CRÍTICA. El paso de los años acumula ya 69 desde que nació José Monje Cruz, Camarón de la Isla, (no viene mal recordarlo, aunque él mismo se quitó “de la Isla”). Fue un 5 de diciembre de 1950. Por eso Edificarte Eventos con la colaboración del Ayuntamiento de San Fernando ha promovido el festival Fusión x Camarón en estas fechas, propicia a una participación masiva por la coincidencia con los días festivos de la Constitución y la Inmaculada. Un festival musical maratoniano celebrado en “la ciudad del más grande”, como recordaron luego varios de los actuantes.
Tras la apertura que realizó la Familia Camarón a las dos de la tarde comenzaron las actuaciones, en el espacio habilitado en el recinto ferial de la Magdalena. Recordando la revolución de Camarón, que renovó el flamenco y promovió su fusión con otros géneros, Fusión x Camarón abrió sus puertas en este festival (con pretensión de repetirse cada año por estas fechas: “será recordada, sin duda alguna, como la primera de muchas”, según la organización) a figuras que acompañaron al isleño en momentos decisivos y a una serie de artistas herederos de la revolución que ignitó en su día el genial cantaor.
Diego Carrasco, Raimundo Amador, Kiko Veneno y Tomasito fueron los testigos directos de la revolución Camarón y sus actuaciones las más significativas del macroconcierto. En el otro extremo, Derby Motoreta’s Burrito Kachimba representa a la generación joven, grupo practicante de un género que antaño exploraron Triana, Medina Azahara y muchos grupos más.
Previamente, Alba Molina recuperó en sus canciones a los inolvidables Lole y Manuel. Dijo hace tiempo que el arte tiene una manera muy hermosa de cicatrizar heridas. Al hilo de esta hermosa cita, nada mejor que este festival para recordar a todos los que nos dejaron y enaltecer su memoria con la música. Alba Molina es consciente que su voz, que no da para mucho -no tiene nada que ver con la de su madre-, pero con esa voz escasa que suena a paciente quejío desplegó el repertorio que encumbró a sus padres a la gloria del arte musical con raíces flamencas.
Con Diego Carrasco y familia, comenzó la fiesta. Una actuación en línea del flamenquito jaleoso, con mucha química y onomatopeya, de fiesta y jarana, preparó el ambiente. Diego Carrasco -a quien la voz le dijo hace tiempo que iba por tabaco- maneja con criterio las cartas que aún le quedan. Más que para músicas, Diego Carrasco y Carrasco Family están para echarse unas risas y unos bailes, y seguir con la juerga.
Raimundo Amador volvía a San Fernando, “esta cara me suena”, y con su guitarra eléctrica -a pesar de boicots puntuales del sonido –que parecía haberla tomado con él- nos transportó al mundo de la música que bebe del rythm & blues. Hubo un detalle nada desdeñable en un festival en el que la fusión parecía dejar de lado el flamenco de toda la vida: Tomás Perralte (acompañante de Raimundo en el coro, junto a Carmen y Samara Amaya, hermana e hija de Remedios Amaya) cantó un martinete a palo seco, y más tarde una soleá acompañado por Raimundo a la guitarra. Y aunque con “Hoy no estoy pa nadie”, “Yo me quedo en Sevilla”, Bolleré y las canciones que le dieron luz y gloria se disfrutó de un Raimundo en plena forma, su “Ay, José, yo te canto Camarón” encendió el corazón de los presentes.
Ironías del destino. Como en los tiempos del grupo Veneno, Raimundo y Kiko, juntos por/con Camarón, concentraron la atención, fueron las actuaciones prime rate, que dieron ánimo y empuje de público a un festival que en diciembre necesita más calor. Impecable, serio y con un magnífico grupo instrumental acompañante, Kiko Veneno no defraudó a sus incondicionales.
Todavía quedaba fiesta hasta la última actuación de Tomasito a las tantas de la noche. Si a las cinco de la madrugada se concentra media Isla en la calle Ancha para ver el paso del Nazareno y escuchar las saetas que jalonan cada arrancada, ¿por qué no van a ser horas para escuchar la mágica guitarra de Tomasito?
El festival completó con él su objetivo de homenaje impresionante y único. Concentrar en catorce horas de conciertos y bullas es una apuesta de producción, que los organizadores resolvieron con un despliegue técnico especial. Hubo público, más de 2.000 personas en los momentos de mayor afluencia, aunque quizás se quedó corta la asistencia para el deseo de todos de que este tipo de eventos se repita (con versión mejorada y ampliada).
En La Isla se necesitan citas musicales de esta magnitud. DIARIO Bahía de Cádiz