CRÍTICA. Podría ser el título del concierto que la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla ofreció en el curso del XXIII Festival de Música Española de Cádiz. Aunque parece reverdecer sentimientos nacionalistas, se refiere en realidad a la perenne fascinación por nuestro país que el exotismo de Españas producía en los músicos extranjeros del XIX y principios del XX, que quedaban embrujado “con el brío y el color de la música de nuestro país”, tal como afirma el autor del programa de mano del concierto refiriéndose a Emmanuel Chabriel.
De este compositor se interpretó su briosa y elocuente España, con la que tuvimos ocasión de comprobar que la conducción del director John Axelrod se bastaba para controlar la impresionante dinámica de la orquesta, tarea que exigía todo su esfuerzo.
De ahí que los detalles fueran secundarios casi en toda la primera parte, aunque algunas de secuencias en Escales de Jaques Isbert apuntaran, como de pasada, al paladeo pleno del colorido textural que ofrecían las piezas del primer programa. La alborada del gracioso y Rapsodia española de Maurice Ravel completó el rosario de piezas, inspiradas en España, del triplete de compositores que dan lugar al verdadero título del concierto: Francia se inspira en España.
Fue en la segunda parte cuando tanto la orquesta como el conductor dieron la auténtica dimensión musical, excelente en todos sus extremos. Los ecos de los ensayos instrumentales en el descanso intermedio denunciaban el interés que los propios músicos concedían a la siguiente obra, Bolero, por la que es mundialmente recordado el compositor Maurice Ravel. Tenían que hacer un buen trabajo con ella; pero, sobre todo, querían hacerlo.
Y dieron todo y más de sí en un Bolero de Ravel hipnótico, electrizante, que se escuchó en el auditorio como pocas veces se tiene ocasión. Una orquesta sin reservas, consciente de su capacidad técnica y del poder de atracción de esta obra sin desarrollo melódico -un tour de force rupturista que su autor diseñó sin más propósito que el desnudo musical a la pura esencia de las texturas-. El resultado: un breve y simple ostinato rítmico, difícil de mantener sin verte abducido por el movimiento orquestal con un accelerando dinámico, y cambios texturales continuos sobre el mismo tema melódico, que se incrusta inevitablemente en nuestra mente, capaz de tararear una y mil veces el motivo musical sin desfallecer, del mismo modo que la orquesta.
Despreocupada del control dinámico de la masa sonora, el director centró su atención en los matices, en las entradas perfectas de cada instrumento en esta pieza, una obra más que memorizada por el director (no precisó partitura para guiar la interpretación) y sobre todo, interiorizada. La orquesta nota esos detalles y se dejó arrastrar -fascinados los músicos por esa concordancia de espíritu y forma- y la conjunción se tradujo en una excelente, memorable e ¿irrepetible? Bolero. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DEL CONCIERTO:
XIII Festival de Música Española de Cádiz.
Francia se inspira en España. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. John Axelrod, director. Programa: I – Emmanuel Chabrier (1841-1894), España (1883). Jacques Isbert (1890-1962), Escales (1922). Maurice Ravel (1875-1937) Alborada del gracioso (1905), Rapsodia española (1908) II – Maurice Ravel, Bolero (1928).
Lugar y día: Gran Teatro Falla de Cádiz, 22 de noviembre de 2015. Asistencia: más de tres cuartos de entrada.
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