CRÍTICA. La documentación sobre esta pieza nos habla de un largo proceso en el trabajo de preparación de la coreografía en los tres pilares sobre los que se soporta: luz, danza y música; por este orden. El trabajo de investigación y creación para este espectáculo se desarrolló Teatro Francisco Rabal de Pinto, del que es compañía residente desde 2018. Allí cuentan con una “caja escénica” con todo el equipo técnico y luces para preparar la obra, creando las tres partes a la vez. Así, danza y la música surgió simultáneamente en el proceso de indagar sobre el amor y las relaciones, creándose sobre la base de un diálogo con las nuevas tecnologías en búsqueda de espacios emocionales.
La creación se elabora sobre un concepto básico, pero no simple: la historia de amor entre dos personas. “La historia de una pareja, que puede ser cualquier pareja”. Es el dueto, por tanto, la composición esencial de la coreografía, aunque el espectáculo se magnifica y enriquece con recursos escénicos deslumbrantes. El más llamativo, interesante y diferenciador es el uso de la luz. Se utilizan cuatro proyectores móviles en el escenario que conforman espacios duales y sobrecogedores, que pueden definirse tanto como cielo y tierra, como espacios internos o externos al individuo. Con esos cuatro elementos de luz se generan lo que el creador llama “líneas dramatúrgicas”, o espacios de representación de una realidad “que está compuesta de lo que está pasando, de lo que pasó, de lo que pasará, o del deseo de algo que nunca pasa”. Un recurso complementario es el generador aire-humo de vital importancia para la excelencia en la recreación de una nueva dimensión en la narración.
A pesar del exuberante aparataje, la obra se desarrolla anodina al principio. Solo el efecto estroboscópico de la luz anuncia la integración de la misma en la coreografía como un elemento dancístico de esta pieza, en la que la música acompaña y describe con intensidad plena la montaña rusa de inestabilidades y desequilibrios que acompaña a toda historia de amor. Melania Olcina y Arthur Bernard Bazin ejecutan con pasión y entrega sus papeles, en los que destaca también la repetición reiterada y casi autómata de los mismos movimientos -una alusión a la rutina de la cotidianidad- en los que se introducen cambios mínimos y sucesivos. La pieza se divide en ocho partes, ocho dimensiones, en las que se relata la historia de la pareja y su universo de emociones, desde el descubrimiento amoroso hasta la descorazonadora pelea y ruptura, con toda su violencia.
La creación de Sharon Fridman es una pieza compleja, brillante, con una narración lineal que se alía con la espectacularidad de los efectos especiales para hacer partícipe también al público de una peculiar y particular porción de paraíso. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DEL ESPECTÁCULO:
XIX Festival Cádiz en Danza
‘Dosis de paraíso’. Dirección y coreografía: Sharon Fridman Bailarines: Melania Olcina y Arthur Bernard Bazin. Música original: Idan Shimoni & Ofer Smilansky. Diseño de espacio: Sharon Fridman & Ofer Smilansky, con la colaboración de Oficina 4Play. Diseño de vestuario: Mizo, by Inbal Ben Zaken.
Lugar y día: Gran Teatro Falla de Cádiz, 16 de junio de 2021. Asistencia: más de media entrada, con medidas Covid.