CRÍTICA. Con un genio extravagante, imprevisible, azaroso en su comportamiento es complicado elaborar un guión para un documental. “Se hará lo que se pueda”, debió pensar el cineasta Andrés Duque. El resultado de su aventura fílmica es un documental apasionante –para diletantes, en el aspecto musical- y constructivo; intelectualmente reconfortante, cuando se desbroza de los monólogos del músico y compositor, la parte exhibicionista y epatante de su discurso. Oleg y las raras artes es la mirada hacia el alma de un genio casi nonagenario a través de su propia mirada –casi siempre los ojos cerrados– en la que descubre ideas musicales de auténtico peso en oro.
La película con el músico y compositor ruso Oleg N. Karavaichuk se construye por episodios, algo irregular en la intensidad de su desarrollo -intensidad en arco- con sus puntos máximos situados en el inicio y final del film. El primero de ellos, como una carta de autopresentación del músico, desvela la forma genuina de expresarse y la atrabiliaria manera de comportarse del genial compositor. Una aparición-desaparición en forma de travellings inversos acompañan a un excelente encuadre del personaje, centrado en el punto de fuga que proporciona un magnífico pasillo del Hermitage.
El siguiente episodio, casi forzado para el artista, nos muestra el suntuoso y precioso piano imperial de la zarina que el artista tuvo la suerte de poder tocar durante años en el célebre museo de San Petersburgo. La música desvela un sonido poco afortunado comparado con el que produce los actuales instrumentos- pero el piano se nos presenta –el músico lo reconoce- como elemento catalizador de su música, que fluye a impulsos de sentimientos y sin partitura; pero sin improvisaciones: “Yo no improviso. Dejo que la música fluya en mi interior y luego la interpreto”. Consigue el cineasta en el siguiente episodio una repetición interpretativa sobre el mismo piano, y su contraparte fílmica es una auténtica delicia compositiva.
Un paseo alrededor de la casa del artista, la carta de disculpa a la Reina de España, una interpretación musical en modo psicodélico son decursos episódicos menores que inciden en la exposición del “compositor loco” construido por el propio Oleg Karavaichuk.
Sin duda, el último episodio es el más significativo y afortunado de todos ellos. Quizá no tanto desde el punto de vista técnico –ni el piano, ni la estancia, ni las luces acompañan–, pero sí para la definición correcta del personaje –ya fallecido, desgraciadamente–, objetivo fundamental y exitoso del documental. En este episodio se percibe la auténtica valía del músico como intérprete –juegos pianísticos y cambios de registros inusitados– y de su pensamiento musical. Pensamiento expresado con palabras de “loco”, pero de un gran sentido musical; para nada desdeñable sus teorías, a pesar del choque que producen en el espectador por la aparente enajenación mental de las que manan. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA:
Alcances 2016, Festival de cine documental de Cádiz.
Sección Oficial Largometrajes.
‘Oleg y las raras artes’ (2016, 67 min.) de Andrés Duque. Idioma: ruso; subtítulos en español. Intérpretes: Oleg Karaviachuk. Productora: Serrana Torres. Fotografía: Carmen Torres. Montaje: Félix Duque. Sonido: Boris Alekseev. Música: Oleg Karavaichuk.
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