CRÍTICA. Algernón. La angustia del conocimiento es el tipo de espectáculo cuya redondez depende de la pericia en el manejo de algunos recursos teatrales. La iluminación, por ejemplo. Fundamental, para acompañar la ambientación futurística y tecnificada de la escena, en clave de ciencia ficción. El espectador algo alejado del escenario apenas distingue –se los puede imaginar- algunos de los elementos básicos de la puesta en escena, como el pequeño ratón Algernón, utilizado en el test de laboratorio para un tratamiento que podría triplicar la inteligencia de las personas, sometidas previamente a una operación para el cambio.
El discurso dramático trata sobre un hipotético avance científico que es capaz de triplicar la inteligencia de los seres. Charly Gordon, un retrasado mental es sometido a ese tratamiento; a cambio, los científicos piden a Gordon que exprese verbalmente sus pensamientos y sus sentimientos constantemente. A modo de diario, una voz en off anuncia el día correspondiente al seguimiento de observación que los científicos realizan sobre Charly –también sobre Algernón, compañero de tratamiento-; hasta que se inicia un proceso de regresión, anunciado por la muerte de Algernón.
La interpretación de la metamorfosis de Charly Gordon da lugar a un gran trabajo actoral –en esencia, un monólogo circular- que incide sobre la modulación de voz, ritmo y expresión corporal según el tipo de personalidad que debe asumir el actor. La valoración del monólogo se limita a estos aspectos, porque el texto no se presta a demostrar sutilezas emocionales. La encomiable interpretación de Moisés Angulo da credibilidad a la doble personalidad –completamente opuestas- del personaje que oscila entre la dificultad de verbalización y concreción de pensamientos del Charly Gordon original, hasta la elocuencia y brillantez lógica de su mente privilegiada conseguida con la intervención quirúrgica.
Apuntemos que la hipótesis de trabajo de la obra es bastante realista, si se tiene en cuenta los antecedentes de proyectos descabellados de corte similar realizados en el siglo XX. El libreto no obstante, apunta fundamentalmente hacia una dirección, enfoca sobre los conflictos en las relaciones personales de Charly Gordon que ambos extremos le provocan. Son dos puntos de vista, a modo de lecturas complementarias, sobre la persona en nuestra sociedad. De paso: el texto muestra el enorme valor del teatro como análisis y crítica de los comportamientos sociales. Aunque el planteamiento de la obra se basa en una simplificación metafórica, que podría someterse a disputa dialéctica: la inteligencia asociada a la capacidad crítica de las personas y lo que es aún más atrevido, a estados asociados de comportamiento, ingenuidad, ambición, bondad y maldad.
Si la transición del operado Charly Gordon resulta previsible –el espectador tiende a centrarse en la interpretación del actor; o, en su momento, en cómo Algernón (como participante del elenco) se pasea por el brazo y hombros del actor-, el interés crece cuando concreta la hipótesis de una persona superinteligente. Desde este punto, hasta el final, la obra gana en intensidad y valor. Alguna escena, como las manifestaciones concretas de superenergía del ‘ratón’ Charly parece una digresión discursiva que aporta espectacularidad y un punto de snobismo a la acción, pero poco más al dramatismo de la historia contada. En ese sentido, la breve irrupción de un segundo personaje, necesaria para poner en pie la escenografía, produce una quiebra en la tensión creciente, sin que beneficie la obra en medida alguna. Escenografía por cierto que restringe la movilidad del actor, sin que afecte a la variedad visual de la función, gracias al apoyo escénico de la voz en off y su naif manifestación de nivel sonoro sobre la pantalla de fondo, y algún cambio de registro en la iluminación, de vez en cuando. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DEL ESPECTÁCULO:
Festival Iberoamericano de Teatro (FIT) de Cádiz 2015.
‘Algernón. La angustia del conocimiento’. Nicolás Fernandois, dirección. Moisés Angulo y Marcelo Salinas, actores. Julio Escobar, diseño de iluminación. Colectivo Arte Matamala, diseño escenográfico. Nicolás Aguirre, composición música.
Lugar y día: Teatro de Títeres La Tia Norica, 19 de octubre de 2015. Asistencia: lleno.
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