CRÍTICA. La cena de un matrimonio –la rutina aplica el silencio implacable del aburrimiento entre ellos- se interrumpe con una llamada telefónica. Un evento imprevisto, pero muy normal, excepto por un detalle, el matrimonio no tiene instalado ningún teléfono, lo que convierte el hecho en algo extraordinario, insólito, imposible. Así comienza esta obra en la que, desde el exterior, se interrumpe la rutina instalada en la vida en común del matrimonio Carnero y se interroga continuamente sobre su identidad.
El matrimonio Carnero tiene que aceptar una evidencia: todo indica que ahora son señor y señora Schmitt y que todo lo que les rodea es irreconocible y ajeno a ellos porque pertenece al matrimonio Schmitt, ¿cómo ha podido ser? Y sobre todo, ¿quiénes son los señores Schmitt? La magia ha debido actuar para esto suceda. Una magia dramatúrgica que se entrevé en la primera acción escénica, cuando el simple acto de mover de sitio una mampara se gestiona como la chistera de un prestidigitador: et, voilà! el señor Carnero ya está sentado a la mesa dando la espalda al público.
El truco es un guiño simbólico; lo que sucede en la hora y media sobre el escenario tiene más de truculento en la forma que de realidad. Desde el exterior se impone de forma mágica un hecho tangible, el piso, los enseres, los papeles… indican que ya no son de los señores Carnero, todo apunta a que el piso es de los señores Schmitt, Enrique y Mónica. ¿Por qué entonces, piensan y sienten como Juan Andrés y Marga?
La cruda realidad es que desde el exterior se les invade y cuestiona; los interrogatorios y exámenes a los que son sometidos, perturba y transforma completamente la vida del matrimonio Carnero.
La acción se desarrolla con diversos tonos emocionales. El suspense predomina al principio, hasta que son conscientes de que todo les señala como el matrimonio Schmitt y ellos aceptan el nuevo rol “para seguir la corriente”. La comedia se impone en la segunda fase, con las dificultades inherentes del matrimonio para tomar el nuevo papel que se les asigna. Marga Carnero tiene menos dificultades para actuar como Mónica Schmitt, entre otras cosas porque la obra le asigna un papel secundario, de acompañante necesaria del foco central de la obra: el señor Carnero/Schmitt. En la fase final de la pieza de teatro, donde el drama destaca por encima de los intentos de mantener la sonrisa en la boca de los espectadores, cada uno de ellos adopta una postura diferente sobre el cambio de entidad. Marga Carnero/Mónica Schmitt asume con naturalidad su nuevo papel, pero un impulso de rebeldía y resistencia somete a Juan Andrés Carnero/Enrique Schmitt a una presión insoportable, que se resuelve en un final un tanto forzado.
¿Quién es el señor Schmitt? es una obra ambivalente con una envoltura simpático-cómica, que con sus recursos entre lo absurdo y lo sensato se adentra en terreno filosófico-existencialista sobre lo que creemos que somos y cómo nos adaptamos a las acciones y pensamientos de nuestros interlocutores. Como los valiosos perfumes, tras la visión del espectáculo queda un rastro inquietante y sensible de preguntas sobre nuestra propia existencia.
La obra gana en comicidad con la adaptación del texto y situación, en los que se han forzado algunos cambios para gestionar con más facilidad la risa del público. Muy a tono la interpretación de Quique Fernández en su doble papel de policía y siquiatra. Una interpretación muy efectiva y difícil, aunque se deja llevar por el histrionismo tipo Jerry Lewis que arranca carcajadas per se. No obstante, tomo prestado la idea de que con ello se propone resaltar la naturalidad de la interpretación de la pareja protagonista.
La interpretación irreprochable de esta decae algo al final, sin dar la intensidad deseable; o quizá sea una impresión debida a la relajación tensional que se produce tras una excelente escena cómica en relación con el hijo del matrimonio, con la que se cierra el bloque cómico antedicho. Un decaimiento que no desmerece su capacidad para mantener la atención del espectador durante toda la función.
Quizá el secreto de esta pieza teatral sea su capacidad para rebasar el límite del absurdo y superar la magia como instrumento para crear una ilusión. En la práctica, se acude tanto al simbolismo de los elementos mágicos –la puerta de entrada es clave para entenderlo-, como a la aplicación de lógica a la inversa en la propuesta. A lo largo del desarrollo dramático se hace creer que son los señores Carnero, aunque los intrusos los toman como señores Schmitt. ¿O se trata todo de una confabulación para volver loco a Juan Andrés Carnero? La posibilidad permite finales abiertos al director de escena. Pero ¿qué pasaría si realmente fueran los señores Schmitt y ellos se vivan como los señores Carnero? Esa es la cuestión de fondo, ¿quiénes somos realmente y cómo nos consideramos que somos? La propuesta de Sébastien Thiéry da mucho juego dramático.
La escenografía añade un plus positivo a la positiva recepción de la pieza teatral por los espectadores y contribuye a potenciar el valor mágico simbólico de la narración. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DEL ESPECTÁCULO:
‘¿Quién es el señor Schmitt?’ de Sébastien Thiéry.
Compañía Barco Pirata.
Elenco: Cristina Castaño, Javier Gutiérrez, Xabier Murua, Quique Fernández y Armando Buika. Dirección y versión del texto: Sergio Peris Mencheta.
Lugar y día: Teatro Villamarta de Jerez, 21 de junio. Asistencia: lleno.