CRÍTICA. En ningún lugar del mundo propone el clásico modelo dentro-fuera de dos formas de vivir una realidad social; en esta obra, la forma de vivir dentro del sistema impuesto en Cuba por la revolución castrista, y la de vivir en Estados Unidos, aunque sea como exiliado cubano.
En esta ficción teatral, Fernando, su mujer Inés y su hija Diana viven en Cuba, mientras que Ángel y Christian viven en Estados Unidos. Al cabo de muchos años de un exilio forzado, Ángel regresa a Cuba con su hijo Christian para visitar por sorpresa a Inés, que es su hermana. Casualmente, la visita coincide con la muerte de la madre de su cuñado, que precisa un ataúd para preparar el velatorio de la fallecida en su casa. Tras unos días de estancia en La Habana y de visitas a la casa familiar, es inevitable que Fernando y Ángel disputen debido a la activa colaboración de Fernando y su madre en las presiones y coacciones que sufrió Ángel para impedirle contar la verdad de la guerra en Angola, en la que participó, por lo que tuvo que abandonar su patria. Ambas partes ofrecen sus argumentos para reafirmarse en sus convicciones. Fernando para seguir creyendo en la revolución cubana y Ángel para alegrarse de la decisión de abandonar Cuba.
Dos elementos dramáticos se postulan como bálsamos de una situación que pudiera ser explosiva en la casa de Inés: la ausencia de rencor en Ángel, y la aceptación de Fernando de las discrepancias de Ángel sobre sus convicciones. De esa forma, Ángel y Fernando se presentan como arquetipos de los cubanos de Miami y La Habana, ¿en fase de entenderse por fin?
En el desarrollo dramático se percibe un falso balance en la equidistancia del dentro-fuera, con algunos recursos que muestran que no hay propósito de distanciamiento en la disputa, sino que se toma partido. Aunque la primera parte de En ningún lugar del mundo transcurre en clave de comedia –la escena que finaliza en el encargo del ataúd es insuperable en ese formato-, en ella Diana se anticipa lo que ocurre en una escena esencial: la comida en grupo. En ella Diana se encarga de destruir a conciencia la visión idílica que se empeñan en mantener sus padres sobre la realidad cubana.
En el relato se soslayan también las dificultades del propio Ángel como exiliado cubano en Estados Unidos y se magnifican las bondades de la decisión de abandonar Cuba. Christian es el espejo en el que debe mirarse Diana, que decide irse con él y con su tío, provocando una catarsis magníficamente resuelta con un impetuoso cuasi. monólogo de Diana. Ese falso balance se resume en la frase final tras la discusión entre los cuñados “No han entendido nada”. La última palabra es de Ángel.
El relato de la obra es casi lineal -con un falso final que puede confundir al público, como ocurrió en el pase-, y se mantiene vivo el interés del público en todo momento. Aunque a algunas escenas, como la inicial y la del diálogo a solas entre Diana y Christian, le faltan un poco de brío emocional, la acción dramática transcurre con interés y su intensidad progresa in crescendo hasta el clímax de la escena de la comida familiar, que supone un punto y final en la vida de Diana y en relación con sus padres. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DEL ESPECTÁCULO:
Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz 2018
‘En ningún lugar del mundo’. Teatro Avante (EEUU).
Dramaturga y asesora literaria: Beatriz J. Rizk / Música original: Mike Porcel / Reparto: Ángel Gerardo Riverón, Inés Alina Interián, Fernando Julio Rodríguez, Diana Yani Martín y Christian Ariel Texidó.