deuda con esta jueza, que lleva casi medio siglo luchando por la igualdad de hombres y mujeres ante la ley. Su lucha por estos derechos comenzó por conseguir el respeto para ella misma, ante sus colegas de profesión y ante la sociedad en general (una mujer en los años 50 no lo tenía nada fácil). Este período inicial de su vida como estudiante y abogada es el que queda retratado con más fuerza en la primera mitad del metraje, perdiendo un poco de fuerza como película en la segunda mitad. Sin embargo no deja de ser un filme honesto, sencillo en las formas y directo a los hechos, ya que busca remover conciencias más que ser grandilocuente.
El guión se centra en el derecho como arma de lucha frente a los movimientos sociales del momento. Nos hace entender que ambos deben ir de la mano. Las ventajas de las que disfrutamos a día de hoy son la suma de los esfuerzos de aquellos que pedían cambios en la calle y de los que redactaban las leyes.
A pesar de la relevancia de la historia que se cuenta, la segunda mitad del filme (centrada en el caso al que se enfrenta la abogada) puede ser un poco más técnica en su enfoque. Y es que, tal vez, esta historia hubiera encontrado un espacio más acorde en un formato documental, en el que se hubieran combinado los movimientos sociales de cambio entre los años 50-90 con entrevistas y documentos de juristas, jueces y abogados y su lucha por el cambio.
Sea como sea, es un filme que se disfruta y, sobre todo, hará que reflexionemos y queramos saber más de personajes como Ruth Ginsburg. Mujeres y hombres como ella hay muchos y deberíamos, como sociedad, querer sacarlos más a la luz.
— Lo peor: Que algunas personas no tengan la paciencia o la apetencia de escuchar razonamientos legales y exposiciones argumentadas (no es un filme para evadirse, sino para debatir).
— Lo mejor: La actuación de Felicity Jones. Nos transmite con credibilidad la lucha interna e impotencia que debió sentir la auténtica Ginsburg. DIARIO Bahía de Cádiz