CRÍTICA. A veces los objetos hablan más que los signos. La compañía de teatro La Zaranda parece especializarse en el lenguaje mudo, no tan sólo por la austera sobriedad de sus textos sino por lo que expresan los desnudos objetos, revestidos de tiempo, que utilizan para enmarcar cada uno de sus zigzagueantes movimientos.
Asistir a cualquiera de sus obras es entrar en la página de algún anticuario o abrir nuevamente la puerta de un museo para admirar en él una obra de arte.
Todo lo que nos vuelcan es poesía. Sea el tema que fuere, como el de estos soldados renacidos que inventan sus batallas desde adentro de un pequeño inframundo y buscan tercamente al enemigo incierto que duerme y se despierta desde dentro de ellos. Un tema que, por sí, nos cuenta y nos descuenta, un tema que nos deja filosofar sobre las más profundas interrogantes; tema que, a pesar de no ser de los que personalmente más me llegan de ellos, me rastrea de nuevo la poesía visual que nos ofrecen siempre.
Sobre La Zaranda, se dijo: el texto de la obra para ellos es como una silla en el escenario, que puedes cambiarla de posición y ver todas las posibilidades. Es una herramienta con la que vas jugando, pero no algo escrito sobre piedra. Son muy flexibles para ir encontrando ese verbo a medida que cada actor se va vistiendo con ese texto. Y así es, pero ellos sobrevuelan el texto, tanto con su anatomía, que realzan hasta lo intangible de su obra teatral, de su vida, de los objetos que, ofreciéndose a ellos, cual otros espectadores más, les arrojan misterio y entrevista, porque cada muñeco, como los de esta pieza La batalla de los ausentes, les pregunta y nos pregunta; cada artilugio, que lo mismo es escenario que cubierta de túmulo o se convierte en puerta, grita unidas palabras como verso o misterio.
Sus obras son alquimia, se funde en cada una el tiempo y se confunde, se levanta la luz de cacharros sombríos, se componen escenas con fragmentos usados de ideas que en sus labios se enderezan y, nuevas, desperezan más vida que la que jamás tuvieron.
La Zaranda despierta al difunto que yace en cada uno al levantar el grito de unos hombres que brotan de la tierra para filosofar, como si de nada se tratase, y llegar al abismo de las grandes verdades.
Alguien brota de lo hondo más hondo de una tumba buscando un enemigo, una trinchera, un mando, un matar cada guerra para que no suceda de nuevo el atropello. Gaspar Campuzano, Enrique Bustos y Francisco Sánchez, en un baile de sombras y verdades, nos enseñan a ver que la guerra transcurre dentro de cada uno; que el único enemigo está en nuestra propia sangre; que la luz brota aún desde lo oscuro; que el mundo con la vida son teatro; que un poema se escribe con deshechos de cosas y fragmentos de nadas y suma más belleza que desnudez; que lo efímeramente bello puede ser más tangible que la obra más cara de un museo; que la verdad aflora desde la penumbra luminosa de sus magníficos trabajos.
¿Hubiese sido distinto de haber alcanzado la victoria en aquella lejana guerra? Se preguntan la tropa renacida y Calonge, el autor de los textos, y el público se alza y en pie corrobora que la victoria es ahora y La Zaranda acaba de conquistarla de nuevo. DIARIO Bahía de Cádiz
FOTO: Gerardo Sanz / FIT
FICHA DEL ESPECTÁCULO:
XXXVI Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz
‘La batalla de los ausentes’. Compañía La Zaranda.
Texto: Eusebio Calonge. Dirección: Paco de La Zaranda. Elenco: Francisco Sánchez, Gaspar Campuzano, Enrique Bustos. Iluminación: Eusebio Calonge. Espacio escénico: Paco de La Zaranda. Vestuario: Encarnación Sancho.
Lugar y día: Gran Teatro Falla de Cádiz, 27 de octubre de 2021.