CRÍTICA. Desde el inicio, el documental Oscuro y Lucientes sorprende al público con tres elementos estilísticos significativos. En primer lugar, el uso de la narración en segunda persona, que es poco frecuente en la literatura de ficción y menos aún en el género documental; por eso, llama la atención el diálogo en segunda persona del narrador con Francisco de Goya, objeto central de la película. Siendo más preciso, de Goya interesa para la película los últimos momentos de la vida del pintor, su entierro y el traslado de sus restos desde Burdeos a Madrid, con traslados posteriores ya en la capital española.
El segundo elemento distintivo es la voz del narrador, la voz de Féodor Atkine; su timbre, tono y ritmo. El ritmo pausado impuesto, lento hasta la exasperación y con un sonido demodé, extraña al principio, pero uno percibe que la voz combina bien con la estética retro de la ambientación de este documental que parte de un momento clave en la historia del pintor, cuando con el primer traslado de los restos de Goya a finales del XIX se conoce la desaparición de su cabeza.
“Los huesos son cronistas de la muerte”. La frase está en el incipit del relato. Es una de esas frases para enmarcar y que viene como anillo al dedo para iniciar una narración que tiene en el cráneo de Goya su hilo conductor. Forzando un poco la cuestión, la introducción también enlaza la muerte de Goya con la fotografía: Goya representa el fin de una forma de atestiguar los eventos históricos, desplazada por la nueva técnica de impresión fotográfica. Las imágenes fotográficas exhibidas son preci(o)sas como testigos mudos de lo que ocurrió con las exhumaciones de Francisco de Goya y los traslados de sus restos. Por simbiosis natural, las imágenes de las pinturas del genial artista se combinan en la película con numerosos fotografías de la época acentuando la vivencia en tiempo pasado y el registro historicista de este film, que en palabras de su creador, es un “thriller con postales, un puzle de fotografías, lugares, testimonios, informes policiales y pinturas, en un documental de creación teñido por el género policiaco”.
La música, tercer elemento distintivo, juega también un papel esencial en la película para incrementar la tensión del espectador. MundoBSO explica con más precisión y claridad lo que uno siente en la audición de la banda sonora: “La música del compositor es dura, densa, en buena parte atonal que se dispone para llevar al relato y a los espectadores un espacio de sombras, territorio donde es enormemente expresiva, sofisticada e incluso hiriente (pero sobre todas las cosas herida) y también incómoda: ¡se está hablando de un cadáver mutilado! Logra así con creces el gran propósito no solo de ficcionar el documental sino de meter al espectador en el contexto, hacerle sentir parte de él”. Un gran trabajo del compositor malagueño Eneko Vadillo.
Con estos ingredientes y un guión que coloca con inteligencia piezas y quiebros en el relato se disfruta de este thriller, fascinante y lleno de sorpresas, donde el cineasta quiebra a veces el género del documental de ensayo para adentrarse en terrenos de la ficción cinematográfica, como ocurre con la elocuente secuencia de un asalto imaginado a la tumba del artista en Burdeos.
¿Qué ocurrió con el cráneo de Goya? La solución (¿no?) está en la película de Samuel Alarcón. Quizá no importe tanto al espectador saber la solución, sino participar en este original homenaje al pintor, tan genial como visionario. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DE LA PROYECCIÓN
Alcances 2019. Festival de Cine Documental de Cádiz
Sección Oficial (largometraje)
Oscuro y Lucientes (2018, 82 min.) Dirección, guión: Samuel Alarcón. Fotografía: Roberto San Eugenio. Música: Eneko Vadillo. Sonido: Sergio López-Eraña.
Lugar y día: Multicines de Cádiz, 1 de octubre.