CRÍTICA. Repaso en la prensa los anuncios de la representación teatral ‘Adiós, Arturo’ en múltiples ciudades de España y noto que La Cubana practican una comedia global. Se trata de una comedia que surge a partir de la muerte de un polifacético artista muy famoso internacionalmente, Arturo Cirera Mompou. Aunque el espectador no lo sepa –la ficción llega a ser creíble-, Arturo es un conocidísimo escritor, pintor, escultor, coleccionista de arte, poeta, compositor musical, dramaturgo, actor y director, que ha muerto justo el mismo día de su cumpleaños, 101 años nada menos. Un número capicúa y casi tan imposible como el loro coprotagonista, loro-actor omnipresente en el espectáculo y personaje esencial en la trama. La muerte de Arturo, forrado de dinero y sin descendientes, provoca que por interés o sincero afecto aparezcan inevitablemente deudos, amigos y amantes para ofrecer su último adiós al finado.
En un ambiente de funeral festivo, La Cubana dan un repaso carnavalesco a cada uno de los personajes para provocar la risa en el espectador. Porque la vida es un carnaval y así hay que tomarla. ¿Qué, si no, cantar en inglés la canción El relicario y rematar la faena con un transformismo torero? Y así, uno tras otro, personajes y números cómico-carnavaleros se solapan en el sucinto hilo argumental de ‘Adiós, Arturo’.
Por los recortes de prensa, Arturo ha nacido justo en la ciudad de representación -Arturo es un muerto global- por lo que en el Teatro Villamarta, Arturo Cirera Mompou nació circunstancialmente en Jerez de la Frontera. Posiblemente sea uno de los elementos más reseñables de esta comedia donde la coña marinera –permítanme el gesto de desglobalización lingüística- es lo esencial en los números con que la visten. Así, toda la primera parte gira en hipotéticas e inventadas asociaciones promotoras de la zambomba, los pestiños, chicharrones y cuantas particularidades locales se puedan imaginar. El amplio conocimiento de la ciudad y costumbres de Jerez, la imaginación y el buen gusto en la selección de los gags cómicos en torno a la ciudad jerezana fueron la nota dominante de ese comienzo espectacular, que encandiló al público.
Imagino este impresionante primer acto –por llamarlo de alguna forma- como un gran globo que impulsó la representación a las alturas esperables en toda buena comedia, con risas y diversión a raudales. Pero pincharon muchos globos que le sucedieron y que pretendían sustentar y elevar a más altura esta obra. Fueron números de calor y color escénicos, pero poco más. Números como el del mimo, de una patética diva, de una cantante mejicana sacada del asilo, de un notario que imita el sonido de animales –aunque la figura del notario sea importante en la trama-, el de un seudo-striptease… Números que, o están incluidos con fórceps en el guión, o desinflarían su comicidad si no fuera por el contexto de guasa, desenfado y el aquívaletodo de la comedia.
¿Comedia? En sentido tradicional, se limita solo al acto que gira en torno a los momentos previos a la defunción. En este acto impresionan la ambientación exquisita –insuperable el cambio vertiginoso de escenario-, el diálogo de la familia con los enterradores y la comicidad del constante ir-venir en la trastienda del salón principal donde están ubicados los familiares de Arturo, cuyos diálogos por demás son previsibles e inocuos. Son detalles que, unidos a la inteligente enrevesada solución de la herencia, dan muestras suficientes de la capacidad para la alta comedia del autor del libreto.
La Cubana afirma que ‘Adiós, Arturo’ es un canto a la vida y de cómo hay que vivirla intensamente, sin las “tonterías” que nos dificultan el poder hacerlo. Con ese fin, todo se representa con buena intención y mucho humor. Tal como están las cosas, basta el buen rato que La Cubana hace pasar al público para que las extravagancias, exageraciones, licencias y rellenos escénicos que uno aprecia queden en segundo plano. Al fin y al cabo, esta obra es reflejo de la vida, ¡un carnaval!. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DEL ESPECTÁCULO:
‘Adiós, Arturo’ de La Cubana.
Idea, guión y dirección de Jordi Milán.
Lugar y día: Teatro Villamarta de Jerez, 24 de enero de 2019. Asistencia: casi lleno.