CRÍTICA. Pocas veces nos topamos con un título que resuma el espíritu y argumento de una película. La historia de un paisano que desea poner en marcha un proyecto personal con tonos quijotescos: Manuel pretende realizar el sueño de recorrer la Ruta de las Lágrimas en tierras de Estados Unidos, en compañía del burro Gorrión, su inseparable compañero de paseos, y su perra Zahara. Donkeyote condensa intencionadamente en un vocablo de sabor americano los términos burro (Donkey), el del personaje de ideas peregrinas y aventuras irrealizables (Don Quixote) y quizá, por qué no el de coyote, cánido del salvaje Oeste, encarnado por Zahara, indisciplinada compañera de aventuras de Manuel y Gorrión. La ruta trazada por Manuel tiene su punto de romanticismo y es también su particular homenaje a un grupo marginado en la actualidad, los indios Cherokees, que en el siglo XIX sufrieron el acoso constante de la población blanca y llegaron a expulsarlos de sus territorios legítimos. Manuel vive en cierta forma al margen de todos, vagando por los campos con los dos animales, aunque asistido permanentemente en sus vueltas a casa por su hija, sin fijar asiento en punto alguno de la serraría.
Como toda narración que se precie se plantean varios conflictos que se oponen a la meta del protagonista de realizar su ruta más larga hasta la fecha, y los obstáculos para poder llevar a cabo su sueño son cada vez mayores. El protagonista tiene setenta y tres años y serios problemas de salud -dos ataques al corazón y una rodilla dañada- que suponen una preocupación constante para su hija. Además, los costes de cruzar el Atlántico son inalcanzables para la economía del serrano y las condiciones para el transporte de Gorrión son inasumibles para él.
La historia, una ficción en todo caso forzada intencionadamente para el documental, es conmovedora, vívida, y la narración fílmica traza de optimismo el desarrollo del documental, que se percibe como una pastorale rediviva. La historia sobrepasa el personaje -del que se mantiene un perfil bajo en el conocimiento de su historia personal, del que conocemos su pasión por la naturaleza, sus dotes como narrador -también, como intérprete, y un fino humor para enfrentarse a la situaciones, como en la respuesta telefónica al borde de la burla de una agencia de viajes cuando cuenta su proyecto de viajar con un burro. Y sobre todo, la tenacidad y obstinación cuando se enfrenta con los problemas, aunque no le quede más remedio que darse por vencido, no tanto por la edad y las dificultades del empeño -hasta empieza a estudiar para poder comunicarse en tierras americanas-, sino cuando percibe que no puede imponer sus sueños a sus seres queridos, incluido Gorrión. El cineasta destaca que más que la conclusión de un sueño imposible, el documental es el relato del retorno de un exilio auto-impuesto. Es el regreso al mundo de las cosas, a la acomodación de rutinas donde priman las máquinas: relojes, móviles, GPS, instrumentación médica. Hasta ese momento, Manuel se entiende con los animales porque vive la naturaleza exactamente como su Gorrión y Zahara.
Del documental pueden extraerse otras lecturas, alguna tiene que ver con el mantenimiento del sistema patriarcal: el hombre puede viajar donde quiera y ver mundo, pero la mujer (hija) tiene que quedarse en casa, cuidarle cuando está y esperar en sus ausencias. Otra con la imposibilidad física de emular lo que antaño era común: transhumancia, viajes a caballo, con la libertad como vehículo y el romanticismo como espíritu. Las rutas naturales de ahora están cortadas y sometidas a barreras y peajes impuestos por el desarrollo.
Aunque en el documenta es Manuel el protagonista, el cineasta enfatiza constantemente el papel del burro en la narración, unas con increíbles planos desde el punto de vista del animal y otras porque el azar se lo permite. Por ejemplo, cuando el burro se niega a pasar un puente de madera para entrar en un barco, un ejemplo de paciencia y obstinación atribuibles tanto a Manuel como a Gorrión. También cuando el burro trata de quitarle sombrero a Manuel, gesto que se transforma en una metáfora porque el caballero sin sombrero se desvela como un anciano frágil y vulnerable, física y emocionalmente. De ahí, que ante el cúmulo de evidencias el sanchopanza Manuel no tenga más remedio que claudicar en la idea quijotesca de la gran ruta. Finalmente, el documental es un retorno al imaginario común del salvaje oeste. Con la imaginación, el Manuel montado en Gorrión y con Zahara besando sus pasos es el vaquero solitario en busca de oportunidades, su viaje en barco equivalente a un paseo en el Mississippi, y la escena de la cantina se desarrolla como una parada más en los salones archiconocidos por las películas de cowboys. También hay un ejercicio de honestidad tras la cámara, cuando hacia el final del recorrido desvela la relación familiar entre director y protagonista. Que el documental supusiera recuperar vínculos rotos hacía años no hace más que añadir valor a esta obra. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DE LA PROYECCIÓN:
Alcances 2017. Festival de Cine Documental de Cádiz.
‘Donkeyote’ de Chico Pereira (2017, 86 min.).
Producción: SDI Productions, Sutor Kolonko y OPA Films . Guión: Chico Pereira, Manuel Pereira y Gabriel Molera. Fotografía: Julián Schwanitz./ Montaje: Nick Gibbon. Sonido: Mark Deas.