CRÍTICA. La construcción del embalse de Lindoso (Portugal) que finalizó en 1992, tuvo como efecto colateral la inundación del valle donde se ubicaban las aldeas de Aceredo y Buscalque, en la provincia de Orense. Tras las finalización de las obras y el cierre de la presa, el agua comenzó a subir de nivel poco a poco comenzó y anegó las aldeas al completo bajo un lago de más de cien metros de altura. Sus habitantes no pudieron hacer nada para salvar sus casas y tierras de labranza.
Sabiendo que las aldeas se perderían sin remedio, varios vecinos cogieron sus cámaras y comenzaron a grabar –las primeras, desde mediados de los años 60-. Fueron hechas con la intención de recordar posteriormente cómo eran los pueblos antes de ser anegados definitivamente. “El acto de grabar es un acto de resistencia”, es la interpretación de los directores del documental y como tal se presenta, anotando el valor sentimental, social y político de esa iniciativa de los vecinos.
Se conoce desde el principio el final del relato que el documental Os días afogados propone, lo cual añade un plus de dificultad para el sostén del interés del espectador. Aún más difícil si gran parte de la cinta reproduce las cortas grabaciones de vecinos del pueblo, con las limitaciones técnicas y la inexperiencia fílmica inherentes. Aunque en la presentación de la película reclamasen el mérito de este documental para los vecinos que recogieron en sus cámaras domésticas esa parte de la historia, hay que otorgar a los cineastas su particular aportación para atenuar con diversos recursos cinematográficos las deficiencias que los registros domésticos introducen en el film. No sólo eso, los directores tienen que sortear la atonía emocional que tiende a generar la repetición de motivos y situaciones personales. Consiguen, a pesar de todo, que tenga consistencia fílmica y narrativa.
La película transcurre con cierta placidez y se mantiene en un aceptable tono con la contemplación de la reproducción de esas filmaciones privadas sobre las aldeas, Aceredo en el punto de mira principal. Se sigue con particular atención el relato de algunas historias familiares que se ocultan en sus casas y las anécdotas sobre algunos vecinos. Como efecto colateral, el documental propicia la comparación entre dos épocas, la previa al desalojo y la actual, no tan distantes en el tiempo pero todo en mundo en términos de progreso (“a costa de unos pocos”, se queja un vecino como aviso y premonición). La comparación depara también la sorpresa de anotar la pervivencia de una Galicia rural anclada en el tiempo casi a finales del siglo XX y la exhibición de algunos componentes etnográficos definitivamente perdidos.
La placidez contemplativa de la película se trunca cuando el recorrido de la narración avanza hacia la descripción de cómo se resuelve el conflicto planteado por los vecinos, reclamantes de un precio justo por las tierras y casas como mínimo, que deben abandonar las aldeas antes de que la presa comience a funcionar. Se percibe un efecto resonante en el ánimo del público por la empatía que producen las reacciones de los vecinos ante el avance de las obras, sus quejas por verse obligados a marcharse en contra de su voluntad, la exposición de motivos para su resistencia, y la ingenuidad manifiesta en la formalización de una suerte de resistencia colectiva, a la postre ineficaz.
Sin ese preludio, sería inexplicable el shock emocional que produce una secuencia central en el documental. Se inicia con la escena de la represión policial de la manifestación de los vecinos contra la presa. El temor reflejado en sus caras, los gestos de desesperación, el esfuerzo titánico por evitar romperse física y moralmente, las reclamaciones de amparo y auxilio se dibujan claramente en una tomas casi en primer plano, tocándose con la corazas protectoras de los policías, que avanzan impertérritos y en formación avasallando a los vecinos a su paso. (“¡Cámaras, que vengan las cámaras” reclama una resistente a voz en grito; de nuevo, la grabación como elemento de lucha). El clímax se mantiene con otra escena testimonial de una huelga de hambre, cuya resolución se omite, pero que puede deducirse porque la terrible realidad se impone a los vecinos.
El resto del relato testimonia la desolación de los perdedores y una fatalista y resignada aceptación de la nueva situación. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA:
Alcances 2016, Festival de cine documental de Cádiz.
Sección Oficial Largometrajes.
‘Os Días Afogados’ de Luis Avilés y César Souto (2015, 84 min.).
Guión: César Souto Vilanova, Luis Avilés Baquero y Cristina Liz Graña. Fotografía: David Rodríguez Muñiz. Montaje: Cristina Liz Graña. Sonido: Alejandro García, Roberto Domarco, Rodolfo Ansede. Música: Fabio González.
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