CRÍTICA. Que el actor británico Rupert Everett siente predilección por su compatriota Oscar Wilde (en 1900 Irlanda aún pertenecía al Reino Unido) es más que evidente. Después de protagonizar (algunas junto con su gran amigo Colin Firth) varias adaptaciones de sus obras de teatro (‘La importancia de llamarse Ernesto’, ‘Un marido ideal’), no es de extrañar que su ópera prima haya sido un biopic en torno a la figura del escritor. De esta forma, Everett dirige, escribe y protagoniza este filme en el que también destacan grandes actores británicos como el mencionado Colin Firth, Emily Watson y Tom Wilkinson.
La escena que abre la película nos presenta a un moribundo Oscar Wilde yaciendo en la cama de un hotel de mala muerte de París. Esto sirve como arranque de un repaso de un pasado que invade su mente, transportando al escritor a otros tiempos y lugares. De esta forma, Wilde repasa su relación amorosa con Lord Alfred Douglas, la cual le llevó a la cárcel y a realizar trabajos forzosos durante dos años, dando lugar a su famosa novela ‘De profundis’.
El director y guionista ha decidido centrar su ópera prima en los últimos años de vida del autor, lo que nos lleva a una caracterización y ambientes lóbregos y decadentes. Vemos a un Wilde derrotado y físicamente abatido, que Rupert Everett trata con fidelidad a las fotografías e inventa gestos, manierismos y cadencias de gran credibilidad. Demuestra ser, a su vez, un director cuidadoso con los tiempos y un guionista correcto en cuanto a diálogos y transiciones, manteniendo al espectador en todo momento atrapado en la historia. Sin embargo, tanto el estilo visual como la lección de ciertos planos (excesivo movimiento de la cámara en ciertas escenas y uso de muchos planos cortos) pueden llegar a cansar al espectador, pero sin llegar a desmerecer el resultado final.
Se trata, por tanto, de una cinta necesaria y cuidada, que entretiene y consigue que nos pongamos bajo la piel del autor y sintamos las desdichas e injusticias que debió sufrir en sus últimos años de vida.
Everett con ‘La importancia de llamarse Oscar Wilde’ consigue emocionar, dejándonos con ganas de nuevos proyectos y, sabiendo que ha tardado diez años en estrenar esta obra desde que empezó a madurar el proyecto, esperamos que sus próximas películas no se hagan esperar.
— Lo peor: Los abusos de excesivos movimientos de cámara y planos cortos. Que solo se centre en la última etapa de la vida del autor.
— Lo mejor: La caracterización de Rupert Everett como Oscar Wilde. La recreación de la atmósfera decadente que debió envolverle en los últimos años de su vida. DIARIO Bahía de Cádiz