CRÍTICA. Caballo de viento es “un relato biográfico que alterna la crónica del presente con la rememoración del pasado. Desde la actividad política a raíz del movimiento 15-M al activismo ácrata, pasando por la adicción a la heroína y al compromiso con el budismo” a través de la biografía de Fernando Fernández de Castro, Nando.
La memoria personal del protagonista central del documental es como “un secreter de mil y un cajones”; compartimentada, selectiva, inconexa. O algo así. Precisamente de la memoria biográfica, el cineasta abre y explora solo algunos cajones y desvela el contenido de menos de ellos, los que interesan para destacar el perfil político y humano del personaje. Es una mirada de parte, en la que predominan los testimonios del interesado y cuando alguien recupera la memoria de Nando se sitúa en el recuerdo de tiempos pasados. Un salto en la memoria desde 1979 a 2011 producen un hueco significativo en el relato biográfico, pero el documental tendría menos sentido ampliando los dos períodos que interesan al cineasta, puede que también al personaje.
Un primer período entre 1968 y 1979 que se inicia con las protestas estudiantiles de mayo de 1968, protestas que hicieron temblar a muchos gobiernos porque el terremoto social con epicentro en París tuvo sus réplicas en otros países, aunque la represión franquista abortó en parte la manifestación pública de los desórdenes en la Universidad. En la activación de la protesta estudiantil operaban muchos grupos, concursados por jóvenes universitarios de procedencia burguesa, entre ellos Fernando Fernández. Se define todavía como ácrata, la palabra mágica de aquella época para definir una posición radical política, cuyo activismo grosso modo podría situarse entre el nihilismo y la vida sin reglas del mundo hippy y la disciplina y subordinación a la jerarquía que imponía el Partico Comunista, entre ellos el español. Fernando se refugia en París, “necesitaba oxígeno” afirma al inicio del filme. Allí se mantiene al lado de otros exiliados, se organizan en comuna y él termina enganchado con la droga. En 1979 regresa a España y encuentra empleo en la administración local de Málaga.
El resto de la película no es memoria, sino reflejo fresco y vivo de un movimiento político, Podemos, que aprovecha en España el impulso e impacto social del 15-M. Fernando Fernández de Castro se siente conmovido e identificado con los nuevos objetivos políticos de este movimiento juvenil, “hay una juventud para cada edad”, y aún mantiene la ilusión de un cambio social, aunque en sus ideas se manifiesta influenciado por el budismo practicante.
La selección de estos retazos biográficos ofrece un retrato buenista y acotado del personaje (“Yo soy bueno, no he hecho mal a nadie… Tengo derecho a elegir, incluso a inyectarme heroia si quiero”). Se muestra como el chico de gran corazón al que se le perdona todas las travesuras; porque algunas de las anécdotas personales en el terreno político tienen más el sello de una travesura que de una voluntad radicalmente revolucionaria.
Caballo de viento es un documental interesante y fluido, emotivo en algunos momentos, pero con desequilibrios fílmicos, algunos inevitables por la baja calidad de los retazos cinematográficos de películas y fotografías recuperadas de los años setenta. Al espectador le cuesta “situarse” en algunos momentos, porque los elementos referenciales parecen destinados solo a entendidos, o compartidos solo por ellos. Por ejemplo, una secuencia fundamental a mi modo de entender, en la reunión de amigos que compartieron la resistencia juvenil contra Franco y/o la vida en el exilio francés. La reunión es una iniciativa al hilo de la realización del documental y los congregan en torno a Nando después de muchos años sin verse, en algún caso. Hablan entre ellos y para ellos, y cuesta poner nombre a las caras… Aunque esa cita, una muestra de la heterogeneidad de pensamientos, demuestra que los recuerdos y los pasos iniciales en su actividad política son sus únicas coincidencias. Sus discrepancias actuales son evidentes hasta en el análisis de la situación política española. No obstante, esa reunión ofrece puntos de vistas muy interesantes, tanto o más que la recuperación fílmica de sus actividades de protesta y resistencia, creo que sería excesivo adjetivarlas de revolucionarias, en la universidad y luego en el exilio.
Este documental nos enseña que hay material para rato para entender y valorar una época importante en la historia política española, y profundizar en la temática del exilio predemocrático. En Caballo de viento se alude de forma repetida a Joaquín Lledó y su película Le sujet ou Le secrétaire aux mille et un tiroirs (1974), de la que tomo prestado el título de este artículo, una muestra del cine en el exilio, del “espacio de resistencia creativo y discursivo frente a la asfixiante realidad política y artística española del momento”. Los exiliados y sus actividades todavía siguen reclamando una atención crítica, aunque Caballo de viento aporte ya su granito de arena. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DE LA PROYECCIÓN:
Alcances 2017. Festival de Cine Documental de Cádiz
‘Caballo de viento’ de Moisés Salama (2016, 91 min.).
Producción: Moisés Salama y Rosa Tapia-Ruano. Guión: Moisés Salama, Alejandro Alvarado y Concha Barquero. Fotografía: Alejandro Alvarado. Montaje: Alejandro Alvarado, Concha Barquero y Moisés Salama.