CRÍTICA. A modo de entremés, se presentan los actores de la compañía Teatro Perro Muerto, al inicio del espectáculo, con un breve diálogo a oscuras que con ráfagas de chispa verbal y comentarios irreverentes prepara a los espectadores para lo que suponen una obra cómica.
En la primera parte lo es y mucho. En la primera fase de la obra, los actores cautivan a rachas al espectador proponiendo juegos dialécticos y contradicciones con motivo de la organización de un plebiscito para decidir si ha de suprimirse la democracia. Los cuatro miembros de una mesa electoral esperan a los posibles votantes y se organizan intentando respetar las reglas de juego: no pueden hacer proselitismo, deben tomar decisiones democráticas con la ausencia posible de democracia, etc… Pronto se dan cuenta de que es imposible y surgen las tensiones entre ellos. Con evidentes fallos de ritmo y algunos sketches previsibles, se vive con intensidad y diversión las evoluciones de los cuatro en clave de parodia, si bien esta vehicula la propaganda que a modo de mensaje transparente se infiltra en el texto.
Tras el juego y la diversión, llega la parte seria. La obra se estructura cumpliendo el canon de introducción, desarrollo y conclusión y en la parte central concentra densidad y dramatismo con la revisión del pasado de la historia reciente de Chile y las terribles consecuencias del golpe de estado de Pinochet en 11 de setiembre de 1973. Llama la atención que todo el relato se traslada a un país sin nombre y que en ningún momento se indica lo que está en la mente de todos. A veces no son necesarias las palabras, pero uno se pregunta si es autocensura o la aplicación dramática de la intertextualidad, aunque también pudiera ser consecuencia del sentido de la universalidad de los problemas que arrastran las sociedades de cualquier país. En apoyo del discurso al hilo de la dialéctica marxista se dramatiza la confabulación de los poderosos para destruir a los humildes en una escena intensa pero trivial, que aporta más la sensación de déjà vu que convencimiento, por lo repetido del argumento.
“Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta a nada ni a nadie, que está dispuesto a usar la violencia sin ningún límite”. Quizás haya oído esta afirmación en boca de un militante de la izquierda radical, pero las pronunció Sebastián Piñera, presidente de Chile, para justificar hace bien poco sus decisiones políticas en la crisis abierta en su país. El argumento es bivalente y cuando la falta de diálogo se encasquilla sirve de justificación para cualquiera.
La tercera fase de Representar retoma felizmente la burla como elemento teatral y la farsa como estructura. Pero en esta fase se incluye la representación imaginada de revueltas con violencia a fin de eliminar la democracia no representativa actual. Demasiadas coincidencias entre las palabras de Piñera y los diálogos de los actores, que no caen en saco roto.
¿Representar es una obra de teatro político? Es difícil despejar las dudas, aunque desde luego la obra maneja una urdimbre de intenciones políticas. En el remate de la función, el director Sebastián Squella intervino con una emotiva arenga alentando a los presentes a compartir y denunciar la situación actual de Chile, con trece muertos contabilizados ya por la actuación del ejército, que combate las protestas ciudadanas con la imposición de toque de queda y el uso de las armas. Una pancarta sostenida por los actores y técnicos de la compañía reclamó la dimisión de Piñera.
La representación de esta obra tuvo una infeliz coincidencia en la fiesta del teatro gaditano. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DEL ESPECTÁCULO:
XXXIV Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz
‘Representar’. Compañía Teatro Perro Muerto (Chile)
Dirección: Sebastián Squella. Elenco: Valeria Aguilar Rodrigo Florechaes, Victoria Iglesias y Camilo Venegas.Lugar y día: Teatro del Títere La Tía Norica, lunes 21 de octubre de 2019. Lleno.