CRÍTICA. Si algo distintivo aporta los conciertos de música barroca es la recuperación del sonido genuino de la época, que complementa la encantadora imperfección de los instrumentos –difíciles de domeñar-, y la belleza tímbrica y la frescura de las coloraturas vocales. Una delicia cuando se conjuntan todas esas virtudes en una agrupación de cámara como Al Ayre Español de Eduardo López Banzo. Fue en el concierto de inauguración del XIV Festival de Música Española de Cádiz, con numerosa asistencia de público –casi impensable llenar este magnífico aforo con un concierto de música antigua- y que transcurrió en un soplo, por la fruición e interés que ofreció la interpretación del programa.
El creador del ensamble es “uno de los directores europeos que con más convicción ha hecho del historicismo su propia filosofía musical, con el propósito de aproximar a los músicos que dirige a las fuentes y espíritu de cada composición, y que hace que la música, siglos después, aparezca otra vez como fresca y novedosa para el oyente contemporáneo”. Así reza el programa de mano y de la misma forma se entendió y apreció en el auditorio del Palacio de Congresos de Cádiz.
Al Ayre Español dedica sus esfuerzos a interpretar y difundir el legado musical del barroco español. Veintiséis años de trabajo incansable que han producido una extensa discografía y le ha permitido conseguir numerosos premios, el más significativo de ellos el Premio Nacional de Música del 2004. Eduardo López Banzo, alma mater de Al Ayre Español, recordó en una corta presentación del programa, que parte del mismo retrotrae al grupo a la grabación de su primer disco en la Catedral de Jaén, “que hicimos con mucho cariño”. El concierto estuvo dedicado a la obra del compositor “jienense de adopción” y maestro de capilla de la catedral Juan Manuel de la Puente, “que compuso un sinfín de obras que merecen ser resucitadas, y esta es una ocasión para disfrutar una música llena de vida, color y energía”.
La música se escuchó deleitosa en general, pero especialmente en los partes corales, ofreciendo una compostura equilibrada de timbres y empaste dinámico ciertamente notables. Un gran trabajo de grupo, donde los lucimientos personales estuvieron condicionados al diseño de las partituras, con prevalencia de voces humanas y violines en general. Quedaron en un segundo plano, por ello, el violone de Xisco Aguiló y el archilaúd de Juan Carlos de Mulder; incluso en la mayor parte del programa, el órgano del propio director.
Como señalamos, el cuarteto vocal acopló sus voces en un sonido bien empastado, si bien sus aportaciones individuales sugieren disparidad en la valoración. La dulzura y delicadeza en el trato de las líneas melódicas son las bazas de la soprano Adriana Mayer, que ve mermada sus posibilidades por la estrechez dinámica de su fraseo. Muy notable el esfuerzo de Hugo Bolívar para defender los solos, pero la irregularidad de comportamiento de su voz en los distintos registros atenúa el buen efecto de su bonito timbre de contratenor. La dulce normalidad del tenor Diego Blázquez no nos aporta nada reseñable; sin embargo, la voz del barítono, que tiene una tímbrica acariciadora a los oídos, resultó algo endeble y poco profunda.
Dos piezas instrumentales, las Sonatas de Vivaldi y Haendel, se incluyeron en el programa con el objetivo de situar al oyente en el contexto temporal donde desarrolló su obra Juan Manuel de la Puente. Las piezas del maestro manchego no alcanzan la complejidad compositiva de los célebres compositores, pero la audición en paralelo de ambas líneas -española y europea- permite valorar en su justo término los méritos del músico español. En la interpretación de las sonatas, por otro lado, ganó la partida la de Haendel, con mejor ajuste de la modulación dinámica en los violines barrocos que en su primera actuación, donde produjeron un resultado más anodino.
Es poco frecuente que el bajón tenga protagonismo en los conciertos de música barroca. Justo es señalar la oportuna recuperación solista de este instrumento en la pieza de Sebastián Durón, sin desdeñar la relevancia del bajón en la plantilla y composiciones de Juan Manuel de la Puente. La Gaitilla de Durón nos regaló una exhibición virtuosística de Carles Cristóbal en el bajón, que luego tuvo ocasión de revalidar con sus vertiginosos contrapuntos en la cantata Qué sol es aquel, adaptada por el intérprete. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DEL CONCIERTO:
XIV Festival de Música Española de Cádiz.
‘Al Ayre Español’.
Eduardo López Banzo, dirección y órgano. Adriana Mayer, soprano. Hugo Bolívar, contratenor. Diego Blázquez, tenor. Sebastián León, barítono. Alexis Aguado y Kepa Artetxe, violines. Carles Cristóbal, bajón. Xisco Aguilo, violone. Juan Carlos de Mulder, archilaúd.
Programa: Juan Manuel de la Puente (1692-1753) Métricas aves. Villancico a la Purificación. Antonio Vivaldi (1678-1741) Sonata Op. 5 nº 6 en sol menor, RV 72. Juan Manuel de la Puente El alto discurrir. Cantata a la Santísima Trinidad / Pedro amoroso. Villancico al Señor San Pedro. Sebastián Durón (1660-1716) Gaitilla. Juan Manuel de la Puente Qué sol es aquel. Cantata al Santísimo Sacramento. Georg Friedrich Haendel (1685-1759) Sonata op. 2 nº 2 en sol menor Juan Manuel de la Puente Qué es esto, admiración. Cantata a la Purificación de Ntra. Sra. (1727).
Lugar y día: Auditorio del Palacio de Congresos de Cádiz, 11 de noviembre de 2016. Asistencia: Más de media entrada.
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