CRÍTICA. Puede ser como entrar en un figurado campo de minas. Digo, hablar sobre el documental Remine, el último movimiento obrero. Algo me puede explotar por opinar sobre un filme realizado, en mi opinión, desde y para el corazón, desde y para un objetivo claro -¿único?-: el homenaje, plano a plano, a los mineros asturianos en defensa de sus puestos de trabajo. No a todos, en realidad; solo a los que combatieron por la causa (“Somos 1.800 en la empresa, ¿tú viste a 1.800 persones cortando una carretera?”). Remine narra el desarrollo de una huelga indefinida en la minería del carbón en el verano de 2012, que afectó a más de 4.000 mineros, motivada por los recortes aprobados por el gobierno español, cuyas medidas de protestas incluyeron cortes de carretera, encierro de mineros en las minas y una marcha colectiva, hasta llegar a Madrid tras 500 kilómetros recorridos a pie.
Remine representa “un regreso a las emociones” en los documentales, pensaba en voz alta la organización del festival. Y ciertamente, las emociones surgen por doquier en este: ¡Cómo no compartir lágrimas con ellos –de dolor por la dureza de su lucha, de júbilo por la entrada triunfal en Madrid, de frustración por el abandono de la huelga decretado por la cúpula sindical– y sentir como propia la canción Santa Bárbara bendita, un relato de la muerte y el dolor en la mina. Desde la perspectiva del homenaje, incluido sus familiares directos –como testimonia en los créditos finales del documental–, el cineasta consigue la máxima valoración. Y solo por ese homenaje merece la pena compartir desde la butaca la ilusión por el éxito en la lucha de ellos, los mineros en huelga; y vivir como propias la solidaridad entre compañeros, la búsqueda por un futuro mejor para sus hijos, la sinceridad y libertad de sus expresiones –tacos incluidos, algunos de una carga letal contra los gerifaltes sindicales–, el recuerdo imborrable de compañeros fallecidos en la mina…
Pero con Remine se plantea de nuevo el papel del cineasta en un documental, destinado fundamentalmente a satisfacer la curiosidad del espectador, y aún más, a cubrir la falta de información. Aparentemente, Remine es un documental objetivo y, sí lo es (fíjense en el acento) porque refleja sin ataduras todo tipo de sentimientos y pensamientos, inclusos encontrados, de los protagonistas exclusivos del documental: los mineros activos. Pero no esperen un documental de referencia sobre el conflicto, con neutralidad e imparcialidad como banderas. Es un documental en una sola dirección y con protagonistas exclusivos y seleccionados.
En realidad, como otras variantes del género, Remine surge de una forma diferente de romper el oxímoron documento-emoción que se plantea como inherente al género documental. Aceptada la premisa de la compatibilidad entre información y falta de neutralidad, no todos la admiten, se precisa conocer la frontera de la subjetividad del realizador en el tratamiento de la información. A este respecto, “lo que cabe exigirle a este tipo de cine es honestidad intelectual. La asepsia absoluta no es posible, porque todo documental, por más objetivo que pretenda ser, responde en última instancia a una finalidad que no es neutral. Es, por tanto, perfectamente legítimo no ser imparcial, pero no hacer creer que se está en posesión de la verdad, porque esta, como la vida, es muchas veces poliédrica y compleja” (El Periódico, 24 de enero de 2015; editorial titulado ‘El cine documental, un género en vigor’).
Quizá sea discutible a este respecto la neutralidad intelectual de algunos insertos en la narración, impactantes en todo caso (incluyendo a la archiconocida revolución de 1934, la “huelgona” de 1912 y la huelga minera de 1962, descrita en Documentos TV en La huelga del silencio), porque hacer tabla rasa de los distintos contextos históricos, y apuntar a una conexión ideológica entre eventos de diferente naturaleza en su origen, suena a dirigismo de opinión más o menos velado.
Dirigismo que es obvio en el propio desarrollo de la huelga –y en esta línea del documento, la neutralidad del cineasta es patente y loable al relatar los mensajes que se trasladan de arriba abajo–; incluso en la forma de concluirla, que presenta como un canto reconfortante a la valentía de los mineros asturianos lo que los implicados perciben como derrota. Claro que dos horas de narración no dan para mucho, –tampoco para incluir los hechos paralelos en otras minas españolas, en el mismo verano de 2012, y que también participaron en el último movimiento minero–. Así que bastante consigue Remine, el último movimiento obrero con despertar conciencias y rendir un homenaje –sincero, emotivo y rotundo– a los valientes mineros asturianos. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA:
Alcances, Festival de cine documental de Cádiz.
Sección Oficial Largometrajes.
‘Remine, el último movimiento obrero’ (2014, 102 min). Marcos M. Merino, dirección, guion y fotografía. Ana Pfaff, montaje. Oscar de Avila, sonido.
Proyección: Cádiz, Multicines El Centro, lunes día 7 de setiembre, 22 h.