CRÍTICA. Vivimos en una sociedad con la necesidad forzosa de construir una identidad y el territorio es un elemento súper-poderoso para construirla; pero el territorio es una convención. Las ideas apuntadas por Ana López, directora de Rocha, son el punto de partida de esta obra que trata sobre la inmigración. “Rocha nos habla del inmigrante desde la particularidad. Nos cuenta cómo dos hermanos buscan un lugar en el mundo para poder sentirse parte de él”. En breve, la historia que nos cuentan es la de dos hermanos, Román y Luchín, que cansados de la marginación por ser inmigrantes toman posesión de la cima de un cerro y establecen en él su propio territorio. Román decide morir allí y arrastra a Luchín en esa decisión. Sin embargo, la responsabilidad moral de esas muertes –es una interpretación extratextual- recae sobre los causantes de la marginación…
Los múltiples y enriquecedores mensajes que la literalidad textual de Rocha nos aporta apuntan también a otros derroteros, quizás no previstos. En teoría, la obra trata sobre la inmigración y existe un mensaje claro hacia la necesidad de establecer zonas de pertenencia propias, pero ¿son zonas no compartidas? ¿En qué medida son voluntariamente zonas de exclusión para otros? A la vista del comportamiento de Román con Luchín, ¿no es también el territorio un elemento más de dominación entre iguales?…
Como telón de fondo, el problema de la inmigración deriva de la cultura de la explotación; también de la explotación del hombre por el hombre. De ahí la importancia dramatúrgica del enorme cerdo que acompaña a los dos hermanos en su “conquista”. Un imponente chancho que dos hermanos traen consigo y que necesitan matarlo para vivir. Es el ciclo de vida, las especies se comen a las especies. La muerte se disfraza de rito, pero el ritual es pura supervivencia. ¿En qué medida el problema de la inmigración no es más que un reflejo de esa actividad caníbal a la que nos vemos abocados para sobrevivir? ¿O el canibalismo es exclusivo y significante de la inmigración?
En la conclusión, hay dos escenas que anotan otros tipos de canibalismo. Una, elaborado como si fuera un montaje extra-escénico, señala y acusa a los políticos que “nos quitan la esperanza”. En otra, Román se “come” a su hermano. “Tú no tienes voz, por eso yo decido por ti” y en la decisión Román arrastra a Luchín hacia la muerte.
La voz también es un elemento de dominación. La palabra es solo de uno de ellos, por la mudez voluntaria de Luchín. Román sustituye por sí solo esa castración verbal y elabora un discurso propio, continuo, apasionado, elocuente, barroco y explicativo que inunda todo el tiempo la escena. La palabra es la acción y es la propia narración, mucho más que la escenografía que la acompaña. El espectador recibe una lluvia de mensajes que es incapaz de digerir en el tiempo real de representación, como los dos hermanos son incapaces de aprovecharse del enorme cerdo y sus generosas carnes.
El núcleo central del mensaje es la aceptación o la muerte son las formas inevitables de liberación personal. La muerte es la escapatoria elegida por los hermanos; el pájaro que sobrevuela la escena presagia esa muerte, anunciada por esa voz que repite constantemente “Rocha, Rocha” a Román. Hay otra posibilidad de escape a través de la aceptación, una idea subrayada en diferentes fases de la obra. “La libertad no es tener elección. La libertad es hacer los que sea posible”, dice más o menos es el literal de una intervención. Una libertad condicionada por el poderoso, al que solo se le pide promesas. Por la promesa de una tierra, también se mata… DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DEL ESPECTÁCULO:
Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz 2017
‘Rocha’. Compañía Interdram.
Dirección Ana López Montaner; Dramaturgia, Felipe Vera; Elenco Daniel Antivilo y Gastón Salgado; Diseño escénico y realización, Álvaro Salinas y Flavia Ureta. Diseño sonoro y música, Héctor Quezada; Jefe técnico, Álvaro Salinas.
Lugar y día: Teatro de Títeres La Tía Norica, 25 de octubre de 2017. Asistencia: lleno.