CRÍTICA. Los hechos, sus datos, siempre están ahí para la historia -sin modificación, anulación o alteración alguna- para beneficio de los protagonistas por serles positivos, o viceversa. La misión de los historiadores es bucear en la documentación que puedan recabar, obtener información de todo tipo sobre un tema y ampliar los datos conocidos al máximo, interrelacionarlos y conectarlos para dotar al hecho histórico de su valor más acusado y a la vez más comprometido: su interpretación, la explicación de lo que ocurrió, sus motivos, la anotación de las influencias personales y externas en las acciones de los protagonistas. Y esa labor precisa que uno se sitúe uno en el plano objetivo y no dejarse llevar por sentimientos o ideas personales.
El rey no es un estudio histórico sino una pieza teatral sobre un personaje de gran relevancia en la historia de España, el exrey Juan Carlos I. Por tanto, no le son exigibles los presupuestos de un trabajo histórico, pero es preciso indicarlo para evitar malentendidos: El rey ofrece una visión negativa –al extremo- de la figura del monarca anterior, sin pretensión de tratarlo con la objetividad y límites autoimpuestos de historiador. Señalemos que no hay engaño: Teatro del Barrio es abiertamente político, como afirma su proyecto cooperativo, utilizando la cultura y la fiesta como medio para hacer política. Desde su perspectiva, su quinta producción “es una ficción contra la ignorancia. Con la convicción de que sólo puede cambiar su realidad aquel que la conoce”.
El rey es una obra dramática que opera en el ámbito de la valoración de una figura política, utilizando los datos históricos como una construcción apositiva de la descripción del personaje y señalando más hacia los motivos oscuros y las influencias de otros que le impulsaron a actuar; “sin ofrecer respuestas sino sugiriendo preguntas”, como reconoce el autor del texto. De ahí que la pieza teatral se desarrolle en el plano onírico, que propicia la emergencia del lado oscuro del personaje con toda su crudeza.
El relato bucea sobre todo en la Transición política española, con sus prolegómenos y hasta el inmediato post-23F. Sostiene que fue un apaño de los franquistas que se aprovechó del objetivo monárquico de recuperar su estatus previo; una “restauración” en vez de una transformación, se hace ver en un momento de la función. El objetivo de la Transición en esta versión fue mantener el control y poder económico-político de las clases privilegiadas –y de paso, “zurrar” a Felipe González por contribuir-. Para el desarrollo de esa tesis, la pieza se divide en escenas correspondientes a los hechos históricos que le dan sentido. Juan Carlos (Luis Bermejo) y Franco (Alberto San Juan) son los personajes principales, con un tercero cambiante, según conviene para cada escena, interpretado por el tercer actor (Javier Gutiérrez). Voces en off ayudan en el avance del relato cuando por sí mismos no pueden hacerlo los protagonistas. Las escenas cómicas se entremezclan con las “serias” –más interesantes, a mi juicio- con un ritmo sostenido pero modulado por la intensidad dramática que se quiere dar.
No nos corresponde valorar El rey desde el punto de vista de la veracidad del relato histórico. El espectador de la obra puede en legítimo derecho aceptar los expuestos como tales, aunque advertimos en esta obra el uso reiterado de la historia “no escrita”, que frecuentemente se malversa con informaciones no veraces que proceden de la maledicencia, la (anti)propaganda, o la oposición frontal a un determinado órgano o personaje político. Como paradigma, no creo que las preguntas, de grueso calibre y gran alcance, insertas en el contexto de una hipotética entrevista que realiza Jesús Hermida a un atónito Juan Carlos -preguntas imposibles de responder- sean la mejor forma de tratarle con respeto, como afirma el autor del texto.
El tono paródico general de la obra, la mímesis y la ambientación de las escenas con güisqui por medio, prepara al espectador para la mofa, en la línea del “bobón y bobón” que circulaba de boca en boca desde sus inicios (hay que darle la razón al dramaturgo: el sistema franquista trató al entonces Príncipe con poco respeto). La hilaridad del público, especialmente notable en las primeras imitaciones, señala el acierto del planteamiento cómico y el éxito alcanzado con esta apuesta. El rey es el retrato de un rey mujeriego, libertino, ambicioso, primario, bebedor y… ¿tonto? Para qué más.
A tenor de los reiterados aplausos, el público aceptó de buen grado la propuesta. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DEL ESPECTÁCULO:
Festival Iberoamericano de Teatro (FIT) de Cádiz 2016.
‘El Rey’. Teatro del Barrio.
Texto y dirección: Alberto San Juan. Asesoramiento histórico: Noelia Adánez (Contratiempo). Iluminación: Andrés Lima, Raúl Baena. Elenco: Luis Bermejo, Alberto San Juan, Javier Gutiérrez.
Lugar y día: Teatro del Títere La Tía Norica de Cádiz, 26 de octubre de 2016. Asistencia: lleno.
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