CRÍTICA. El cambio de planteamiento del Festival de Música Española de Cádiz que se observó el año pasado con la sustitución del director Reynaldo Fernández, responsable de las doce ediciones anteriores, se ha confirmado con esta décimo-cuarta edición. Manuel Ferrand ya es totalmente responsable de la programación de este año en la que, como se anunciaba en su momento, no se ha afectado a lo esencial –sigue manteniéndose un programa de música clásica sólido con la presencia de las orquestas de Andalucía-, pero sí a la estructura.
La reseña líneas abajo de cuatro conciertos muestra ese nuevo look del Festival, que busca más presencia de la música en el gran público y amplía su radio de acción a la “gran Bahía” con el objetivo anunciado de ganar en presencia de los ciudadanos” y, sobre todo, de “captar nuevos colaboradores” para el evento.
El día 19 de noviembre, en Bodega Osborne de El Puerto de Santa María, el trío Electric Pleasures liderado por Juan Carlos Rivera interpretó el programa Un Seicento transfigurado, una interesante propuesta en la que se combinan piezas del siglo XV y algunas actuales, en la que sorprenden el sonido que ofrece la combinación instrumental del trío. Destacamos que Juan Carlos Rivera utilizó una guitarra Gibson construida especialmente para la firma bodeguera con madera de sus barriles. Por otro lado, la siempre espectacular tiorba presentó una nueva faceta sonora –entre bajo eléctrico y guitarra acústica- en las piezas interpretadas, que sonaron mucho –quizá demasiado- a Pat Metheny.
Primó la originalidad sobre el resultado sonoro en el concierto del domingo, día 20 de noviembre, ejecutado por el dúo María Rosario D’Aprile, violín, y Tomasso Cogato, piano, en el Restaurante Café Royalty de Cádiz. Mucho gusto en la selección de piezas, un ambiente insólito y especial que intentaba reproducir la escena musical en un café de Cádiz a finales del XIX y principios del XX. En consonancia, el programa recogió piezas de esa época, incluyendo algunos compositores españoles poco “poco tocados hoy en día”. Se disfrutó con En un café de Cádiz: Músicas del Cádiz Romántico de uno de los conciertos más singulares que pueda recordarse, a pesar del ruido inevitable y de las limitaciones acústicas de la sala.
Una mezcla de creatividad y potencial para empresas musicales de altos vuelos son las notas comunes del concierto ofrecido el viernes 25 por Andalucía Big Band & Julián Sánchez, dirigidos por Miguel Ángel López. El motivo central en esta ocasión, de escuchar a la banda, asistida por la trompeta de Julián Sánchez, fue el estreno de la Suite Trafalgar, obra del pianista y compositor gaditano Javier Galiana. El programa de mano acierta a explicar la pieza como “obra de gran aliento, que se mueve entre los límites del jazz, el flamenco, la improvisación libre y los arreglos rigurosos, tintado todo ello de colores andaluces. Cada una de sus danzas se inspira en un palo del flamenco aunque luego se diluya en las armonías e improvisaciones herederas del jazz”. Un concierto de los que crean afición. Señalemos también la anécdota de una interpretación en clave jazzística del popular tanguillo Los duros antiguos. ¡Quién se lo iba a decir a Tío de la tiza!
Y en el día de cierre del Festival –domingo, 27 de noviembre-, seguidillas, zorongos, tiranas y danzas de ida y vuelta configuraron el programa -titulado De Cádiz a América: músicas de ida y vuelta. Tonadillas y canciones de Indianos, Indios y Negros en la España de finales del XVIII- que la Real Cámara ofreció en el Real Teatro de las Cortes gracias al patrocinio del Ayuntamiento de San Fernando. Asistimos a un concierto –casi didáctico- organizado con mucho gusto y ejecutado con acierto y corrección, que se disfrutó aún más por la teatralización de los cantantes solistas y la intención en las letras de las piezas interpretadas. DIARIO Bahía de Cádiz
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