CRÍTICA. Mar es una delicada fantasía de Teatro de los Andes. Por mandato de su madre a las puertas de la muerte, tres hermanos deben llevarla desde las montañas, donde supuestamente viven, hasta el mar. Un mar perdido para siempre por Bolivia en la llamada Guerra del Pacífico 1878-1893 que ganó Chile frente a los aliados Bolivia y Perú. Bolivia se retiró de la guerra casi inmediatamente y perdió el acceso al mar, pero hace dos años se abrió de nuevo el debate político sobre el tema, con la demanda interpuesta ante la Corte Internacional de Justicia.
La madre pide a sus hijos que la aten a una de las puertas de la casa, y una vez en el mar la abandonen a las olas. Este es el comienzo del teatro-cuento-poema Mar, creación colectiva de Teatro de los Andes y Arístides Vargas
En cumplimiento del pedido, los hermanos cargan con madre y puerta. En la travesía cruzan por el desierto (Atacama) y llevados por la curiosidad abren la puerta para saber qué se oculta detrás de ella. Como en todo cuento, con la apertura de puertas aparecen diferentes personajes -de Bolivia, Chile y Perú- que hablan sobre el mar. La narración principal, que se desarrolla en un conmovedor tono poético, se fragmenta con otros menores que rompen tono y ambiente, pero que complementan el relato principal. En uno de los fragmentos, de una comicidad inusual pese a su simplicidad, un general boliviano propicio al oficio de salvavidas –noten la sutil ironía- defiende con resignación los ideales de una patria soberana, un mar “concreto” y no “abstracto y teórico”.
De vez en cuando, la narradora-protagonista del cuento se pregunta, con cada fragmento, “¿cuántos sueños caben en un sueño?”… “¿cuántos sueños caben en la historia? “… “¿cuántos sueños caben en el mar?”, y así, sucesivamente. El mar es a la vez, sueño y cuento, una obra representada con un lenguaje onírico y con regresiones a la candidez e ingenuidad de la infancia; por eso, tiene sentido que el relato se acompañe de vez en cuando con sencilla y evocativa música instrumental y a capella, de carácter folclórico-popular.
A pesar del origen histórico del tema, Mar es una delicada fantasía sin reclamos patrióticos ni revisiones revanchistas, ni mucho menos mensaje político. Es solo una metáfora de la ausencia –la muerte es otro tránsito de ausencia- que dramatiza el trabajo del duelo-. “Si hipotéticamente recuperáramos el mar, ¿los muertos que murieron por el mar se recuperarán?”. Es también una apelación a la panhumanidad igualitaria y la eliminación de nuestros fantasmas del pasado. Pero, sobre todo, la metáfora de que el mar no tiene dueño enfrenta al espectador con “la cruenta realidad en la que vivimos, donde todo tiene dueño por que todo es una cifra económica, los límites importan más que las personas, los mares económicos valen más que los mares de lágrimas”.
La imaginativa, creativa y colorida escenografía simula más de una docena de diferentes situaciones y ambientes, entre las cuales prima la onírica y fantástica ambientación de la escena final -una gran sábana suspendida por encima de actores y espectadores simulando el flujo y reflujo de las olas-; uno de los pocos artilugios –ya están reseñados los tres grandes tablones de la omnipresente puerta- que se utilizan en este delicioso y dramático relato, “capaz de interesar y conmover vivamente”. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DEL ESPECTÁCULO:
Festival Iberoamericano de Teatro (FIT) de Cádiz.
‘Mar’. Teatro de los Andes. Arístides Vargas, texto y dirección. Gonzalo Calleja, escenografía. Lucas Achirico, música. Alejandro Vázques, luz y sonido. Reparto: Alice Guimaraes, Gonzalo Calleja y Lucas Achirico.
Lugar y día: Teatro de Títeres La tía Norica de Cádiz, 22 de octubre de 2015. Asistencia: lleno.
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