CRÍTICA. Es el tipo de humor que desarrolla Titzina Teatro, en su vertiente cómica, con pinceladas rápidas del retrato abocetado de la realidad del hombre corriente. Un humor que resalta el valor dramatúrgico de las pequeñas y cotidianas historias, con mil caras cada una de ellas y que se viven de formas diferentes. Pero en la obra Distancia siete minutos, el humor sirve como válvula de escape para la tensión dramática de la historia que se despliega al espectador y como contraste al punto central y serio de esta pieza dramática, su relato sobre la felicidad humana.
La obra enlaza conceptualmente la vida cotidiana de un juez con dos sucesos que van a cambiar su vida: el descenso en Marte de una nave espacial, Curiosity, con un defecto de diseño que puede hacer fracasar por completo la misión y que tiene siete minutos angustiosos para resolver el descenso a la superficie de Marte, reduciendo a cero en ese tiempo una velocidad de veinte mil kilómetros por hora. Defecto interior y fallo latente que, junto con las maniobras que debe realizar el artefacto para llegar a su destino, proporcionan elementos para una inteligente metáfora sobre la forma de proceder que debe realizar el juez Félix para la resolución de los problemas personales que le afectan.
La tarea de altos vuelos y la complejidad tecnológica que supone el viaje espacial de la nave se contraponen con la vida cotidiana del juez. Éste se dedica a sentenciar sobre denuncias de pequeños delitos que son productos de una convivencia no resuelta entre parejas, vecinos y ciudadanos, los cuales no saben resolver por sí mismos las peleas y riñas que aparecen en su trato normal. Previamente y al inicio de la obra se recuerda el número de años dedicados por el juez a prepararse para este oficio y, en contraste, el absoluto desperdicio de esa formación y la frustración que genera la práctica habitual en los juzgados. De ahí que Félix (que etimológicamente significa feliz) viva inmerso en la aburrida pertinencia de lo ordinario. Félix no es feliz.
Un segundo suceso cambia la rutina del juez: debe abandonar su domicilio para que una empresa especializada elimine la plaga de termitas que carcomen las vigas de la casa, una parábola de la carcoma interior que padece el juez, incapaz de vivir su solitaria existencia en felicidad. Toma la decisión de pasar los días de tratamiento en la casa de su padre.
A partir de ahí, se enfrenta a su verdadero problema, la tremenda falta de comunicación con su progenitor. Ambos han vivido alejados e ignorados uno del otro. Como en el caso del Curiosity, en una situación límite, los pequeños problemas se magnifican, por eso durante la estancia del juez en la casa familiar ambos amplifican sus pequeños roces. Pero la escena inicial de tomas de declaraciones en el juzgado, además de un genuino humor en su desarrollo, muestra la prevalencia de la falsedad como estrategia de defensa de los acusados. En el paralelismo con su vida, el juez muestra que la falsedad invade también su propia existencia y de ahí que Félix se enfrente a su triste realidad y quiera descubrir la verdadera historia familiar que les amarga a padre e hijo y los destruye interiormente.
Nos pareció una de las mejores obras representadas en el Festival Iberoamericano de Teatro (FIT) de Cádiz –todo absolutamente medido y con sentido, incluida la escenografía- siendo merecedora de mayor envoltura presencial. No obstante, el público asistente supo apreciar el gran trabajo de Titzina Teatro, fruto de su método colectivo de creación, y sus características esenciales: atención centrada en un sentimiento dominante, documentación basada en la realidad e improvisación. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DEL ESPECTÁCULO:
Festival Iberoamericano de Teatro (FIT) de Cádiz 2016.
‘Distancia siete minutos’ de Titzina Teatro.
Textos e interpretación: Diego Lorca y Pako Merino. Escenografía: Jordi Soler i Prim.
Lugar y día: Gran Teatro Falla de Cádiz, 25 de martes de 2016. Asistencia: más de media entrada.
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