CRÍTICA. Creo no equivocarme al señalar el entusiasmo inicial compartido de todos los que nos acercamos al Gran Teatro Falla para el concierto de la Orquesta Filarmónica de Málaga el viernes día 21. Fundamentalmente, por el nombre –apunta a renombre- del director Manuel Hernández- Silva, con quien vivimos momentos musicales inolvidables al frente de la Orquesta de Córdoba en una edición anterior.
El entusiasmo se convirtió en satisfacción definitiva al final del concierto, si bien echamos en falta la exhibición de control absoluto y exuberante vitalidad que apreciamos hace años. Ahora es una dirección más madura y recatada, y menos posesiva; pero con su sello personal inconfundible. No en vano la Orquesta Filarmónica de Málaga le nombró como director artístico por “la solidez de su propuesta artística, conocimiento del repertorio universal y su presencia estable en el circuito sinfónico europeo y latinoamericano”.
El programa de este concierto incluido en el XII Festival de Música Española de Cádiz ofrece analogías con el resto de orquesta participantes en el Festival, lo que parece indicar el establecimiento definitivo de un modelo de programación orientado a la difusión de la gran obra musical española, junto con la interpretación de obras significativas del canon universal. Modelo que pretende favorecer el interés y asistencia de público para consolidar definitivamente este festival gaditano, que este año celebra su décimo-segunda edición. Desde luego, en este caso funcionó; no se llenó el Gran Teatro Falla, pero la asistencia puede considerarse más que satisfactoria y prometedora.
De ahí que el programa del concierto ofrecido por la Orquesta Filarmónica de Málaga estuviese dividido en dos bloques diferenciados; el primero dedicado a la música española, con obras de Falla y Montsalvatge; y el segundo, con una de las obras representativas del canon sinfónico: la Sinfonia nº 8 de Dvořák.
Manuel de Falla alumbró El sombrero de tres picos para el Ballet Ruso del famoso Serguéi Diághilev, potenciando las partes bailables en relación con su inicial propuesta teatral. De ahí que las danzas sean el núcleo esencial de la obra, dividida para conciertos en dos grandes suites. La interpretación de la Suite II, con la espectacular Danza final incluida, siguió los derroteros esperados -magnificencia y colorido sonoro-, con toques de humor reclamados por la propia conducción musical.
Las Cinco canciones negras, tuvieron un intérprete vocal atípico, Pablo García, que supone un cambio de registro respecto de la habitual voz soprano. La audición de las canciones en voz de tenor produce sensaciones de extrañeza por la pérdida de color y calor, especialmente en la Canción de cuna, insuperable en voz femenina. No obstante, Pablo García exhibió una excelente vocalización y libertad expresiva en la interpretación de estas canciones, que suponen un gran reto para la voz de tenor, obligado en ellas a un esfuerzo vocal notable en los registros graves. Pablo García aportó un balance dinámico perfecto en todos los registros, con la agradable monotonía de superar las barreras técnicas en toda la tesitura. Sin embargo, la interpretación de la romanza Bella enamorada de la zarzuela El último romántico, mostró que el tenor se siente mucho más cómodo, incluso feliz, en piezas líricas con más brillantez y más intensidad dinámica que las canciones de Montsalvatge. El joven Pablo García debe su andadura como solista al director Manuel Hernández-Silva, a través del concurso para jóvenes cantantes que organizó cuando dirigía la Orquesta de Córdoba y que ganó en el año 2006 el prometedor tenor
La Sinfonía nº 8 de Dvořák es la más conocida de este autor, después de su celebérrima Sinfonía del Nuevo Mundo; sin embargo, es más interesante que esta por las innovaciones estructurales y la ambigüedad tonal, que avanza ideas que el atonalismo posterior instaura definitivamente. La octava de Dvořák tiene también enriquecedoras referencias inter-musicales con algunas de Beethoven, pero que son menos apreciables en la audición de esta gran sinfonía. A excepción de la dubitativa entrada de la flauta en el primer movimiento, justo cuando se resuelve el ambiguo y precioso inicio de la sinfonía, la orquesta sonó empastada y ajustada al espíritu de la obra. La sinfonía transcurrió con la placidez de una versión enfocada a enriquecer su inspiración en el folklore checo, especialmente en piezas de danza, impulsado por el nacionalismo musical predominante. De nuevo, la solidez en la dirección de Hernández-Silva vivificó un Dvořak estimulante y grácil, cuya Sinfonía nº 8 se vivió con intensidad y emoción por el público. DIARIO Bahía de Cádiz Francisco Mesa
FICHA DEL CONCIERTO:
XII Festival de Música Española de Cádiz.
Orquesta Filarmónica de Málaga. Manuel Hernández-Silva, director. Pablo García López, tenor Programa: I- Manuel de Falla (1876-1946) El sombrero de tres picos. Suite II (1919) (Los vecinos / Danza del molinero / Danza final). Xavier Montsalvatge (1912-2002) Cinco canciones negras (1945) (Cuba dentro de un piano (RafaelAlberti) / Punto de habanera, siglo XVIII (Néstor Luján) / Chévere (Nicolás Guillen) / Canción de cuna para dormir a un negrito (Ildefonso Pereda Valdés) / Canto negro (Nicolás Guillen). II Antonin Dvořák (1841-1904) Sinfonía nº 8 en Sol mayor, Op.88 (1889) (Allegro con brio / Adagio / Allegretto grazioso / Allegro, ma non troppo).
Lugar y día: Gran Teatro Falla de Cádiz, 21 de noviembre de 2014. Asistencia: tres cuartos de aforo.
Vaya, no sabía que a Vivaldi y Piazzola le habían concedido la nacionalidad española