CRÍTICA. El proceso de preparación de un nuevo espectáculo de danza es el núcleo del documental, que tiene un aliciente añadido: “Arturo, Jaime, Manuel y Jose Manuel tienen que preparar una obra de danza en seis meses. No se trata de una película sobre la danza, ni sobre la “discapacidad”. Por cierto, dos de ellos tienen síndrome de down, pero ¿eso lo cambia todo?”.
A través de esa justificación y con la participación estelar de cuatro de los bailarines, entre ellos Jaime y José Manuel, afectados por el síndrome de Down, se da visibilidad al trabajo de la compañía Danza Mobile (no se la nombra) y al valor de la danza como medio expresivo y formativo de este colectivo. Los protagonistas están integrados en Danza Mobile, una compañía resultante del proyecto homónimo que se caracteriza por un trabajo común entre profesionales con el que contribuir al proceso creativo, social y personal de las personas con discapacidad (En su día, dimos cuenta en DIARIO Bahía de Cádiz de alguna de sus creaciones).
La película muestra la rutina de trabajo en la compañía, el proceso de creación, las reacciones individuales y colectivas del grupo en situaciones normales, celebraciones, ensayos…. En ellas lleva la voz cantante un amoroso Jaime que es a su vez alumno, compañero y maestro de sus compañeros con su naïf y acertada apreciación de lo que sucede a su alrededor. El didactismo hacia los componentes Down impregna el trabajo de los profesionales, más apreciable en Arturo por su mayor presencia en el filme, aunque también se observa en Manuel, siempre en segundo plano, por el modo con el que interactúa con su partenaire dancístico. El inteligente saber llevar de Arturo y los apuros para dar respuestas con sentido a las preguntas de Jaime incrementa la empatía del espectador hacia esta emocionante película.
La fotografía de la película aporta una atmósfera cálida y familiar; un bello ambiente de calma y tranquilidad belleza al que contribuye la luz tamizada que se introduce en la sala de trabajo, lugar preferente de desarrollo de la acción. La iluminación resuelve bien las dificultades de rodaje en situaciones complejas, desde exteriores a plena luz, a interiores con limitaciones de luz y espacio. Cada localización tiene su ambiente, su luz y su sello.
Tras una primera parte centrada en el trabajo “en casa”, es decir en las instalaciones propias de la compañía, pequeñas digresiones como el viaje a un pueblo de Alemania y el reportaje de su representación allí, y el retrato de la vida de los artistas en distintos ambientes ligados con los espectáculos, dinamizan el desarrollo de la narración y evitan la monotonía visual. Resulta curioso, pero uno prescinde mentalmente de que en teoría el cineasta trata de documentar la creación de un espectáculo, pero uno es sabedor al poco de que el objetivo real es otro.
El cineasta dosifica bastante bien la medida de cada secuencia y el guion evita el anecdotismo o la mera sucesión de registros afortunados para el desarrollo del tema. Hay tomas por supuesto de ese corte, como las muestras de cariño en una pareja en una simpática escena de sofá, pero estas ayudan a la narración que se va construyendo: una puesta en valor del discurso de la normalidad, de las similitudes sustanciales entre personas normales y quienes tienen síndrome de Down, y de que la forma de vivir el arte pone en el mismo rasero a todos. En cierta forma, a través de la película, nos sentimos redimidos de nuestras desatenciones al colectivo de afectados por el síndrome de Down. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DE LA PROYECCIÓN:
Alcances 2018. Festival de Cine Documental de Cádiz
Sección Oficial (largometraje)
‘Que nadie duerma’
Dirección: Mateo Cabeza / Producción: Mateo Cabeza / Pais: España / Año: 2017 / Duración: 70 min. / Fotografía: Mateo Cabeza / Montaje: Mateo Cabeza / Sonido: José Tomé