CRÍTICA. La Central Lechera a tope. Buena señal; y muchos aplausos en la conclusión del espectáculo Libertino. ¿Un éxito? Había quien comentaba que Libertino era “pura poesía”; había –me incluyo entre ellos, puede que fuera el único- que salió como entró, quizá aturdido por la amalgama de excesos dramáticos -sonoros, visuales, temáticos, de género- que confluyen en este espectáculo, que desde luego es original. Me aturdió el barroquismo del barroco escénico que predomina en esta creación, que tiene el flamenco como telón de fondo. Como el flamenco barroco de nuestros días, pero con algo más.
Qué quiere que le diga. No soy quién para categorizar la obra en la opción dicotómica buena-mala. No hay lugar. Me atengo a mis impresiones y mi juicio, siempre condicionado por gustos y experiencias. Y mi primera impresión es que Libertino tanto vale para un festival de flamenco o de danza como de teatro, que es el caso. Y que predomina la opción no importa qué en este suflé que se desinfla si se hurga para buscar la esencia de cada género integrado en la obra: teatro, música, danza, flamenco.
Para el FIT de Cádiz vale la dramatización de una idea, que comienza con la efectista negación: “No me gusta el flamenco”, insincero y un punto irónico el narrador. Antes, unos minutos de puesta en situación en claroscuro –muy oscuro- con una pajarera-foco, elemento de referencia del leit-motiv de Libertino, el derecho a ser libre para traspasar cualquier frontera.
El relato realza la evidencia: se utilizan, mezclan y transforman muchos elementos dramáticos para remarcar la idea de libertad, “creando momentos mágicos y abriendo espacios para respirar, tomar aire y fuerza antes de saltar otra vez al vacío en busca de nuestra propia e insobornable libertad personal”. La metáfora se diluye en el discurso de puro obvio: el título, elementos de asociación -un ejemplo: el cantaor flamenco tras el enrejado de la pajarera mientras el narrador le compara con un mirlo-, el sugerente y llamativo baile solista con un abanico a modo de ala de pájaro… La personificación inversa del artista como pájaro enjaulado tiene una moraleja obvia a modo de conclusión, que no se le escapa al espectador en cuanto se propone la analogía: la libertad es justa y necesaria.
Personalmente, creo que sobran recursos dramáticos y falta medida; sobre todo, sobra el tratamiento obsesivamente percusivo del baile flamenco, que salva la partenaire en sus breves e inteligentes actuaciones solistas. Si tuviera que resumir mis impresiones sobre Libertino acudiría al refrán “Mucho ruido y pocas nueces”; sin quitar el mérito al autor de poner en práctica lo mismo que predica en su libreto: Libertino es un intento de traspasar las propias fronteras del espectáculo. Y que bien merece un prolongado, y sincero, aplauso. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DEL ESPECTÁCULO:
Festival Iberoamericano de Teatro (FIT) de Cádiz 2015.
‘Libertino’. Marco Vargas, Chloé Brûlé; dirección, coreografía y baile. Evaristo Romero, dirección adjunta. Fernando Mansilla, textos e interpretación. Juan José Amador, cante. Gabriel Vargas, composición musical. Carmen Mori, diseño de iluminación. Antonio Godoy, escenografía.
Lugar y día: Sala Central Lechera de Cádiz, 19 de octubre de 2015. Asistencia: lleno.
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